Juan Marsé. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de julio de 2020. (RanchoNEWS).- Juan Marsé fue el testigo de una sociedad y de una época que no querían testigos. Y lo fue hasta el final, justiciero como el Coyote de José Mallorquí, sin importarle un bledo las consecuencias, satirizando a los intelectuales orgánicos de la Cataluña nacionalista como antes había caricaturizado a muchos de los miembros de la gauche divine radicada en el Bocaccio. También Marsé formó parte de la intelligentsia que frecuentaba aquella boîte en la que abundaban los niños y niñas de papá, pero nunca se olvidó de que él allí no era más que un polizón, como Jim Hawkins en La Hispaniola.
A Marsé no había quien le tapara la boca. Socarrón y peleón, tan fiel a sus amigos como a sus enemigos, se rio ferozmente de la prosa descoyuntada y servil con el pujolismo de Baltasar Porcel, de los sermones insufribles de Juan Goytisolo y de la calva iluminada de Lluís Llach. Había una mueca de desafío permanente en su careto de pistolero de wéstern clásico, pero también una sombra de ternura y de desamparo. El hijo de barrio, forjado en tantas peleas callejeras, nunca se doblegó ante los señoritos.
El texto de Julio José Ordovás es publicado por Letras Libres
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