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domingo, enero 08, 2012

Artes Plásticas / México: En Austria, el 2012 es el año Klimt

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Women friends (1916-1917), cuadro que fue destruido en un incendio ocurrido en 1945. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua, 3 de enero 2012. (RanchoNEWS).- En Austria, 2012 es el «año Klimt»: los museos más importantes de Viena dedicarán magnas exposiciones a Gustav Klimt, genio de la pintura y precursor del arte moderno, para celebrar 150 años de su nacimiento. Una nota de Fabiola Palapa Quijas para La Jornada:

La primera referencia a su obra pudo verse el primero de enero a través del vestuario naranja y dorado del Ballet de la Ópera de Viena, presentado en el Belvedere con motivo del tradicional concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena.

En México, será en octubre, durante el Festival Internacional Cervantino, cuyo país invitado es Austria, que el público tendrá oportunidad de acercarse a la obra del artista que estaba convencido de hallar en las artes la plena alegría y el amor puro. Dentro de algunas semanas, la embajada austriaca dará a conocer el programa de actividades que desarrollará en el país en torno a la figura del pintor.

Precursor de corrientes

Gustav Klimt, nació el 14 de julio de 1862 y fue uno de los fundadores, junto a su compatriota Egon Schiele (1890-1918), del movimiento vienés Jugendstil y de la Secesión, precursor del expresionismo alemán.

Además de pintor, también fue decorador y participó en la creación de las Wiener Werstätte (talleres vieneses, 1903-1932) junto con los arquitectos Otto Wagner (1841-1918), Josef Hoffmann (1870-1956) y Adolf Loos (1870-1933), así como al pintor y decorador Koloman Moser (1868-1918).

Los Wiener Werkstätte fueron un foco de creatividad en materia de arquitectura, decoración, artes de la mesa, moda, tapicería, encuadernación y fotografía.

Su pintura, con frecuente utilización del dorado, evoca la Edad de Oro de Viena, época en que la capital de Austria ostentaba una vida intelectual y artística comparable a la de París o Berlín.

Retrato de Adèle Bloch-Bauer I (1907), uno de los cuadros más caros del mundo –en 2006 se vendió en Estados Unidos por 135 millones de dólares–, hizo correr ríos de tinta en un primer caso de restitución de una obra de arte incautada por los nazis a un coleccionista judío.

El estilo refinado, el uso del color, la atención a los detalles decorativos de Klimt continúan atrapando la mirada del espectador y brindando una reflexión sobre el gran misterio de la felicidad.

El artista vienés plasmó sus convicciones en obras como el friso Beethoven, con el cual decoró en 1902 el interior del Palacio de la Secesión.

En el volumen dos de la Historia del arte universal de los siglos XIX y XX, la investigadora Ana María Preckler señala que el decadentismo en las pinceladas de Klimt venía revestido «de una hermosura turbadora, de una belleza de timbre nostálgico, de sutileza, de ensueño», ya que el pintor asoció la idea del arte y de lo bello, a la de la decadencia, de la disolución, de la precaria supervivencia de la forma cuando la sustancia muere.También considera que los trabajos de Klimt están llenos de connotaciones eróticas y de orientalismo, con gran influencia de los iconos bizantinos, lo que se manifiesta en la profusión que hace del dorado y las composiciones planas, así como los mosaicos bizantinos, consecuencia de una visita que realizó a la ciudad de Ravena, en la que los célebres murales de los emperadores Justiniano y Teodora le impresionaron profundamente, y «posiblemente sean la raíz de los abigarrados dibujos geométricos que sitúa como fondo de sus cuadros».

Por su parte, el sicólogo Christhope André, autor de El arte de la felicidad, sostiene que la pintura Las tres edades de la mujer (1905), de Klimt, refleja el gran misterio del nacimiento de la felicidad, así como la transmisión y la preparación de las dichas futuras: «La felicidad de la que habla esa escena es la de una herencia y una promesa».

En el volumen Otto Wagner y Gustav Klimt, Llorenç Bonet, escribe que en los paneles inspirados en la novena sinfonía de Beethoven, el artista vienés fue capaz de representar, mediante alegorías, el tema central de la liberación de la humanidad a partir del arte y la poesía: «En la obra de Klimt, la humanidad se transformó en figura heroica, personificada en un único hombre. En el panel El ansia de felicidad, este héroe se funde literalmente en un abrazo con la poesía como culminación de la búsqueda de la felicidad de la humanidad. Klimt trabajó de forma muy libre, sin respetar los cánones de la proporción de sus figuras; para muchos críticos es el inicio de su refinada estilización y con una técnica muy novedosa».

El mundo en la obra del artista, añade, tiene rostro de mujer. Siempre sensual, a menudo misteriosa, a veces terrorífica, la feminidad está omnipresente en su obra, por eso sus pinturas siguen provocando gran fascinación.

El historiador de arte, Gottfried Fliedl, señala en el libro Klimt que en sus retratos el artista crea figuras femeninas enérgicas, vitales, sedientas de vida o soñadoras, que a pesar de sus diversas características, son fruto de la gracia del pintor.

«Como figura ideal, reduce el cuerpo de la mujer a magníficas líneas decorativas. Desaparece todo lo casual, lo característico e individual, tan sólo permanece lo puramente típico, el extracto sublimado de la mujer moderna que ha sido configurado por el artista».

De igual forma explica que el descubrimiento del cuerpo femenino y el desnudo como medio publicitarios (descubrimiento del Jugendstil), sigue teniendo vigencia hoy día. «El erotismo y la suntuosidad de las creaciones de Klimt constituyen una fuente inagotable para los diseñadores de publicidad».

De acuerdo con Fliedl, la obra de Klimt hace referencia a la imagen de los sexos, que se encontraba en un momento de cambio, y a las transformaciones sociales reales de la relación entre los sexos.

Aunque –explica el historiador de arte– «el pintor ofrezca lo femenino como figura exclusiva de identificación, esto no significa, tal como a menudo se ha asegurado, que su obra, semejante al sicoanálisis de Freud, sea el resultado de la comprensión analístico-reflexiva de una sique ajena. Klimt, igual que cualquier otro artista, no tenía interés por el análisis de la sique».

Para Gottfried Fliedl, el erotismo y la sensualidad en las obras de Klimt adquieren, de forma inversa, un aura de origen elemental y antiguo. «Al hacer uso de los mitos antiguos dota al erotismo de una especie de inocencia histórica oculta y un origen natural. Con sus representaciones, que unía la antigüedad clásica con el erotismo, Klimt se estaba enfrentando a la hipócrita moral de la época fundacional».

En el volumen, el especialista señala que el arte de Gustav Klimt está impregnado de un sentimiento que refleja el ocaso, en una sociedad dominada por la burguesía. Este espíritu se refleja en el cultivo de la estética y el disfrute de la vida, así como el placer que se encontraba, o se deseaba encontrar, en la belleza estuvo siempre influenciado por el presentimiento de la muerte.

«Su popularidad se basa en su fama como uno de los pintores y dibujantes eróticos más grande de la época; las representaciones más eróticas son el motivo dominante en sus magistrales dibujos admirados por todos. Para Klimt, el mundo tenía forma de mujer».

(Con información de Afp)


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