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martes, julio 25, 2006

Literatura / Andrés Henestrosa cumplirá 100 años

Portada del libro de fotografías del escritor que hizo Blanca Charolet

M éxico, 25 de julio (Notimex).- El laureado polígrafo mexicano Andrés Henestrosa, quien el 30 de noviembre próximo cumplirá 100 años de vida, afirmó que vive todos los días pensando en el mañana, que no piensa morirse, que le tiene miedo a la muerte y que escribe "siempre con la esperanza de que alguien me lea y encuentre un rato de solaz con mis pensamientos".

"En mi obra ha habido más la intención por crear algo, que el mero impulso de escribir. He trabajado honestamente, no hay una trampa en lo que escribo, no lo hago para halagar, ni para ofender a nadie", manifestó.

En una entrevista que difundió el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Henestrosa expresó que está contento con lo que ha logrado, lo que soñe hacer, lo he hecho lo mejor que he podido, he trabajado mucho y todavía lo hago".

"Tengo muchos recuerdos de mi niñez, porque mientras más viejo, más se vuelve a los orígenes. me veo cuando me puse un trajecito rojo, calzón y camisita de manta, huaraches y un sombrerito aplastado antecedente del carrete que yo inventé, que se apachurraba y me lo metía a la camisa y me iba de pinta. Todas las infancias son felices.", comentó.

Henestrosa asimismo señaló que el 30 de noviembre "es una fecha para celebrar, todos los días cumplimos años, pero hay un día señalado para festejarlos, y este año, por si es el último, haremos un gran ruido".

"No hay cosa que más ame que la vida, ni situación que más tema que la muerte. pero tenemos que morir, por eso debemos jugar al escondite con la muerte, burlarla hasta darle la vuelta, pero ella siempre sale ganando. El día menos esperado nos sacará y nos iremos de cabeza. Pero no pienso morirme, no está en mis planes, está descartado", precisó.

El día que el Maestro Henestrosa cumpla un siglo de vida, abrirá las puertas de su casa de par en par y ofrecerá a todo aquél que pase frente a su hogar un plato de guchegiña (un plato indígena) y bailarán sones indígenas.

Don Andrés es, como dice su hija Cibeles, una bolita de algodón. Sí, pero rosada. Pequeño y delgado, camina con pasos cortos. Viste un traje oscuro al que acomoda un pañuelo rojo en la bolsa del pecho.

Su bigote pequeño y bien recortado lo remueve continuamente con sus dedos suaves, pero fríos, mientras sus ojos curiosos e inquisidores le dan a su mirada intensidad y dulzura a la vez.

Según Conaculta, a lo largo de casi toda la entrevista, el maestro mantiene una actitud viva y atenta. Son pocos los rastros de melancolía en sus respuestas, quiere mostrarse siempre como es, un ser apasionado.

Por eso dice que lo que más le gusta es vivir y que no ha perdido ningún día de su vida: "No hay cosa que más ame que la vida, ni situación que más tema que la muerte. pero tenemos que morir, por eso debemos jugar al escondite con la muerte, burlarla hasta darle la vuelta, pero ella siempre sale ganando. El día menos esperado nos sacará y nos iremos de cabeza. Pero no pienso morirme, no está en mis planes, está descartado".

También confesó: "Vivo todos los días pensando en el mañana, quiero saber si va a llegar, si me va encontrar vivo. Le tengo mucho miedo a la muerte. Hay noches en que no quiero dormir por temor a no despertar. Abro los ojos a media noche y me toco el pecho para ver si me palpita el corazón y hoy he estado particularmente triste, pero por nada en concreto, simplemente la tristeza vino a mí".

Por eso le parece una tontería gastar la vida en cuestiones inútiles: "Hay que dedicarla a actividades alegres y útiles. Querer al vecino, a la gente de tu tiempo, tener una amiga, un amigo".

Poeta, narrador, ensayista, filólogo, historiador y orador, Andrés Henestrosa desea que al menos una de las palabras que ha escrito, lo sobreviva.

Sobre sus amigos, lamentó que no quede vivo ninguno de su juventud "porque no cualquiera vive 100 años". Confesó que se inició en el amor "muy temprano", a los 13 años "y después no perdí ningún día, seguí cultivando esta virtud con mucho ahínco".

Piensa que vivir es muy duro: "Hay que batir mucho lodo y hacer una vida que aunque sea barro, pueda reflejar, sin que se manche, una estrella".

Vive en esta capital en una calle que lleva su nombre y dos placas conmemorativas informan al visitante que ahí reside el escritor nacido en Ixhuatán, Oaxaca en 1906. Autor de "Los hombres que dispersó la danza", su obra más citada, tras haberse recuperado de una enfermedad respiratoria y luego de preguntarle ¨cómo se siente?, respondió:

"Pues son 100 años, me siento bien para mi edad, no tengo mayores achaques, sino mis años. Leo sin lentes, escribo, pienso, como, platico. He vivido casi un siglo, los cumpliré el 30 de noviembre y me siento muy bien. Pero el tiempo es un parpadeo".

Señaló que continúa escribiendo porque es su oficio y narró que acaba de concluir sus memorias llamadas "El cercano y lejano ayer", el ayer que no se va, el ayer que regresa y está presente, el ayer remoto, pero que puede ser cercado con una palabra, con una evocación.

"Mi obra -resumió- es un acercamiento para entender al mundo. Todos los hombres, pero con mayor razón los escritores tienen que conocer el lugar donde están viviendo, y el pasado para poder entender más o menos lo que será el futuro, esto lo hacen todos los hombres que están vivos; lo otro se va en vegetar, en simplemente vivir. Yo, a pesar de mis años, tengo esas preocupaciones y me siento muy bien".

