Rancho Las Voces: Teatro / Ciudad Juárez - XXXIII Festival de Teatro de la Ciudad : «Jane» montaje de La Última Butaca o cuando la estupidez organiza festivales, obligada crónica
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viernes, julio 24, 2015

Teatro / Ciudad Juárez - XXXIII Festival de Teatro de la Ciudad : «Jane» montaje de La Última Butaca o cuando la estupidez organiza festivales, obligada crónica

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Momento de la esecnificación. (Foto: JMV / RanchoNEWS)

C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de julio de 2015. (Rubén Moreno Valenzuela / RanchoNEWS).- Me gustaría hacer una reseña, como suelo hacerlas, concentrada en el discurso del dramaturgo y la traducción de ese discurso en un esfuerzo escénico necesariamente colectivo; destacar lo destacable y criticar los criticable, con argumentos y sin prejuicios. De tal manera que quede un testimonio de un acto teatral, que si no fuera por el texto, sería efímero. Así, la reseña se convierte en un eco del aquel acto y por ésta pervive.

Pero esta vez no podré hacerlo porque los organizadores del Festival me han obligado a escribir una crónica de mi experiencia vivida esta tarde en el Auditorio Benito Juárez, donde se realiza el XXXIII Festival de Teatro de la Ciudad.

Para mi infortunio llegue cuando faltaban 5 minutos para las 19:00 horas, acostumbro llegar con antelación suficiente, así que me tocó el final de la fila, que se hace en un pequeño jardín frente a la fachada del auditorio, donde el público organizada y sabiamente busca sombra.

Es tradición que la fila se forma en el lobby, para evitar que los ciudadanos estén expuestos al sol, como en mi caso, que tuve que soportar los rayos solares en mi espalda, durante unos 12 minutos, porque la fila ya colmaba el pequeño espacio del jardín. A esa hora la temperatura estaba en alrededor de 94 grados farenheit.

Ahí me halló la autora de la obra, Arminé Arjona, y me anticipó que sería un montaje de teatro de cámara y que sería imposible que todo el público pudiera estar en el escenario, que los habían obligado a ello, que quisieron advertir a los asistentes con carteles, pero que los organizadores los quitaron.

Por fin entramos y en efecto del lado izquierdo del escenario habían colocado cerca de 40 sillas metálicas, que ya estaban ocupadas, así que los demás tuvieron que sentarse en el lado derecho de la butaquería.

Yo me acomodé en una escalera, como en la octava fila.

A diferencia de ayer, abrieron las puertas de acceso antes de la presentación, invitando al calor (Debo repetir aquí que el sistema de refrigeración está descompuesto y se emplean ventiladores destinados a eventos masivos pero son insuficientes y no permiten escuchar bien).

La obra comenzó y los actores no traían micrófonos inalámbricos y arriba del escenario, y muy alto, colgaban dos. Así que la obra se escuchó incompleta, aún así el publico permanecía ahí. Hasta que cerca de la mitad llegó una escena en que nada se escuchaba.

Una persona gritó lo que sucedía y el público comenzó poco a poco a retirarse. Al final nos quedaron menos de 40 personas que permanecieron porque aun sin sonido el espectáculo escénico cautiva.

Yo tenía la ventaja que ya la había visto.

Cuando concluyó la obra la directora, Jissel Arroyo, me explicó que los organizadores no habían accedido a que se presentara de frente sobre una tarima, porque el público de las primeras tres filas no podrían ver la presentación.

Quien tomó esa decisión pasará a la historia del teatro juarense por su estupidez. Habría que hacerle una placa y colocarla en el auditorio.

Con esa ilógica decisión centenares de juarenses se perdieron de una obra de una de las mejores escritoras juarenses, con reconocimiento internacional, quien se distingue por su formidable sentido del humor y por la aguda observación de injusticias sociales. También es una escritora versátil que escribe poesía, narrativa, obras teatrales, guiones de cine y también pinta.

En esta obra, de inspiración autobiográfica, Arminé explora la relación entre madre e hija, la primera con un carácter demasiado fuerte y dominante, la hija finalmente perdona sus abusos antes que ella muera.

La escenificación es muy buena, en ella Jissel Arroyo condensa los largos años de experiencia en este oficio. La iluminación, la escenografía, el vestuario y el trazado son muy profesionales, mientras que el conjunto de actores cumplió bien; pese a estar sometidos a la presión de las circunstancias y del calor.

Por cierto, la autora y la directora compraron sendos ventiladores para el público que presenció la obra en el escenario.

Me despido citando una frase anónima: La estupidez es una enfermedad de lo más curiosa, no la sufre quien la padece, sino quienes la rodean.


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