Rancho Las Voces: Literatura / El cubano Leonardo Padura gana el premio Hammet a la mejor novela negra
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viernes, julio 14, 2006

Literatura / El cubano Leonardo Padura gana el premio Hammet a la mejor novela negra


G ijón, España.14/07/2006.(EFE).- El escritor cubano Leonardo Padura obtuvo el premio "Dashiell Hammet" a la mejor novela de género policiaco que concede la Semana Negra de Gijón por su obra «La neblina de ayer» (Tusquets), en la que analiza con mirada crítica la realidad de la Cuba actual bajo el prisma de la historia.

La novela galardonada es la sexta que ha escrito Padura con el policía Mario Conde como protagonista, y esta vez, ya retirado del Cuerpo, su personaje vuelve a sentir la necesidad de investigar un crimen relacionado con su nueva afición: la compra de colecciones de libros usados.

La historia de Cuba tiene peso específico en este relato como hilo conductor que conduce inexorablemente al análisis de las contradicciones individuales y colectivas de un pueblo que intenta sobrevivir con la mayor dignidad al presente.

Conde descubre en «La neblina del ayer» una biblioteca de valiosos libros del siglo XIX y principios del XX que había pertenecido a una familia burguesa cubana que se había exiliado hacía 40 años.

Dentro de uno de los libros, Conde encuentra una nota de una cantante de boleros de los años 50 en la que anuncia su retirada en la cumbre de su carrera y al investigar esa nota se ve inmerso en un pasado turbulento que conecta con la realidad de la Cuba actual.

Padura se ha convertido en uno de los autores más leídos en su país después de haber conseguido en La Habana el premio de la crítica por «La novela de mi vida», sobre los distintos exilios de Cuba, que se ha convertido en uno de los libros mas vendidos este año en la isla caribeña.

Otros premios

El español Ignacio Martínez de Pisón se alzó con el premio «Rodolfo Walsh» que se concede a la mejor obra de no ficción por su «Enterrar a los muertos» (Seix Barral), en la que el autor reconstruye el asesinato de un dirigente de izquierdas a manos de sicarios del régimen de Stalin, ocurrido en España durante la Guerra Civil.

En «Enterrar a los muertos» Martínez de Pisón rescata la historia de José Robles Pazos, profesor amigo del escritor norteamericano John Dos Passos y traductor al español de su obra, quien pese a ponerse al servicio del bando republicano fue asesinado por los servicios secretos soviéticos en España durante la contienda.

La actuación de Dos Passos en favor de la familia de Robles y para salvaguardar la memoria de su amigo, a quien se quiso hacer pasar por traidor a la República, sirvió para distanciarle definitivamente del otro amigo con el que coincidió en la Guerra Civil, Ernest Hemingway, quien restó importancia a la desaparición de Robles.

Durante la lectura de los fallos de los distintos premios que concede la Semana Negra, el director del certamen, Paco Ignacio Taibo II, consideró que estos galardones «son representativos de la lengua hispana» y destacó que son concedidos por los propios escritores, «de colegas a colegas».

El premio Memorial Silverio Cañada, concedido a la mejor primera novela negra, lo recibió en esta edición el mexicano Leonardo Fernández Bef, autor de «Tiempo de alacranes» (Editorial Moritz), mientras que el Premio Espartaco a la mejor novela histórica fue obtenido por León Arsenal por «La boca del Nilo» (Edhasa).

León Arsenal manifestó su alegría por el premio obtenido, y recordó que parece que esta novela le trae buena suerte puesto que es el segundo galardón que recibe. Fernández Bef agradeció al jurado su decisión y también a la Semana Negra su cálida acogida.

La lectura de las actas de los jurados es uno de los actos finales de la XIX edición de la Semana Negra, que se está desarrollando con una masiva afluencia de publico aunque con menores ventas de libros que en años anteriores.


Padura en dos entrevistas

A continuación reproducimos fragmentos de dos entrevistas que le hicieron al escritor cubano respectivamente Stephen Clark y Doris Wieser:

SC: Enfocándonos en tus novelas policíacas, género en el cual te has destacado últimamente, me da la impresión de que estos libros no son sólo para entretener al lector con un misterioso crimen de sangre sino para explorar aspectos controvertidos de la realidad cubana contemporánea. ¿Te basas en algún modelo al escribir este tipo de relato detectivesco? ¿Podrías hablar un poco sobre lo que te inspiró a escribir de esta forma?