"Pero cuando uno cree haber entendido un arte o el entorno, resulta que no es como nos lo explicamos, sino completamente diferente. Me sucede con México, cuando creíamos que estábamos establecidos surgieron nuevos gobiernos y formas de pensar. Los hombres estamos obligados a conocer el tiempo que estamos viviendo, a saber por qué es así y cómo puede ser el futuro", aseveró.

Aseveró que le preocupa el presente de México, "siempre, desde niño, desde que estaba en mi pueblo estoy presente en la vida de México, pensando qué puede ser de nosotros, pero todavía no logramos establecernos porque somos muchos, muchas razas, muchas etnias.

Dijo que los indios zapotecas a los que tanto ha difundido han vivido 300 años luchando y lo siguen haciendo. Otros han tratado de acabar con las lenguas indígenas y no lo han logrado porque las lenguas no nacen de un día para otro ni se pueden quitar repentinamente.

"Las lenguas somos nosotros, el idioma nos hace y seguiremos hablando lengua indígena, junto con el español; el ideal es que todos hablemos español y que sigan vivas las lenguas indias", precisó.

Al preguntársele si ha cambiado mucho el zapoteca que él aprendió, al que se habla actualmente, respondió:

"Claro, porque ningún pueblo dominado deja de ser invadido por la lengua del dominador. Poco a poco se va infiltrando hasta que llega a formar parte de su lenguaje. En mi casa hablamos el zapoteca, es la lengua familiar.

"Algunos de mis libros han sido traducidos al inglés y al francés, pero muy pocos en lengua indígena porque no es útil ni necesario hablar muchos idiomas para entenderte con tu tiempo y con tu gente, basta con que el español sea la lengua de todos"

Consideró que si los zapotecas lo van a leer, mejor que lo hagan en español porque no tenemos signos especiales, tenemos que escribir con el alfabeto español, porque las lenguas indígenas se escriben en lengua española.


"Los jóvenes zapotecas hablan la lengua en forma muy viciada, pero se habla todavía, la lucha es que hablemos nuestra lengua nacional, el español, sin detrimento de las lenguas indígenas, ellas siguen vivas porque después de 300 ó 400 años se siguen hablando", sentenció.

Al inquirírsele cuáles son sus amigos más entrañables, manifestó: "Como tengo tantos años, ya casi ninguno queda. La última amiga que tenía, Lola Olmedo, murió hace unos años, ahora estoy solo".

"Mis amigos de ahora son nuevos, pero son de otro tiempo. Recuerdo a los amigos que tuve en la escuela: Hereminio Ahumada, que después fue yerno de José Vasconcelos; Alejandro Gómez Arias y un tal Arvidez que creo que está en cama, pero ya no queda ninguno, porque no cualquiera vive un siglo", precisó.

Comentó que tiene una familia longeva y que eso sí se hereda, "por el lado materno puedo vivir más años porque mi mamá vivió 105 años, mi abuela 98, una tía 111 y yo tengo casi 100".

Don Andrés confesó: "Con los años todo mengua, pero tengo vivo mi corazón y espero que así me dure unos cuantos años más".

"Los viejos releemos. Ahora estoy con El Quijote pero no lo leo en orden, sino que elijo páginas al azar; reviso un periódico, no veo televisión, por la noche escribo una hora los sucesos que me hayan impresionado durante el día", manifestó.

Agregó: "Llevo un diario, no muy riguroso porque hay días en que no apunto nada, y a veces hago notas sobre sucesos que me llaman la atención.".

"Pero también leo a Homero, últimamente retomé a Eurípides, en la edición que hizo Vasconcelos. Los griegos son los autores eternos. Justo Sierra dijo: primero los griegos, después los griegos y siempre ellos, porque ellos lo pensaron todo y lo escribieron, dijeron verdades. El argentino Leopoldo Lugones escribió: "pasó Grecia, pero quedó Homero. Los pueblos pasan, menos los hombres que dijeron una palabra hermosa, que dijeron una verdad, esos se quedan".

Expresó que escribe "para traducir lo que me ahoga o emociona y cuando lo hago me siento satisfecho. Es una forma de salir y explicarme el mundo, el poeta se siente invadido de un gran pensamiento, de un gran sentimiento que brega por manifestarse, entonces habla, escribe y queda tranquilo".

Al señalársele que él ya es un clásico, respondió: "Puede ser, he escrito centenares de artículos y quizá alguno logre salvarse y así podré dejar una palabra que me sobreviva, lo cual es muy difícil porque la palabra tiene que ser única. Pero alguna vez, alguna madrugadita escribiré una frase bonita".

Recientemente el Conaculta, que en 2003 publicó Personas, hombres, cosas, dentro de la colección Periodismo Cultural, lanzó el Premio Nacional de Ensayo Universitario 2006 Andrés Henestrosa a través del Programa Cultural Tierra Adentro.

Al respecto dijo: "Esos honores me alegran porque veo que mi lucha ha dado algún fruto, que no he arado en el mar. Mi deseo es que alguien encuentre en lo que escribo una palabra que le sirva para afirmarse en la vida, en la vocación, en el quehacer, que le dé un minuto, un segundo de alegría porque la vida es pura tristeza".

"Me conozco en cierta manera, nunca uno sabe lo que verdaderamente es porque: ¨de dónde nos salen tantas ideas, tantos sentimientos? Pero puesto que hemos nacido y vamos a morir, hay que dedicar la vida al bien, a ser útil a los semejantes", precisó.