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La edición española de Mi lucha ha llegado esta primavera a su ecuador. Su autor explica su día a día después de contarlo todo. (Foto: David Sandinson)
C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de julio de 2015. (RanchoNEWS).- Habrá que ver qué pensamos de Karl Ove Knausgård dentro de 30 años. Si lo tenemos en el pedestal de los verdaderamente grandes o si, al final, no es para tanto. La tentación, para muchos de nosotros, es pensar que sí, que las seis novelas de Mi lucha (las tres primeras entregas, ya publicadas en España por Anagrama) son únicas. Pero esa pregunta no nos animamos a hacerla. ¿Qué iba a decir el pobre Karl Ove? En el trato profesional, pese a la leyenda, es amable y paciente, Luis Alemany lo entrevista para El Mundo.
Tengo un amigo danés. Cuando empecé a leer Mi lucha, le pregunté por las diferencias que hay entre el idioma danés, el sueco y el noruego y le conté de sus libros. Y me dijo que, a él, el noruego le suena muy musical, casi chistoso. Al parecer, tenía una amiga noruega que se pasaba el día hablando del suicidio, pero nadie la creía porque tenía acento noruego.
Es verdad. Bueno, supongo que es verdad, porque uno no sabe nunca cómo suena su voz. El acento noruego, para mí, es el acento normal, claro. Pero es cierto que los daneses y los suecos me suenan duro y que ellos nos ven como a unos personajes dulces y un poco naíf. Y creo que tienden a no tomarnos muy en serio.
Esta entrevista me hace mucha ilusión pero, al mismo tiempo, tengo la sensación de que cualquier charla sobre Mi lucha está condenada a ser anecdótica, una bobada. ¿Le molesta el ruido alrededor de Mi lucha?
Supongo que sí me perturba, porque me he venido a vivir al campo, a un pueblo que no tiene nada que ver con Mi lucha. Todo es muy pacífico y muy tranquilo aquí. Es una forma de protegerme de ese ruido. Pero bueno, no debo quejarme, el éxito de Mi lucha me ha abierto muchas posibilidades maravillosas. Ha sido todo para bien... ¿Las entrevistas? Ahí pasa una cosa curiosa: cuando entrego un libro, en el momento que salgo del despacho del editor, soy incapaz de decir una sola palabra sobre lo que he escrito. Siento que no tengo nada que decir: lean el libro y dejenme en paz. Pero, claro, si queremos que se hable de literatura, de mi literatura, algo tendremos que inventar, ¿no? De modo que, poco a poco, entrevista a entrevista, voy desarrollando un discurso y acabo por descubrir alguna idea que desconocía por completo. O sea, que sí, las entrevistas tienen sentido relativamente, pero tampoco están tan mal.
Me interesa saber de su vida después de Mi lucha. ¿Es usted mejor persona de lo que era antes de escribirla? ¿Más paciente, más generoso?
Soy mejor padre, creo, pero porque ya tengo una experiencia, no por Mi lucha. Y luego está el éxito de los libros que me ha quitado algunas frustraciones. Pero mejor persona... yo no diría tanto como que soy mejor persona.
¿Y más sincero? Porque me imagino que, después de escribir seis libros como los de Mi lucha, todo el mundo alrededor debe de esperar que sea usted absolutamente sincero absolutamente siempre.
No... Si es que por eso escribí Mi lucha, para ser completamente sincero una vez en la vida. Porque en el día a día real no se puede ser así, todos tenemos que socializar y escondernos muchas cosas para no hacernos daño.
¿No hay ni una sola escena deshonesta en Mi lucha?
Al principio me propuse ser absolutamente sincero. Luego me resigné a ser absolutamente sincero con mis recuerdos, sincero conmigo mismo. Porque otra cosa... Los episodios ya no son episodios, son recuerdos y cada uno tiene el suyo. Pasarán 100 años y aún habrá quien diga: «aquello no ocurrió así como lo cuenta en el libro».
¿E injusto? ¿Siente que ha sido injusto con alguien?
Creo que he contado cosas que quizá causaron algún dolor innecesario, estoy pensando en alguna página sobre mi ex novia. Pero no diría que fuese exactamente injusto.
