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La creadora surrealista, ayer, durante el homenaje que se le rindió en la Facultad de Filosofía y Letras. (Foto: Marco Peláez)
M éxico, 10 de octubre, 2007. (Mónica Mateos-Vega/La Jornada).- «No me gustaría morir de ninguna manera, pero si llego a hacerlo algún día, que sea a los 500 años de edad y por evaporación lenta», le dijo en 1957 Leonora Carrington a Elena Poniatowska, en la que quizá ha sido una de las entrevistas más divertidas y reveladoras concedidas por la pintora a un periodista.
La tarde del pasado lunes, durante el homenaje a la artista surrealista en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y ante decenas de jóvenes embelesados con la presencia de Carrington, Poniatowska recordó esa charla realizada hace 50 años.
«Realmente me declaro por la revolución, pero estoy muy en contra del comunismo. Estoy por el acuerdo final entre los hombres y las mujeres, y entre los hombres y las mujeres y los animales y los pájaros», dijo Leonora entonces.
Carcajadas en el Aula Magna
Organizado por el curso Problemas de estética, del Colegio de Filosofía, en el encuentro participaron también Gabriel Weisz (hijo de la artista) y Carlos Monsiváis.
El escritor habló de las imágenes que conserva de Carrington: desde la joven que conoce a los surrealistas en los años 30, hasta la «bella pintora, siempre distraída y entregada al arte» que llegó a México en 1942.
En el país, dijo Monsiváis, «Leonora entró en contacto con intelectuales mexicanos, inició sus exposiciones y su arte deslumbrante». En particular, el escritor recordó la solidaridad de la artista con el movimiento estudiantil de 1968, en el cual «encontró una actitud de joven rebeldía que a ella le gustaba». La pintora donó un cuadro para que fuera rifado por el comité de intelectuales que apoyaban a los estudiantes.
Luego, Leonora partió a Nueva York. «De ese momento tengo la imagen de ella paseando a su perro y hablando de filosofía y budismo, asistiendo a exposiciones o conversando con María Félix y Octavio Paz. El poeta la admiró muchísimo, buscaba regañarla, encontrar irracionalidad en lo que decía, sin lograrlo. María Félix le rendía un culto que aún me sorprende, se enorgullecía de los retratos que le hizo».
El director de escena José Luis Ibáñez ofreció la lectura íntegra de la obra Invención del mole, de Carrington, después de resaltar la participación de la artista en uno de los movimientos más importantes del teatro mexicano de los años 50: Poesía en Voz Alta.
Recordó que la pintora realizó el vestuario y la escenografía para la pieza de teatro La hija de Rapaccini, poema dramático escrito por Paz, basado en el cuento Rapaccini’s daugther, de Nathaniel Hawthorne, y representada en 1956 bajo la dirección de Héctor Mendoza y musicalizada por Daniel Catán, con libreto de Juan Tovar.
Los asistentes al aula magna de Filosofía y Letras, donde se efectuó el homenaje universitario a Carrington, disfrutaron a carcajadas la lectura de Ibáñez de la singular Invención del mole.
Luego, Poniatowska encantó a los jóvenes presentes y a la propia homenajeada, recordando esa entrevista que tuvo con la pintora, «que hace magia de todos los colores. Es la bruja más bella que ha llegado en buen estado a nuestros días. En la Edad Media la quemaron tres veces los inquisidores de Francia, España e Inglaterra, pero ella salió cada vez más limpia del fuego, hasta quedar convertida en delgada varilla de metal precioso, porque Leonora es la pintora que más se parece a sus pinceles y hasta hay quien dice que pinta con las pestañas», dijo la periodista.
La visita de los sueños
Poniatowska añadió que hace medio siglo, Carrington le dijo: «Me acaban de regalar el libro de Jorge Luis Borges (Manual de zoología fantástica), pero en sus páginas no he hecho más que saludar a mis antiguos conocidos: leviatán, el Fénix, el ave de Roc, el cancerbero, al unicornio y al ciervo celestial; conozco a todos los animales metafísicos de Dante y de San Juan. En mis sueños de niña hacía espléndidas cosechas de cabezas de hidra y de colas de basilisco.
Pero los seres de tus cuadros superan todas esas imaginaciones, Leonora. Dime, ¿de dónde sacas a estas mujeres que al mismo tiempo son ramas, nidos y pájaros? ¿A esas monjitas que se ahogan en el vaso de agua de su virtud? ¿A esos nigromantes y astrónomos de larguísimos sombreros, esos bosques de fantasmas, de larvas y de hongos venenosos con los que Octavio Paz capturó para siempre a la hija de Rapaccini?
¿Qué quieres que te diga, Elena? A una la visitan los sueños que vienen no se sabe de dónde. Creo que mis cuadros son un poco cosas que soñé o pesadillas que tuve.
El homenaje terminó con una larga ovación del público de pie y decenas de muchachos arremolinados en torno a una jovial Leonora.
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