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Ejemplo de las representaciones elaboradas por cazadores-recolectores. (Foto: INAH)
C iudad Juárez, Chihuahua, 7 de enero 2012. (RanchoNEWS).- Más de 3 mil pinturas rupestres, distribuidas en 40 sitios rocosos, fueron halladas en el noreste de Guanajuato por investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), informó ayer esa dependencia. Una nota de la redacción de La Jornada:
En un comunicado, el i nstituto detalló que se trata de imágenes que aluden a rituales de paso, curación, petición de lluvias o de culto a los cerros, realizadas por las antiguas sociedades de cazadores-recolectores que ocuparon esa zona durante el primer milenio de nuestra era, alrededor de los siglos I al X dC.
También se descubrieron representaciones religiosas e inscripciones correspondientes a la época colonial, realizadas por comunidades otomíes, además de otras hechas por rancheros y religiosos en los siglos XIX y XX.
El hallazgo se registró durante la cuarta temporada de investigación y registro del proyecto Arte Rupestre en la Cuenca del Río Victoria –que abarca la zona semidesértica de Querétaro y Guanajuato–, realizada recientemente por especialistas del INAH, dirigidos por el arqueólogo Carlos Viramontes.
Los más de 3 mil motivos pictóricos se ubican entre frentes y abrigos rocosos, distribuidos en los municipios de Tierra Blanca, San Luis de la Paz, San Diego de la Unión, Xichú y Victoria, en Guanajuato.
«Dichos espacios –que se suman a los más de 70 sitios con arte rupestre hallados en dicha entidad desde finales de la década de los 80–, fueron clasificados preliminarmente en dos grupos: los públicos, donde quizá participó un gran número de personas en la creación de la iconografía como parte de algún ritual, ya que es fácil accesar a ellos al ubicarse cerca de los pies de monte en los valles.
Así como los privados, donde se cree que un pequeño número de individuos hacían ceremonias, pues están escondidos entre cañadas y barrancas», explicó el arqueólogo Viramontes. Ejemplo de lo anterior, añadió, son los sitios conocidos como Manitas, en la comunidad de Tierra Blanca, y Cerro Redondo, en el municipio de San Luis de la Paz.
El primero corresponde a un lugar de ritual privado, donde quizá sólo participaban el especialista en rituales y sus aprendices, ya que se ubica cerca de una cumbre montañosa de alrededor de 3 mil 400 metros de altura, escondido en una cañada, que dificulta su acceso.
Los dibujos aluden a figuras humanas, plantas y animales –algunos semejantes a seres fantásticos–, así como trazos geométricos y manos en colores rojo y negro, hechos por grupos de cazadores-recolectores.
«A Cerro Redondo lo consideramos un espacio público para rituales, en el que participaba gran número de personas; se trata de una pequeña elevación en medio de una planicie que fue habitada por sociedades de cazadores-recolectores por cientos de años. Allí se hallaron iconografías rupestres antropomorfas, así como de plantas, como peyote, o de animales, como ciervos e insectos», añadió el investigador.
Las representaciones hechas por cazadores-recolectores tienen como característica los tonos amarillo, rojo y negro, que por lo general se usaron para pintar figuras humanas con tocados, faldellines y escudos en manos, así como algunos instrumentos no identificados aún. En algunas ocasiones también portan arcos y flechas en escenas de caza o de guerra.
«También hay gran diversidad de animales representados, principalmente ciervos (quizá venados cola blanca, muy comunes en la región), cánidos, insectos como ciempiés y arácnidos, así como gran cantidad de aves, generalmente con alas extendidas, junto a círculos radiados que probablemente sean representaciones solares. Para los antiguos cazadores-recolectores, el acto de plasmar imágenes en roca iba más allá de dejar huella de la memoria colectiva de momentos históricos, climáticos y rituales, puesto que para ellos los abrigos y frentes rocosos utilizados para pintar, eran el punto de contacto entre el mundo material y el espiritual, según se ha determinado por medio de la misma iconografía, en la que reflejaron el culto ancestral a la piedra y al cerro, como entidades vivas», puntualizó Viramontes.
Respecto de la pintura rupestre relacionada con la época colonial, comentó que ésta se integra por representaciones de cruces, capillas, altares e inscripciones con fechas. Esos dibujos fueron hechos con pigmentación blanca, propia de los grupos otomíes que se asentaron en el semidesierto guanajuatense y queretano a partir del siglo XVI.
«En las imágenes del siglo XIX se observan cruces, altares y personajes pintados por rancheros, lo que se determina por los trazos burdos y la pigmentación roja con la que fueron hechos, contrario a las coloniales, que están en blanco. Además, las representaciones humanas portan pantalones bombachos y sombreros en la cabeza propios de aquellos años.
Del siglo XX únicamente se encontraron pinturas de copas y cruces, quizá realizadas durante la guerra cristera, en la década de 1920, según referencias de la gente de la comunidad, quienes informaron que durante esa época el abrigo rocoso fue ocupado como refugio por diversos religiosos, donde realizaban algunos de sus ritos», finalizó el arqueólogo.
Actualmente se elabora el informe detallado de estos sitios y la iconografía rupestre que contienen, los cuales quedarán inscritos en la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas del INAH, en febrero de 2012.
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