Foto: Alexis Cordese

LP: Haces preguntas complicadas y difíciles. No existe una tradición de novela policíaca similar a la de Estados Unidos, Francia, o Inglaterra. Pero sí había una continuidad de creación en la novela policíaca. En los años 50, se escribieron algunos libros y se publicaron algunos cuentos policíacos en Cuba y de alguna importancia fueron los que escribió uno de los narradores cubanos más importantes de los años 30, 40 y 50 que es Lino Novas Calvo. Lo que pasa es que había una actitud muy vergonzante hacia la novela policíaca, y el mismo Lino Novas Calvo trabajaba en la revista Bohemia y publicaba aquellos cuentos que eran ficción absoluta como si fueran reportajes para darle alguna validez a lo que estaba haciendo. Porque un escritor cubano que escribiera cuentos policíacos, eso a nadie le interesaba. Incluso hubo un escritor cubano que hizo novelas policíacas publicadas con un seudónimo de evidente resonancia anglo. Y así podía parecer un escritor inglés o norteamericano que había escrito esas novelas y que eran traducciones al español porque se veía un poco extraño a un cubano publicando novelas policíacas.

Ya a partir de los años 70, comienza a escribirse en Cuba el género. Es un tipo de novela que en ese período generalmente cae en una excesiva politización de la literatura. Son novelas muy marcadamente políticas y en la mayoría de las ocasiones de muy escaso valor literario, pero que van haciendo como un espacio en la narrativa cubana y se va creando esa tradición pequeña, incipiente, durante 25, 30 años de novela policíaca. Incluso para mí es muy importante esta pequeña tradición porque cuando yo escribo la primera novela de la serie, Pasado perfecto, que se escribe en el año 1990, mi propósito fundamental es romper con ese tipo de novela policíaca, hacer una novela que fuera esencialmente cubana pero que fuera totalmente diferente de la novela policíaca que se había escrito en Cuba. Esa novela policíaca que era triunfalista, que tenía un héroe positivo que era infalible, en la cual estaban muy bien divididos los buenos de los malos, no me interesaba para nada. Entré en este camino que es un poco menos claro. El protagonista es una persona decente, una buena persona, pero es un hombre que está a la vez cargado de defectos, de problemas, un hombre un poco escéptico cuando empieza la serie, creo que desencantado cuando termina. Mis limitaciones como escritor tal vez las pueda superar o no las pueda superar. Pero, sí, no quería cometer los errores que habían cometido los anteriores escritores de novelas policíacas en Cuba. Entonces para mí fue importante que existiera esa pequeña tradición y entonces ya a la hora de escribir los libros sí me interesaba que no fuera simplemente una novela policíaca. Incluso he llegado al punto de llamarlos y considerarlos falsos policíacos. Porque aparentemente se está leyendo una novela policíaca pero cualquier lector un poco avisado se da cuenta de que la trama policíaca es muy endeble, está muy en función de decir otras cosas. Pero está hilvanada de una manera correcta. Lo que ocurre mantiene un interés para el lector a través de la estructura, la anécdota, pero todo lo que ocurre en el libro trasciende esa historia policíaca. Incluso, cada uno de los casos que debe resolver Mario Conde en estas cuatro novelas, son como miradas a la realidad cubana para penetrar un poco más allá de la misma solución de ese caso. El tiene que resolver con cada caso un problema de conciencia y tiene que entrar a desentrañar las profundidades de la realidad cubana contemporánea. Y eso sí fue un propósito expreso.

SC: ¿Y qué autores de novela policíaca más te inspiraron a escribir así?

LP: Como escritor de policíacos tengo 3 autores de absoluta cabecera, que son Hammett y Chandler en la gran tradición de la novela negra. Y ya en la literatura contemporánea, Manuel Vázquez Montalbán. De alguna manera lo que yo he hecho es una visión cubana de lo que ha hecho Vázquez Montalbán en la España postfranquista con su Pepe Carvalho. Es un poco eso de utilizar la novela policíaca como pretexto para penetrar en esa realidad donde todo está convulso y todo está cambiando.

SC: ¿Cuáles fueron los autores que más influyeron en ti durante tu juventud?

