En el arco de un violín se agitan lamentaciones mías,
Viejas nostalgias de cristal petrificado,
Notas que se deshojan con el viento,
Que sangran deseos de un llorar intenso,
Quimeras rotas que penetran como dagas,
Pájaros de vidrio que estallan sobre el piso,
Palabras pedernales haciendo jirones de un suspiro.
Jamás pensé que bajo el ocre de esta tarde,
En el bosque de mi alma,
Y desde el balcón,
Mozart jugara a contar hojas caídas a través de mis ojos.
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