Rancho Las Voces: Literatura / Conversaciones con Beckett
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sábado, julio 15, 2006

Literatura / Conversaciones con Beckett

(Foto: John Haynes)

C iudad de México, 15 de julio de 2006. (El Universal / Confabulario)«Este año en que se celebra el centenario de Samuel Beckett (1906-1989), hemos presenciado homenajes de todo tipo. Pero ninguno como el que le rinde la editorial Siruela al publicar por primera vez en español las conversaciones que el poeta y dramaturgo francés Charles Juliet sostuviera entre 1968 y 1977 con el gran escritor irlandés. (...)larga entrevista en la que la agudeza del autor de Esperando a Godot oscila entre el silencio abismal y lo simple...», dice la revista Confabulario en su última edición, que reproduce dos capítulos del trabajo de Charles Juliet con el título Beckett, el inconsolable.

Hemos seleccionado este fragmento para los lectores del Rancho:


Volvemos a su obra. Reconoce que ha ido alejándose cada vez más de sus textos.

—Al final, ya no se sabe quién habla. Hay una desaparición absoluta del sujeto. A eso es a lo que conduce la crisis de identidad.

Considera que el artista está obligado a desaparecer como individuo ante lo que hace.

Vuelvo a sus Textos para nada . Cito algunos fragmentos... “Esa nada que abunda...”. Sonríe.

Me habla de Joyce, de Proust, de que ambos pretendían crear una totalidad y transmitirla en su infinita riqueza. No hay más que examinar, observa, sus manuscritos o las pruebas que han corregido. Nunca acababan de añadir y de volver a añadir. Él actúa de otra manera, hacia la nada, comprimiendo sus textos cada vez más.

Le hablo de la “pobreza” de su universo, tanto en lo que respecta a la lengua como en lo que respecta a los medios utilizados: pocos personajes, pocas peripecias, pocos problemas abordados, y sin embargo todo lo que importa está dicho, y con qué vigor, con cuánta singularidad.

Admite sonriendo que, en alguna parte, ambas maneras deberán encontrarse.

—A menudo —continúo diciendo— me he preguntado cómo ha sido posible que no haya usted muerto de vergüenza.

Me va a responder, pero cambia de parecer. Como antes, se queda totalmente ensimismado, y entonces parece que ya no hay nada vivo en él. La mirada increíblemente intensa, fija y ciega, el rostro y el cuerpo petrificados...

Al cabo de un largo silencio de varios minutos, reaparece.

Otro largo silencio. Pero creo que debo proseguir. Le digo que estoy asombradísimo de que haya podido subsistir en él la fe en la escritura y en la comunicación.

También a él le asombra. Habla de misterio.

Me refiero a la universalidad de su obra. Al hecho de que miles de personas del mundo entero hayan podido descubrir, leyéndole, lo que hay en lo más recóndito de su ser y de lo que no tenían conciencia.

Baja la cabeza.

—Ése también es otro misterio.

Continúa hablando pero no oigo algunas de sus palabras pronunciadas en voz demasiado baja...

Luego X... nos interrumpe..., es un escritor-editor que quiere que Beckett firme algo.

Cuando X... se retira, después de haber importunado a Beckett con su molesta insistencia, me doy cuenta de que nuestra entrevista ha terminado.

Se produce un silencio de cuatro o cinco minutos y espero a que dé la señal de partida.

Pero es él quien me hace preguntas sobre mi persona y mi trabajo.

En diciembre se marchará a Marruecos para no estar en París durante las fiestas.

Le hablo de Irlanda. En 1968 tuvo que ir a Irlanda durante cinco días a un funeral, pero ya no va a volver. ¿Qué piensa de esa guerra? No le interesa. Pero después de unos instantes se refiere a ella con cierta vehemencia. Me cita esta frase de Mitterrand:

“El fanatismo es la estupidez”.

—Allí, no hay dos fanatismos, sino tres, cuatro, cinco, que a su vez están desgarrados por otros fánatismos.

Me explica por qué se obstinan en mantener con vida a Franco hasta el 25 [sic] de noviembre. Ese día será un franquista el que pueda nombrar al jefe de gobierno, mientras que si muere antes sería alguien del otro lado.

—Ni a Goya se le ocurrió algo parecido.

Sigue yendo a su casa de campo, donde se queda solo durante dos o tres semanas seguidas. Escribe por la mañana y por la tarde hace algunas chapuzas, o bien pasea por su prado o, si no, va en coche a visitar lugares más aislados por donde pasear.

—¿No se siente usted solo?

Hace un gesto de asombro.

—No, no, en absoluto. Al contrario. Pero cuando era más joven no hubiera podido hacerlo.

Me habla con fervor del silencio. Del placer de poder seguir el curso del sol desde que se levanta hasta que se pone.

Como un eco de lo que le ha dicho X... hace unos momentos, me habla del afán por el éxito literario. Recuerda a Van Gogh...

—Cuando uno piensa en que no vendió ni un solo cuadro...

(14 de noviembre de 1975)

Traducción de Julia Escobar.

Juliet (Ain, 1934). Escritor. Entre sus libros: Fragments , Journal (3 vols.), Encuentros con Bram van Velde y Giacometti .

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