LP: Cuando yo ya tuve idea de que iba a escribir y de que quería escribir, el primer escritor que me deslumbró fue Hemingway. Literariamente le sigo agradecido a Hemingway sobre todo por lo que él llamó aquella técnica de mostrar solamente un octavo de lo que uno quiere decir y lo otro mantenerlo en el subtexto. Fue para mí un escritor importante. Incluso comencé imitando las traducciones al español de Hemingway. Fue lo primero que escribí. Después creo que la literatura hispanoamericana de los años 60 y 70, que fue tan importante en el mundo, me marcó de alguna manera. García Márquez, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Fernando del Paso y Julio Cortázar tienen mucho que ver con la forma en que escribo. Pero creo que lo que escribo y la manera que estructuro la historia tiene que ver fundamentalmente con la novela norteamericana de la cual soy un aficionado absoluto. Ya te mencioné a Hammett y a Chandler como dos de mis maestros en lo de la novela policíaca. Pero soy un lector absoluto y convencido de escritores como Updike, como Salinger, como John Dos Passos, es decir todos esos escritores a partir de los años 20. En general creo que la novela norteamericana y el cuento norteamericano han sido fundamentales para mí. Y hay allí esa combinación: tomo de los escritores norteamericanos la manera de ver la literatura y de estructurar las historias, y de los latinoamericanos una forma de expresar el lenguaje. En general creo que hay otros autores que de alguna manera me han ido dando pautas. Te mencioné a Vázquez Montalbán para lo de la novela policíaca, pero no puedo dejar de mencionarte un escritor como Guillermo Cabrera Infante a la hora de escribir en cubano. Creo que el gran mérito de Guillermo Cabrera Infante, con independencia de lo que representan sus libros, es lo que dicen sus libros y cómo están dichos sus libros. Él, para mi juicio, es el creador del habanero literario, el idioma habanero. Y eso es una ganancia a partir de la cual ningún escritor que escribe sobre asuntos cubanos y que vive en La Habana puede prescindir. Y ha sido para mí otra de las influencias importantes.

La entrevista de Doris

Leonardo Padura se conoce en Cuba no solamente por su narrativa, sino también por sus artículos periodísticos publicados en El caimán barbudo y Juventud rebelde, así como por sus ensayos literarios sobre distintos autores cubanos y latinoamericanos. Actualmente es el autor más popular de Cuba. Su mérito en el campo de la literatura consiste particularmente en haber renovado y reformado el género policíaco en su país. El héroe de su serie de novelas policíacas llamada „Las cuatro estaciones“ (publicada por Tusquets) es el desordenado, frecuentemente borracho, descontento y desencantado Mario Conde, un personaje muy atractivo para el lector porque permite la identificación con él. Gracias al gran éxito de sus libros y a la popularidad del personaje, Padura resolvió continuar la serie después de las cuatro novelas inicialmente planeadas, que son Pasado perfecto (1991), Vientos de cuaresma (1994), Máscaras (1997) y Paisaje de otoño (1998). En el 2003 publica su quinta novela con el Conde, Adiós, Hemingway (por Norma) y actualmente está por terminar la sexta, La neblina del ayer, que saldrá en marzo del 2005 (por Tusquets). Escribió además una novela de confección histórica-detectivesca sobre el primer poeta romántico cubano, José María Heredia, con el título de La novela de mi vida (2002, Tusquets).

Doris Wieser: Usted ya ha escrito cinco novelas policíacas. Sin embargo no parece ser un autor únicamente de género, ya que entre sus novelas cuenta también La novela de mi vida sobre el poeta nacional cubano José María Heredia. Además usted ha llamado sus novelas “falsos policíacos” porque la trama policíaca está en función de decir otras cosas. ¿Si es así, por qué ha preferido la novela policíaca? ¿Qué se puede lograr con este género que no se puede expresar de otra forma?