Hace unos meses entrevisté a su colega Hanif Kureishi, que está obsesionado por el psicoanálisis. Le dije que yo intuía que escribir novelas por lo menos tenía que valer para ahorrarse psicólogo. Y me dijo que de eso nada. Que, con mucha suerte, vale para pagar el psicólogo.
Estoy completamente de acuerdo con Kureishi. Bueno, puede que en el momento de escribir haya una sensación de alivio, de curación. Hay un momento muy potente y muy positivo. Pero es un momento. Y, si lo que uno espera es desanudar la vida, entender los porqués, dónde se equivocó, qué le hizo daño en la infancia... Bueno, mi experiencia es que, en ese sentido, la literatura no sirve. También es verdad que yo no escribí Mi lucha con ese propósito, no esperaba entender el pasado. Esperaba que ocurriesen cosas, cambiar mi presente y mi futuro.
¿Le interesa el psicoanálisis?
La verdad es que nunca he ido a un psicoanalista. Pero bueno, he leído a Freud y me ha gustado mucho. Como literatura, quiero decir.
¿Qué piensa si le digo que mi mujer mostró menos interés que yo por Mi lucha? Y que creo que es porque ve sus libros como sentimentalismo de chicos, «cosas de tíos» que le quedan un poco lejos.
Soy un hombre que cuenta sus experiencias de hombre... No sé, hay mucha gente que no conecta con Mi lucha y lo entiendo, pero no me parece que sea una cuestión de género ni cultural. Creo que está en el carácter de cada uno. Ahora he estado en San Francisco y me crucé con un grupo de mujeres nativas americanas que me decían que se identificaban muchísimo con mis libros...
¿Y no le apena no haber escrito más despacio? ¿No haber sido más perfeccionista con la prosa y el estilo?
Sí, en parte sí. Pero también sé que, si hubiera escrito más despacio se me hubiesen escurrido muchas ideas e imágenes que tenía que prender con urgencia. De alguna manera, creo que si uno escribe sobre la muerte, debe hacerlo con detenimiento, virtuosamente. Y, si escribe sobre la vida, debe hacerlo con urgencia.
Había un chiste sobre Un hombre enamorado: son 600 páginas y no sale nadie en todo el libro que trabaje de verdad. Todos son treintañeros que estudian, actúan un rato por la mañana, escriben sobre ángeles o lo que sea y después cuidan de sus hijos desde las tres de la tarde. No hay nadie que vaya a una clínica o a una factoría o a un despacho y acabe agotado al final del día.
Es completamente cierto y, además, me parece una crítica muy relevante. En la sexta parte hay muchas páginas dedicadas a ese tema. Pertenezco a esta cultura de clase media intelectual, un poco cerrada. De todas formas, eso ocurre en Un hombre enamorado más que en ningún otro libro. Allí salen, sobre todo, los amigos de mi mujer en Suecia que pertenecen a ese mundo. Su madre es actriz, por ejemplo. Y Suecia es un país muy generoso para las becas y ese tipo de cosas. En los libros que transcurren en Noruega, el tipo de familias que aparecen son distintas, hay más clase trabajadora.
La última pregunta es un poco una divagación: el caso es que yo pienso en Mi lucha y la imagen que me viene a la cabeza es más bien luminosa: críos que juegan en el bosque y se bañan en el mar, una pareja de amantes en Estocolmo en verano... Es un poco raro que un lector español lea una obra hecha por un noruego sobre la fragilidad y la insatisfacción lo que le venga a la cabeza sea una escena veraniega. No sé si eso significa que, en el fondo, hay algo optimista en Mi lucha. O si es un poco ingenuo esto que le digo
No sabría qué decirle... Mi vida, hoy en día, es estupenda: vivo en un sitio bonito, con unos paisajes preciosos, con unos hijos que son felices... Pero, aún así, hay una parte de la vida que es problemática.No le diría que sea un lado oscuro, es más bien como una zanja que separa tu interior del mundo exterior y del que no se debe hablar. Bueno, de eso hablan los libros que he escrito y supongo que por eso conectan con mucha gente que reconoce la relación con sus padres.Todo el mundo tiene experiencias negativas.En realidad, la única manera que se me ocurre de hablar de esas cosas de una manera compleja es a través de las novelas.
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