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El artista durante la entrevista. (Foto: José Antonio López)
C iudad Juárez, Chihuahua, 2 de febrero 2011. (RanchoNEWS).- De la organización de su archivo personal, en particular el material gráfico, ha salido el volumen con 429 imágenes, que abarca casi seis décadas de trabajo, titulado Vicente Rojo. Puntos suspensivos, escenas de un autorretrato. Una entrevista de Merry MacMasters para La Jornada:
El libro, coeditado por Ediciones Era y El Colegio Nacional), será presentado el 5 de marzo a las 12 horas en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
Se trata de «una síntesis amplia» de lo que el pintor, escultor y grabador ha realizado en diferentes técnicas, pero que además tenía fotografiada. De hecho, el libro se estructuró en el transcurso de los pasados dos o tres años con la colaboración de su hijo, Vicente Rojo Cama, «quien lo iba armando a medida que le pasaba los materiales. Hay muchas cosas que debieran estar allí, pero que no tuve posibilidad de ponerlas. Nunca he tenido un buen archivo, nunca he tenido tiempo de hacerlo. Últimamente comencé a poner un poco de orden».
Concluida una obra, ¿de inmediato se fotografía?
Normalmente recurro a un fotógrafo profesional que siempre es un amigo, pero eso sólo lo he hecho en los años recientes. Al principio de mi trabajo, y mucho después, no tenía ese cuidado. Se retrataron algunos cuadros, fotografías hechas para algún catálogo, pero tener así una organización rigurosa de mi archivo, eso lo hago de 20 años para acá.
¿Significa eso que de muchas de sus obras no hay un registro fotográfico?
En efecto, de muchas, no.
¿Hay obras que están perdidas o no se sabe dónde están?
Sí, hay muchas obras que ignoro dónde están. Además, tengo la costumbre de no preguntar a mis dos galerías que venden en México, la Juan Martín y la López Quiroga, quién compró los cuadros.
Si ellos me dicen, es que fulanito, esa persona, ese amigo, compró, ¡ah, qué bien!, pero no pregunto. Es un trabajo que corresponde a las galerías.
¿Le han propuesto alguna vez hacer un catálogo razonado de su obra o vertiente?
Nunca, me parecería imposible hacerlo.
Pero, ¿le gustaría que alguien más lo hiciera?
Podría enloquecer. No quisiera que nadie se ocupara de ello. Sería un trabajo enorme y pienso que con la presente síntesis, aunque no sea del todo completa es ya una buena manera de mostrar mi trabajo.
Puntos suspensivos incluye, además, un texto autobiográfico intitulado Me llamo Fritzi (se refiere al gato de la familia de Paul Klee, testigo mudo del concierto que dieron los padres del pintor cuando éste regresó de la Primera Guerra Mundial). El punto de partida del texto son las 10 notas autobiográficas que con el nombre Los sueños compartidos sirvió a Rojo para ingresar a El Colegio Nacional, en 1994.
¿Le gusta escribir?, ¿le cuesta trabajo?
Soy muy respetuoso con la escritura y las palabras. Crear una frase me produce una gran emoción, pero nunca sé si es la frase justa, o tengo tres o cuatro frases para decir lo mismo y no sé cuál escoger. Aquí tuve que escoger una y es la que quedó. Ésa es mi relación con la escritura, por eso mi última serie se llama Escrituras, pensando que a lo mejor pictóricamente pudiera tener un desarrollo mayor que en lo literario.
¿No le gusta hablar de su persona?
Prefiero hablar de lo extraordinariamente bien acompañado que he estado a lo largo de toda mi vida. Esa colaboración, amistad, ese cariño y amor que he tenido me han permitido hacer el trabajo que se representa en este libro, no sé si bueno o malo.
Mientras Rojo no siente la necesidad de hablar de su obra, sí cree un deber responder a las preguntas que la prensa le hace. De hecho, para la elaboración de su texto «repasó» muchas entrevistas concedidas.
Como complemento, cada selección de su texto comienza con «tres cabezas con que los periódicos presentaron esas entrevistas. Digo que muchas veces esos titulares sintetizan muy bien lo que quise decir a lo largo de 18 preguntas».
Rojo recuerda muy bien su primera entrevista. Ya llevaba 20 años de exhibir y Margarita García Flores le insistía, «como compañeros que éramos en la Revista de la Universidad, que me quería entrevistar. Me negaba, no me parecía que debiera hacerlo, hasta que un día le pregunté, ¿por qué insistes tanto?, y me dijo, ‘mira, te insisto porque por cada entrevista me pagan 600 pesos y los necesito’. A partir de ese momento pensé que debía corresponder al interés de mis compañeros en la prensa cultural».
¿Le han propuesto alguna vez escribir su biografía?
No creo que haya material. Mi versión de lo que haya podido hacer, equivocado o no, está en el libro.
No creo que mi vida tenga interés para que alguien se le ocurra hacer una biografía. A lo único que he aspirado es a poder hacer bien mi trabajo y creo que lo he logrado, en el sentido de que siempre he hecho lo mejor que sabía hacer, por tanto, eso me produce una cierta tranquilidad. Otra cosa que también digo en el libro, que viene de una entrevista, es que nunca he competido con nadie. Eso también me produce una enorme tranquilidad.
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