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Pintura de Carlos Terribili (Foto: Archivo)
A rgentina, 3 de Mayo, 2007. (Ana Bianco / Página/12).- El documental Madres, dirigido por Eduardo Walger, que se estrena hoy, narra a través de diecisiete historias un relato coral de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y las entrecruza con testimonios de la historia política de los últimos 50 años en la Argentina. En el comienzo de la película, un imponente acto homenaje realizado en la iglesia de la Santa Cruz en julio de 2005 muestra a María del Rosario Cerruti en la reivindicación de sus compañeras: «Las Madres secuestradas y asesinadas están acá para siempre buscando justicia como entonces», dice en referencia a la aparición de los restos de las Madres fundadoras, Esther Careaga, María Ponce y Azucena Villaflor, desaparecidas en la búsqueda de sus hijos desde diciembre de 1977.
El realizador se vale de fotos y archivos fílmicos inéditos para describir la lucha de las Madres durante la dictadura. También las muestra en el presente, en la denuncia por la desaparición de Julio López. Las Madres hablan a cámara sin pañuelo: son Pepa Noia, Mirta Baravalle, Haydée de García Buela y Raquel Arscuchin, quienes estuvieron en ese primer encuentro en la Plaza de Mayo, el 30 de abril de 1977, que contó también, entre otras, con la presencia de María Adela Antokoletz, ya fallecida, y que el director rescata a través de una entrevista televisiva. Walger, por medio de un montaje cuidado y con criterio estético, superpone imágenes de las Madres con sus hijos. Las entrevistas continúan con Nora Cortiñas, Martha Vázquez, Carmen Lapacó, Aída Sarti, Margarita Gropper, Carmen Cobo, Nair Amuedo, Delicia Mopardo, Aurora Bellocchio, Aurora Morea, Nélida Chidichimo, Enriqueta Maroni y Taty Almeida, quienes se refieren a la militancia de sus hijos y comparten experiencias personales y de lucha. La música original de Gabriela Martínez –bajista de Las Pelotas– y Pablo Estévez brinda un soporte importante a este registro fílmico producido por El Fisgón y el Incaa. El director y guionista Eduardo Walger, en una entrevista con Página/12, se refiere a la película a la que puso el cuerpo para documentar una historia plural sobre las Madres.
Del proyecto inicial del 2003, ¿qué cambió con la aparición de los cuerpos de las tres Madres y la desaparición de Julio López?
Cuando Norita Cortiñas sugiere la necesidad de un documental sobre las Madres, «porque estamos viejitas y muchas se están muriendo», Andrea Bello, mi productora y compañera, comprendió inmediatamente que debíamos invertir nuestros próximos años en realizar una película. En el documental, el guión es una manera de comenzar, simplemente; la experiencia me dice que los documentales se hacen a sí mismos, si respetás la coherencia interna de tu proyecto el propio material te irá brindando nexos, climas y ritmo. Comienzo buscando ejes sobre los que trabajar, pero si ven el primer guión no tiene que ver estéticamente con la película. La investigación previa te va dando pautas para utilizar a la hora de rodar los testimonios, que es donde interviene el otro y te modifica. En el caso de las Madres esta situación fue muy especial porque ellas son muy fuertes. Estoy agradecido por su decisión de abrirse en los testimonios a límites que yo no podía sospechar. A tal punto Madres no es un documental que trata sólo sobre el pasado, que en pleno rodaje se produce la identificación por ADN de los cuerpos de los desaparecidos de la iglesia de la Santa Cruz, entre ellos tres Madres, Azucena, Mary y Esther. Ellas vuelven a dar testimonio de uno de los métodos que se utilizaron en el terrorismo de Estado, el de torturar y arrojar cuerpos con vida al mar, confirmando científicamente a la Justicia algo sabido, pero no probado. Mi imaginación no hubiera dado para eso. Supongo que también hay un código genético social, una herencia que se manifiesta en la gente y hace que cada uno vea una película distinta, desde su experiencia personal, con sus culpas y sus tristezas. Y una vez terminado el rodaje se produce el juicio a Miguel Etchecolatz, donde comenzamos a vislumbrar una sentencia más cercana a la justicia, y la contrapartida, la desaparición de Julio Jorge López, que vuelve a abrir la herida para actualizar el terror. Entonces las Madres se encuentran reclamando una vez más «aparición con vida y castigo a los culpables».
¿Cuáles son los ejes y referentes políticos del documental?
Entendí que el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955 reunía facetas ineludibles; en esa época nacía la generación que fue diezmada en los ’70, las Madres eran jóvenes y sus hijos, chicos; el escenario es el mismo que tomarían las Madres para generar sus reclamos. También la masacre a mansalva del pueblo reunido en la plaza y el comienzo de un proceso signado por golpes de Estado, dependencia económica y política. «Son los mismos», opina la madre Aída Sarti. Consideramos tres referentes ideológicos: Evita, el Che y el padre Mugica. Los tres murieron muy jóvenes y pensaban que la lucha por el pueblo incluía dar la vida por él y por sus propias ideas, si fuese necesario. En los ’70 encarnan al peronismo revolucionario, a la guerrilla y a la opción por los pobres de los sacerdotes para el Tercer Mundo. Los tres forman parte de movimientos cuya ala derecha interviene, por acto u omisión, juntamente con los militares y los grupos económicos, en una masacre que abarca toda América latina.
