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El escritor estadounidense. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de febrero de 2011. (RanchoNEWS).- Sensacional hallazgo en Texas: han aparecido quince relatos cortos inéditos de Dashiell Hammett, el mítico autor de El halcón maltés y Cosecha roja. Los ha encontrado Andrew Gulli, un mandarín de la novela negra que va a publicar por lo menos uno de estos tesoros ocultos el mes que viene en The Strand, un magazine de culto para los amantes del género, informa Anna Grau, corresponsal en Nueva York, de ABC.
Gulli es una fiera que anteriormente ya ha desenterrado inéditos de Agatha Christie, Graham Greene e incluso Mark Twain. Ahora la buena nueva es para la legión de nostálgicos de Hammett, el Ernest Hermingway de la novela negra, el autor en el que vida y obra más se han entrelazado para dar lugar a la fascinación.
Hammett siempre presumió de que sus caracteres, incluido el célebre y gélido Sam Spade inmortalizado en el cine por Humphrey Bogart, provenían de gente que había conocido en el transcurso de sus aventuras. Sobre todo cuando entre 1915 y 1922 fue detective de la mítica agencia Pinkerton.
Hay que decir que la Pinkerton, que se ocupó de la seguridad personal de Abraham Lincoln durante la guerra civil americana, era en parte agencia de detectives, en parte poder fáctico. Varios presidentes de Estados Unidos le confiaron tareas que andado el tiempo desempeñaría el FBI, incluyendo el contraespionaje doméstico, el control de subversivos y romper huelgas. Este fue el motivo de que Dashiell Hammett, militante de la izquierda más radical, se decepcionara y se desenganchara.
Sirvió en la primera guerra mundial y en la segunda, en la que se coló tirando de los contactos que tenía, que a la fuerza habían de ser estupendos: pues Hammett no sólo era tuberculoso (volvió con un enfisema) sino comunista. Por menos de eso uno era declarado indeseable en el ejército de Estados Unidos, como les pasó a algunos supervivientes de la Brigada Lincoln.
Todo este poutpourri vivencial, más un matrimonio no muy feliz con una enfermera, con la que tuvo dos hijos pero casi no convivió –ella temía el efecto de la tuberculosis del padre en los niños— dio pie a una perspectiva literaria única, donde se funden la intriga y la denuncia social. Hammett se adelanta a Raymond Carver y a todos los grandes cronistas del antihéroe americano, a los habitantes de las urbes malditas y de los guetos sin esperanza. La brutal violencia que navegan sus personajes es desesperada y es existencial. Una vez leída ya no se olvida nunca. Queda grabada en el alma como un bautismo de fuego.
Su emparejamiento con la guionista y novelista Lillian Hellman aportó cierta estabilidad crepuscular a su vida. Aún así en sus últimos años hubo más activismo político que literatura y más salud quebrantada que ilusión. Murió en 1961, el mismo año en que Kennedy llegaba a la presidencia, de un cáncer de pulmón que le fulminó en dos meses. Como veterano de guerra está enterrado en Arlington. Junto a los héroes y algunos antihéroes.
Su retorno a la actualidad es como una invitación a asomarse a lo más crudo y a la vez más ingenuo de América. A una amarga adolescencia de los Estados Unidos marcada por la Gran Depresión, una enorme desigualdad social y por ende un idealismo tenaz, casi religioso. Una edad a la vez negra y dorada. Tan abominable como adorable.
Gulli ha encontrado los inéditos de Hammett buceando entre los archivos literarios del Harry Ransom Center, un bastión de estudios humanistas en la Universidad de Texas en Austin. El anuncio de su inminente publicación en The Strand ha desatado la euforia:
«Simplemente nunca vamos a tener bastante de Hammett. Estas novedades son muy excitantes. Abren la posibilidad de estudiar y entender historias nunca publicadas hasta ahora», se regocijaba el crítico literario de The Wall Street Journal y experto en novelas de detectives, Tim Nolan.
Sin duda una buena dosis de estudio le viene bien a Hammett, un autor que no por sencillo y directo –real o aparentemente— ha dejado de ser nunca oscuro. Sobre todo cuando se le lee traducido, no es raro tener que parar a media página para preguntarse con perplejidad: ¿y qué ha querido decir con esto? ¿Por qué Spade tiene tan claro que ahora tiene que ir a interrogar a éste o a áquel? ¿Qué pasa, me he perdido algo?
La receta del novato
Es muy americana la tendencia a la trama sumergida o incluso subterránea, a los «Guadianas» narrativos pensados para desconcertar al lector. Andrew Gulli se ha distinguido con anterioridad por aconsejar a los autores noveles de ficción negra que se atengan a unas cuantas reglas elementales si de verdad quieren triunfar: a) un buen arranque, que enganche sin dudar b) un desarrollo que esté a la altura de tal arranque c) evitar la verbosidad, el exceso de nombres, de adjetivos y de detalles d) controlar lo autobiográfico e) desarrollar caracteres interesantes e historias que, además de ritmo y enganche, aporten alguna trascendencia, algún sentido superior de propósito .Hasta aquí, Hammett pasa la prueba.
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