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«Hay que garantizar la continuidad de festivales como Salida al Mar», dicen De Nápoli y Pérez Salerno. (Foto: Jorge Larrosa)
C iudad Juárez, Chihuahua, 10 de noviembre 2011. (RanchoNEWS).- El encuentro arranca a las 18.30 en el Malba, con entrada libre y gratuita. Vendrán como invitados poetas de Chile, Ecuador, Uruguay, Perú y México y también leerán varios locales. Además habrá performances, música en vivo y una feria de publicaciones. Una nota de Silvina Friera para Página/12:
La felicidad colectiva que contagia la costumbre de juntarse a leer se puede olfatear en el aire de una mesa épica, una parrilla del barrio de Almagro donde se gestó la movida, hasta la terraza del Malba. El Festival Latinoamericano de Poesía Salida al Mar, un clásico itinerante hecho a pulmón por inquietos y curiosos poetas y editores argentinos, continúa encendiendo la chispa de la palabra, como si un resorte imponderable los animara en el afán de cruzar voces emergentes y consagradas. La octava edición, que comienza hoy a las 18.30 con entrada libre y gratuita en el auditorio del Malba y en varias sedes más –el bar Grau, el teatro Mandril y la librería La Libre–, contará con la participación de Elvira Hernández (Chile), Ernesto Carrión y Fernando Escobar Páez (Ecuador), Roberto Appratto (Uruguay), José Carlos Yrigoyen (Perú), Paula Abramo y Óscar de Pablo (México), y un puñado de argentinos: Mirta Rosenberg, Carlos Battilana, Mercedes Araujo, Alejandro Méndez y Valeria Tentoni, entre otros. A las lecturas, performances y música en vivo se suma, como se estila en este encuentro, una feria de publicaciones con material de editoriales y revistas de poesía de todo el continente, como Gog y Magog, Bajo la luna, Nudista (Córdoba), IAP, Viajera, Eloísa, Black & Vermelho, Universo Bakterial (Perú), Calabaza del diablo (Chile), Niño Stanton, :e(m)r, Diatriba, PLUP.
«El festival tiene un criterio ecléctico», confirma la poeta Javiera Pérez Salerno, una de las organizadoras junto a Cristian De Nápoli y Cecilia Eraso, a Página/12. «No sólo nos interesa iluminar lo que está sucediendo en las escenas poéticas actuales, con escritores jóvenes como puede ser el caso de la mexicana Paula Abramo o de una amplia trayectoria como Elvira Hernández, sino también generar un lugar para conocer el trabajo de poetas argentinos que raramente leen en Buenos Aires, o poetas que nos interesan y no se los ve muy seguido en lecturas –aclara Pérez Salerno–. El cruce generacional y de estéticas es algo que alentamos. Sobre todo, nuestro trabajo como organizadores es leer poesía, actual y no tanto. Y a partir de eso ponerla a dialogar». Hernández, la poeta chilena que estará leyendo en la terraza del Malba y en el teatro Mandril, forma parte de la llamada «generación del mimeógrafo», poetas que en los ’80 difundieron sus escritos por ese mecanismo. Así se conoció, en pequeñas tiradas, La bandera de Chile, poemario de Hernández que fue editado en Buenos Aires por el sello de José Luis Mangieri, Tierra Firme. Abramo, en cambio, nació en México en 1980; su primer libro, Fiat lux –el nombre de una compañía de fósforos y su respectiva fábrica–, tiene como materia prima la vida de su padre, tíos, abuelas y abuelos en Brasil.
En esta edición no hay mesas de debates, justo cuando pareciera que regresó, o que nunca se fue, el debate sobre «la poesía de los ’90». El año pasado se guillotinó un libro de Fabián Casas y se presentó una antología, «Si Hamlet duda le daremos muerte», con ánimo de polemizar. ¿Qué tienen para aportar, decir o discutir, los organizadores del festival?
Cristián De Nápoli: Está el hecho que usted señala, el «ajusticiamiento» de un ejemplar de Casas, y está también, más fuerte, cierta movida que hubo contra el Festival de Rosario por invitar a la poeta Fernanda Laguna, que algunos identifican con una poesía de lo banal o lo frívolo. En principio, guillotinar un ejemplar de un libro no es tan terrible; no hay que rasgarse las vestiduras porque nadie está quemando una tirada o prohibiendo un libro. Es un acto simbólico, y un acto que significó, según leí, la necesidad de superar al «menemista» Casas. Sólo que no es tan sencillo encontrarles lo menemista a los poemas de Casas. Quizá porque en su poesía la figura principal sea la del sobreviviente en un mundo tóxico sin arreglo, o la figura del veterano, también. Y el veterano sería el que ya no lucha. Quizás ahí, en esa falta de sentirse parte de algo, se pueda fundar un argumento así. Pero no alcanza, me parece, para todo lo que se dijo. Además, lo político en una obra siempre se juega más en sus efectos que en sus enunciados, y realmente no creo que leer a Casas te haga más escéptico o más indiferente, aunque quizá, si le prestás mucha atención a sus entrevistas, te vuelvas más monótono, porque Fabián siempre dice lo mismo. Ahora, lo más tirado de los pelos en esos ataques es poner a un poeta como emblema de toda la poesía de una época. Ya reducirlo a dos modos de ver la poesía en los ’90, como hice alguna vez hablando de (Daniel) García Helder y (Daniel) Durand, es limitador. Los ’90 no pueden ser negados como un todo. Ni hablar si negás en bloque los ’90 y tenés 40 años: ¿dónde estabas? A veces la diferencia entre rebeldía y resentimiento no es tanto de concepto como de la posición donde se está.
Javiera Pérez Salerno: El festival va mutando. Cada nueva edición obedece a cómo estamos parados desde muchos frentes, principalmente el económico, y a las discusiones que están ocurriendo en ese momento. Lo que tenemos en claro es que hay que garantizar la continuidad de festivales como Salida al Mar, más allá de nuestros nombres o proyectos personales. Las discusiones actuales son algo circunstancial, en las que obviamente nos involucramos porque nuestra actividad es leer, escribir y pensar poesía. Pero lo que realmente importa es el espacio que se generó y mantenerlo vivo, en constante movimiento.
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