En el documental hay material de archivo y filmaciones inéditas de las Madres. ¿Cómo dieron con ellas?
La búsqueda del material se realizó durante todo el proceso hasta el último día de montaje. Nuestro investigador, Darío Marchini, recurrió a varias fuentes, inmediatamente contamos con el apoyo de la oficina en Buenos Aires de la TVE y de otros archivos públicos y privados. Nosotros teníamos archivo propio de los integrantes de la productora. Fue muy generoso el aporte desinteresado de los reporteros gráficos que sumaron imágenes de gran fuerza. Pero para poder patentizar la militancia, primero la de los hijos que desaparecerían y luego la de las Madres en la búsqueda de éstos, necesitábamos dos secuencias muy difíciles de conseguir y en consecuencia costosas. El material de la militancia de los ’70 había sido destruido en su inmensa mayoría por el peligro que involucraba. Por suerte, Jorge Gusmán conservaba celosamente unos rollos súper ocho de sus filmaciones en los ’70. El material que reflejaba la lucha de las Madres no estaba en el país, porque como dice Carmen Cobo en la película, «el periodismo no nos podía ayudar mucho, porque nos quedábamos sin periodistas». Lo encontramos en Europa. El Incaa, que es coproductor de la película, no dudó en ampliar los fondos para comprar el material necesario. Allí están las Madres, jóvenes, desesperadas, luchadoras, ahí la plaza, el clima de angustia que se vivía. Una pequeña parte de este material era conocida por nosotros, aquella en que Marta Moreira de Alconada Aramburú dice acongojada al periodista: «Ayúdennos, son nuestra última esperanza». En la película aparece en color la secuencia completa, en crudo, sin editar, y de buena calidad fílmica. Además contábamos con el archivo de las Madres como institución y el personal de cada entrevistada, incluso filmaciones caseras, como la del marido de Martha Vázquez, que era aficionado, y una posproducción de imagen realizada por mi hijo Eduardo que nos permitió llegar a estándares de alta calidad.
Mirta Baravalle, una de las fundadoras de Madres y de Abuelas, lee ante la cámara un texto escrito por su hija, Ana María Baravalle, militante desaparecida.
Es el prólogo del documental y, como dice Mirta, «refleja el pensamiento de toda una generación». Ana María lo escribió en 1972, cuatro años antes de desaparecer y Mirta la encontró en 1978, dos años después de la desaparición de su hija. Era un texto que estaba escrito en un cuaderno y fue encontrado entre los papeles de Ana. Es una carta no enviada, puse un fragmento porque es muy extensa. Comienza diciendo: «No puede existir la alegría absoluta cuando sientes y sabes que los ojos del niño ya tienen la tristeza del hombre». En definitiva, muestra un horizonte de lucha, es un mandato involuntario de la hija hacia la madre que Mirta respeta a rajatabla. Margarita Gropper en un tramo, que finalmente no quedó –son cuarenta y cinco horas de testimonios valiosos–, dice: «Las mujeres somos responsables de la supervivencia de los hijos». Eso hizo un click en mi cabeza. Las Madres pertenecen a distintas clases sociales y la clase social da una visión del mundo, sin embargo las diferentes visiones convergieron en un sentimiento primario.
Cabe destacar la escena de las Madres con el ritual de ponerse el pañuelo...
Hace diez años tuve la oportunidad de viajar con un grupo grande de Madres. Cuando llegábamos a destino me fui con mi cámara al fondo del micro y comenzaron a ponerse los pañuelos, el micro se cubrió de pañuelos blancos y me dio una gran emoción. Me quedé con esa imagen y la volqué de otra manera en este documental. Las mujeres que te relataron su vida se invisten con el pañuelo, que es un símbolo muy potente, muy emocionante, tan fuerte que decidimos hacer los reportajes sin pañuelos, como lo que son, madres. La película no refleja a una madre, es un coral que diluye los personalismos intentando reflejarlas a todas y es una alegría que muchas que no testimoniaron la hayan tomado como propia. Madres que viven en el exterior y vieron la película, como María Esther Biscayart Tello, se sintieron identificadas porque este trabajo muestra lo plural. Enriqueta Maroni la primera vez que vio la película dijo: «Somos nosotras...»
¿Cuál es su próximo proyecto?
Con el documental Caminos de lucha, que filmamos para la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, mostré a los sobrevivientes después de la democracia en su búsqueda de justicia. En Madres la historia está narrada desde el lugar de ellas, es su propia mirada. En el próximo documental, Operación Cóndor, la historia será contada desde los sobrevivientes del Plan Cóndor y la identificación de los responsables de una estructura y un armazón político-militar creados en la década del ’70. Estamos en la etapa de preproducción, ya obtuvimos el apoyo de Ibermedia para el desarrollo del proyecto y lo presentamos al Incaa: como Madres, será producida por El Fisgón, asociación civil y cultural que hemos creado para la difusión de los derechos humanos y coproducida por nuestros hermanos uruguayos de la cooperativa Memoria y Sociedad.
Tráiler del documental
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