.
El músico transita las fronteras entre el folklore nordestino, el jazz y el experimento. (Foto: Leandro Teysseire)
B uenos Aires, 11 de octubre, 2007. (Diego Fischerman/ Página/12).- Dice que no sabía nada de lo que estaba pasando en Brasil. Que la música, para él, era la del lugar donde vivía. entre los árboles y escuchando los pájaros de la laguna. Recién cuando estuvo en Recife y, más tarde, en Río de Janeiro y San Pablo supo del tropicalismo, de Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y Maria Bethânia. Recién allí se enteró de la existencia de Chico Buarque. Y, lo que es más asombroso, fue entonces cuando tomó conocimiento de la bossa nova y de alguien llamado Joao Gilberto. «Mi música no tenía nada que ver con la de ellos y será por eso que ellos desconfiaron de mí y me hicieron a un lado. Yo no quería hacer música comercial ni ninguna clase de concesiones, así que tenía a todos en contra», cuenta a Página/12 Hermeto Pascoal, el músico brasileño en quien Miles Davis dijo una vez que querría reencarnar.
Su música es una extraña mezcla de folklore nordestino con experimentalismo, y él es capaz de utilizar dos chanchos como instrumentos de percusión, como en su notable disco Misa de esclavos, que grabó en Estados Unidos en 1977, o de dedicarse a tocar la gaita da ponto, el pequeño acordeón típico de la región donde nació. Un concierto suyo puede terminar con toda la gente siguiéndolo en procesión por la calle y cruzando a una plaza para cantar y bailar con su música, como sucedió en 1987 en Buenos Aires, después de una actuación en el Teatro Coliseo. Hermeto Pascoal dice, simplemente: «Nadie puede saber lo que va a pasar en un concierto nuestro. Ni yo. A mí me interesa mucho la interacción con el público. Cuando tocamos con el grupo hay un montón de música escrita pero la decisión acerca de qué tocaremos y qué no la voy tomando a medida que avanza el concierto». Argentina es, en todo caso, uno de los lugares donde tiene un público más devoto. Ya tocó en Santa Fe y Córdoba, mañana lo hará en el Teatro Astengo de Rosario y hoy a las 21 actuará en Buenos Aires, como hace veinte años, en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), junto a un grupo en el que están su mujer, la cantante gaúcha Aline Morena, Vinicius Dorin, André Marques, Itiberé Zwarg, Ajurina Zwarg y Fabio Pascoal, uno de los seis hijos que tuvo con su primera mujer, Ilza Da Silva. «Haremos mucha música nueva, y es que la música que hacemos es siempre nueva. Entre otras cosas, tocaremos una obra que es sólo para botellas. Cada uno de nosotros sopla dos de ellas y algunas contienen agua», comenta Pascoal.
Nacido el 22 de junio de 1936 en Olho d’Agua y criado en Lagoa da Canoa, en esa época parte del Município de Arapiraca, estado de Alagoas, sus comienzos como músico fueron tocando junto a su hermano mayor, José Neto, en forrós y fiestas de casamiento. Se mudó a Recife en 1950 y se ofreció para trabajar en Rádio Tamandaré, a partir de lo cual, gracias a la ayuda de Sivuca (ya en ese entonces sanfoneiro exitoso y, como Hermeto, también albino), fue convocado para integrar la orquesta de Rádio Jornal do Commercio, donde ya estaba José Neto. Luego llegó el trío O Mundo Pegando Fogo. En la orquesta, de todas maneras, no le iba bien. Él quería tocar sanfona y no pandeiro, por lo que fue separado del grupo y mandado a la radio difusora de Caruaru. «No tiene talento para la música», dijo el director de esa radio, pero igual se quedó allí tres años. Y fue Sivuca, nuevamente, quien lo llenó de elogios y consiguió que volviera a Pernambuco y tocando la sanfona. En esa época, el guitarrista Heraldo do Monte lo invitó a tocar en la boîte Delfim Verde y allí comenzó a tocar piano. Después se quedó casi un año tocando en la Orquestra Tabajara, que dirigía el maestro Gomes. En 1958 viajó a Río de Janeiro para tocar sanfona en la Regional de Pernambuco do Pandeiro (en Rádio Mauá) y, casi inmediatamente, piano en el grupo del violinista Fafá Lemos y en el conjunto del maestro Copinha, en el Hotel Excelsior.
