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El artista uruguayo. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 25 de febrero de 2014. (RanchoNEWS).-Un pincel, el sol de la bandera de su famosa «escultura habitable» Casapueblo y el traje con el que desfiló en las últimas Llamadas acompañaron el martes los restos del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, sepultado con honores y a ritmo de tambores. Una entrega de AFP:
Para el presidente José Mujica, el artista Páez Vilaró «dejó un pedazo de nuestra cultura, un enorme sentimiento de alegría, una imagen del sol, de color, de ruido, de amor por la vida» y principalmente, «de arrancar mil veces y empezar de nuevo».
El primer mandatario sostuvo que también permitió que nos diéramos cuenta que «la cultura no es parte de la Academia, sino que está en todos los círculos de la sociedad». Para Mujica, el fundador de Casapueblo, «era un hombre de cultura republicana como pocos. Es una imagen que nos ayuda a entendernos como pueblo».
El artista uruguayo que plasmó en su vasta obra su amor por la cultura negra «va a sobrevivir en nosotros, en los recuerdos, en la nostalgia y en cada vez que un gurí (niño) de este país se plante a mirar el sol», indicó en un breve mensaje el presidente José Mujica durante el velatorio, recordando «su ejemplo de vida, su compromiso y su alegría de vivir».
Páez falleció en la mañana del lunes de un infarto en Casapueblo, una original casa-museo-taller modelada con sus propias manos sobre los acantilados en Punta Ballena y que se ha convertido en imagen emblemática de Punta del Este. En ese lugar se realiza desde 1994 «la ceremonia del sol», en la que cada tarde se escucha la voz del artista recitando un poema para despedir el día.
«Fue un artista que prefirió mirar a los otros antes que a sí mismo», aseguró por su parte el ministro de Educación y Cultura Ricardo Ehrlich. «Por sus ojos y sus colores Uruguay recorrió el mundo».
Para el expresidente Julio María Sanguinetti «la mayor obra de arte fue su vida, 90 años en los cuales nada le fue ajeno: pintó, dibujó, bailó, hizo candombe, hizo cine, recorrió el mundo, la peripecia buscando a su hijo por la cordillera, la construcción de Casapueblo, todo dentro de una enorme capacidad de comunicación, seducción y vitalidad optimista».
Un hombre «natural y sencillo».
Tras el velatorio en la noche del lunes en la sede de la gremial de autores uruguayos (Agadu), los restos del artista fueron trasladados en la mañana del martes hacia el Palacio Legislativo, sede del parlamento, donde el gobierno le rindió honores en el imponente Salón de los Pasos Perdidos.
En el camino, y a ritmo de tambor, el cortejo se detuvo durante varios minutos frente al exconventillo «Mediomundo», donde Páez comenzó su largo vínculo con la comunidad afrouruguaya, tema dominante de su prolífica obra.
Poco antes del mediodía el féretro fue trasladado al panteón de Agadu para el sepelio, donde nuevamente resonaron las lonjas de la cuerda de tambores de la comparsa Cuareim 1080, con la que desfiló por última vez el 14 de febrero en las tradicionales Llamadas.
«Pido un aplauso por un hombre natural, sencillo y sobrio», dijo su hijo Carlos Páez, quien en 1972 viajaba en el avión que transportaba a rugbistas uruguayos a Chile y que desapareció en la Cordillera de los Andes. Su padre colaboró con la búsqueda, que continuó tenazmente cuando terminó el operativo oficial, reclutando voluntarios, consultando a videntes e internándose en la montaña.
Finalmente su hijo estuvo entre los 16 sobrevivientes de la tragedia y Páez plasmó esa búsqueda en su libro Entre mi hijo y yo, la Luna (1982).
Nacido en Montevideo el 1 de noviembre de 1923 en una familia acomodada, durante su larga vida Páez Vilaró abordó todas las áreas de las artes, desde la pintura, la escultura y la cerámica hasta el cine, la música y las letras.
Pintó centenares de obras y realizó múltiples exposiciones, pero sobre todo le escapó al bastidor y dejó su sello en monumentales murales en Argentina, Australia, Brasil, Camerún, Chile, Congo, Estados Unidos, Gabón, Panamá y Polinesia, muchos en hospitales, en el marco de su cruzada «Color para el dolor».
Uno de los más famosos es Raíces de la paz, pintado en 1960 y restaurado por él mismo en 1975 en una de las paredes del túnel que conecta los edificios de la OEA en la capital estadounidense.
Además de Casapueblo, Páez Vilaró construyó la capilla Multicultos en un parque privado de San Isidro, en Buenos Aires, y «Bengala», su residencia-taller en la región argentina de El Tigre.
El diputado argentino Sergio Massa, quien asistió al sepelio, recordó su larga relación con el artista y consideró que es un momento triste para la comunidad de Tigre también». En el sepelio en Montevideo estaba presente igualmente el intendente de Tigre, localidad de la que Páez había sido declarado «ciudadano ilustre».
El atelier Bengala «es patrimonio cultural», indicó Massa, destacando que «el legado de Carlos es muy grande como para no tener en cuenta que en realidad tiene vida más allá de su desaparición física».
Agó Páez internada.
La hija del artista, Agó, sufrió una dolencia cardíaca tras la muerte de su padre por el que debió ser internada.
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