Leonardo Padura: Bueno, tienes razón. Creo que lo que yo hago es una utilización del género policial más que una escritura del género policial. Uso la palabra “utilizar” porque empleo recursos, formas y estructuras de la novela policial con vistas a tratar de convertir mi literatura en una literatura que - partiendo de una visión muy personal de la realidad cubana - se convierta de alguna manera en un reflejo de lo que ha sido la vida cubana y la sociedad cubana en estos los últimos años. La novela policial tiene para mí una virtud muy grande. Es una literatura que cuando uno la intenta hacer desde una perspectiva literaria - se sabe que hay muchas novelas policiales que escasamente rozan lo literario - pero cuando uno la trata de hacer desde una estructura literaria es un género muy agradecido. Es un género muy literario en sí y tiene además la virtud de que te coloca directamente en un lado de la realidad y de la sociedad que siempre es el más oscuro. La novela policial habla de crímenes, violaciones, robo, habla de lo peor de la sociedad. Y esta virtud para mí es muy importante porque yo quería - y fue lo que pensé desde que escribí Pasado perfecto, la primera novela de esta serie - hacer una literatura que de alguna manera fuera dejando también testimonio de lo que ha sido la vida cubana en estos años. Hay un elemento en la realidad cubana que es muy importante: No existe en Cuba un periodismo que refleje todas las contradicciones de la realidad. El periodismo cubano que se hace dentro de Cuba es un periodismo oficial porque los periódicos pertenecen al estado. Muchas veces, el que se hace fuera de Cuba es un periodismo que trata de buscar lo peor de la sociedad cubana como una manera de promover un estado de ánimo, una idea diferente de Cuba. Y son dos polos que siempre están en antagonismo. Yo quería hablar, desde una realidad que conozco muy bien y desde una perspectiva interior, de este mundo cubano con una visión - como te decía en el principio - personal pero que también fuera en muchos sentidos la visión de mi generación, de las frustraciones, las esperanzas, los desencantos de mi generación. Por eso, de novela policial hay un porciento evidente en estos libros, pero creo que hay mucho más que novela policial. Por eso, yo no me siento un escritor de novela policial aunque haya escrito cinco novelas policiales, como tú bien dices, y esté terminando una sexta - todas con el personaje de Mario Conde por cierto - porque mis intereses realmente nunca están en quién mató a quién, sino en por qué alguien mató a otro, por qué alguien robó, cómo lo hizo. El quién es lo menos importante, el cómo y el porqué son los que más me interesan.

DW: La novela de mi vida imita en algunos aspectos las estructuras de sus novelas policíacas, pensemos en la búsqueda de información a través de entrevistas. ¿Dónde están los límites del género o cuál sería su definición mínima de novela policíaca?

LP: Sí, tienes toda la razón. Aunque no lo parezca yo creo que la más policíaca de mis novelas es La novela de mi vida, porque la búsqueda, la investigación es fundamental en esta novela y además el descubrimiento de los “culpables” (entre comillas) que pueda haber en la historia de Fernando Terry [personaje de la novela, dw], en la historia del propio Heredia y la suerte que sufren los papeles de Heredia en el pasaje en que su hijo que es el personaje protagónico. Yo creo que los límites de la novela policial en estos momentos - no estoy hablando ya de la novela policial clásica estilo Agatha Christie, ni siquiera de la novela policial del hard-boiled americano de Chandler o de Hammett, sino en la novela policial contemporánea - yo creo que los límites se han perdido, que no existe el límite y que lo que puede quedar es una intención de escribir un tipo determinado de novela que tenga características de novela policial. Por ejemplo, uno de los modelos que a mí más me interesan en lo que se pudiera llamar novela policial contemporánea es la literatura de Rubem Fonseca, el escritor brasileño, que no es literatura policial, pero sí es literatura policial, porque es una literatura sobre la ciudad, sobre la violencia, sobre el miedo. Creo que esos son los elementos que me interesan incorporar a mis novelas a pesar de que mi mundo no es el mundo de Rio de Janeiro en que se mueve la literatura de Rubem. Mi intención de utilizar determinado tipo de recursos de la novela policial, sin pensar en límites, es lo que me acerca al género.

Por ejemplo, la novela que estoy escribiendo ahora, La neblina del ayer, - estoy terminando ya los arreglos finales - es una novela en la que el asesinato se produce en la mitad de la novela, es decir, el lector ha leído 150 páginas y no se ha cometido un asesinato. Se presiente que hay algo raro en el pasado, pero en el presente no ha pasado absolutamente nada. Eso rompe todo lo que pasa en una posible novela policial pero el libro sigue siendo a la vez una novela policial. Creo que la gran libertad de la novela policial contemporánea es que permite que tantos autores la estén cultivando viéndola fundamentalmente como literatura urbana, literatura de la violencia, literatura del miedo y de la inseguridad ciudadana. Eso sigue siendo también literatura policial.

ENLACES RECOMENDADOS
Entrevista de Stephen Clark
Entrevista de Doris Wieser
Datos Bibibliográficos de Leonardo Padura
Semana Negra