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La mítica bailarina. (Foto: Archivo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 12 de julio 2010. (RanchoNEWS).- A sus más de 70 años, la bailarina Yolanda Montes Tongolele aún hace fantasear a gente de todas las edades. Unos, los más jóvenes, la idealizan y la ponen en un altar, conformándose con estar cerca de ella. Pero hay otros que están dispuestos a todo con tal de poseerla, incluso llegar al secuestro. Una nota de Fernando Camacho Servín para La Jornada:
Tal es la historia que cuenta el escritor Guillermo Samperio en su más reciente novela, Tongolele y el ombligo de la Luna (Ediciones B), libro dirigido al público infantil y juvenil, que igualmente pueden seguir los lectores adultos que recuerden la época glamorosa de las rumberas.
La idea de realizar este homenaje a una de las bailarinas más emblemáticas de la época de oro del cine mexicano comenzó cuando el autor, en su infancia, pudo verla actuar en vivo, imagen que lo acompaña hasta hoy.
«Vengo de una familia de artistas. Mi padre formaba parte de un trío y me llevaba a los sets cinematográficos y, cuando ya estaba más grande, a los cabarets, que en ese época era un divertimento casi familiar», recordó Samperio en entrevista.
Aunque ya la había visto en varias películas, no era lo mismo contemplarla en la pantalla que en vivo, y comprobar «que era una escultura viviente».
El talento y carisma de Tongolele, consideró el escritor, la hacía estar al mismo nivel de divas como María Félix y Dolores del Río, aunque estuvieran en disciplinas distintas. «Era un fenómeno a la altura de cualquier otra figura de ese tiempo. Es una maravilla que todavía esté viva, y que se conserve tan bien».
Dado que en principio el libro está dirigido al público infantil, los protagonistas de la novela también son niños, lo cual facilita que los lectores se sientan identificados y la trama fluya con naturalidad.
En la historia de Juan José, el pequeño que está enamorado de la Diosa Pantera y después de su sobrina, Laura, está un poco del mismo Samperio a esa edad, cuando el despertar erótico venía de la mano de revistas donde aparecían dibujos de mujeres «estilo Tongolele», que el autor se dedicaba después a calcar sin censura en hojas de papel albanene.
«Sin dejar de ser sensual y sugerente, el baile de las rumberas seguía siendo artístico, lo que ya no sucede con las teiboleras, que parecen más gimnastas que bailarinas. Por eso el teibol me aburre».
Si bien el proceso de escritura fue divertido, Samperio se enfrentó con el reto de hacer una novela que enganchara lo mismo a niños que a adultos, que planteara una historia divertida y amena, pero con algunas ideas más complejas.
«Tengo ganas de llevarle el libro a ella. No sé cómo va a reaccionar, pero ojalá que lo tome como homenaje a su figura, porque este libro para mí fue un homenaje al medio artístico al que perteneció mi padre», señaló el autor.
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