«Llegué a Nueva York con Airto Moreira y Flora Purim», recuerda Hermeto. «Un día fuimos a casa de Miles Davis y yo llevé una cinta con temas míos. Miles se quedó callado y de repente fue hasta el teléfono y llamó al productor. ‘Acá hay un albino que tenés que escuchar’, le dijo. Eran las 11 de la noche, y ése es un horario en el que en Estados Unidos no se llama por teléfono. Miles estaba realmente entusiasmado». Lo suficiente, en todo caso, como para pedirle al brasileño que tocara con él y como para hacer dos de sus temas en el nuevo disco: «Nem um talvez» e «Igrejinha». «Miles podía tener en la cabeza a Chick Corea y a Herbie Hancock y pensar para uno y para otro de manera diferente. Algunos decían que él no tocaba bien, pero no necesitaba tocar de manera diferente a como lo hacía, porque a él no le interesaba tocar millones de notas. A veces es más importante elegir qué es lo que no se va a tocar. Elegir lo que se calla».
Hermeto Pascoal también crea teniendo en cuenta los músicos que van a tocar su música. «Y cuando no los conozco, como cuando escribo para alguna orquesta, los invento. Les creo sus personalidades y converso con ellos; los tengo que conocer para poder componer para ellos. Les dejo cartas en las partituras, les escribo cosas». Su relación con la escritura, en todo caso, es sorprendente para alguien que da la impresión de improvisar casi permanentemente. «Cuando empecé improvisaba muchísimo; después aprendí que había que improvisar menos. Actualmente el 80 % de nuestra música está escrita. Lo que pasa es que nunca se toca de la misma manera. La interpretación está sujeta a eso, a que cada vez sea diferente». Inventor, según él, de algo que llama «lengua universal» y que es una especie de idioma onomatopéyico, donde las sílabas se combinan por su musicalidad y no por el significado, Pascoal comparte con Frank Zappa no sólo el gusto por el experimento sino una particular manera de subdividir rítmicamente. «Sé que estoy influido por él pero jamás lo escuché. Esas son las influencias más interesantes, las que unen a personas que jamás se conocieron y que nunca se escucharon. Hay cosas que flotan en el aire. Los grandes artistas ponen su obras allí, en el aire, y desde allí bajan a cada uno de nosotros aunque a veces no nos demos cuenta».
El tránsito entre ser casi un desconocido en Brasil y formar parte del grupo de Miles Davis tiene etapas claras y un responsable casi oculto, el percusionista Airto Moreira. Cuando en 1961, atraído por las posibilidades laborales, Hermeto Pascoal se mudó a San Pablo, donde tocó en diversos clubes nocturnos, no tardó en formar un grupo llamado Som Quatro. Allí, él comenzó a tocar flauta y junto a él tocaban Papudinho en trompeta, Edilson en batería y Azeitona en bajo. Después llegó el Sambrasa Trio y allí sus compañeros eran Cleiber en el bajo y Airto en la batería. Con el boom de los programas televisivos que incluían shows musicales, Airto y él crearon el Quarteto Novo, junto al guitarrista Heraldo do Monte y el bajista Théo de Barros. En ese grupo, Hermeto comenzó a destacarse como arreglador y compositor y llegaron a ganar dos festivales casi simultáneamente, con el tema «Ponteio», de Edu Lobo. En 1969, Airto y Flora Purim consiguen un contrato para grabar en Estados Unidos y deciden llevar a Hermeto como compositor, arreglador, pianista y flautista. Y ése fue el comienzo de la segunda vida de Hermeto. Grabó en Estados Unidos, con producción de Flora Purim y Ron Carter y, de regreso en Brasil, registró el disco A musica livre de Hermeto Pascoal, a partir del cual fue elegido «mejor solista» por la Asociación de Críticos de San Pablo. «Cualquiera puede aprender a tocar un instrumento», dijo Hermeto a este diario en una visita anterior. «Pero el que no oye jamás será un músico, a lo sumo será un instrumentista con piloto automático. No se trata sólo de tocar un sonido sino de saber que ese sonido tiene el significado exacto que nosotros queremos. Uno puede decir ‘yo gusto mucho de ti’ o puede decir ‘te amo’, que es más corto y quiere decir mucho más. Ése era, por ejemplo, el secreto de Miles, como lo era de Pixinguinha, Piazzolla o Jobim. Yo trato, también, de que sea mi propio secreto».
REGRESAR A LA REVISTA