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La soprano graba diez piezas, dirigida por Iván López Reynoso. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 15 de julio de 2015. (RanchoNEWS).- La ópera mexicana del siglo XIX permanece en el olvido y se ha convertido en una fuente inédita de partituras y sorpresas musicales. Es más, los intérpretes de nuestro tiempo casi nunca estudian su música y las instituciones culturales tampoco se preocupan por conocerlos ni promoverlos. Prueba de ello es el disco Eccomi! de la soprano Verónica Murúa, donde compila diez arias de compositores como Melesio Morales, Estanislao Mejía, Antonio de María y Campos, Felipe Villanueva, José F. Vásquez y Ernesto Elorduy. Reporta Juan Carlos Talavera para Excélsior.
«Debo decirte que este repertorio sólo es la punta del iceberg», dice la intérprete mexicana a Excélsior, pues aunque se ha realizado profusamente el rescate de piezas del siglo XVI, lo que corresponde al XIX ha sido relegado. Esto significa que de alguna forma la ópera mexicana ha olvidado sus orígenes.
Una de las razones por las que esta música ha sido marginada es porque la historia musical también la escriben los vencedores. Eso provocó que esta música creada en un tiempo quedara asociada a un régimen, en concreto de Porfirio Díaz, pese a que en el fondo refleja los inicios de la ópera en México.
Sin embargo, dichos compositores, marginados por la historia oficial a partir de la posrevolución, optaron por relegar esas piezas. «Esto significa que no tenemos una historia completa de la música clásica en México. Tampoco digo que ensalcemos la dictadura de Díaz, pero ahí hay obras que tristemente no se han recuperado por el simple hecho de que fueron dedicadas a Díaz o a José Yves Limantour», como el caso de Antonio de María y Campos, Ricardo Castro o de Melesio Morales.
Lo primero que se debe recordar, dice Murúa, es que la ópera surgió desde la Camerata Florentina en el siglo XVI, una forma musical que empezó a enamorar a todo el mundo.
«Desde luego, lo que nosotros conocemos es la ópera italiana y cuando uno dice ‘ópera’, imagina a Luciano Pavarotti frente a un escenario. Ese es nuestro parámetro. Pero la ópera influye a todos los países y por eso existe ópera escrita en alemán, checo, francés, inglés, ruso y… en español».
Sin embargo, este género llegó a nuestro país de forma tardía, pues hasta donde se sabe la primera pieza mexicana fue La Parténope escrita por Manuel de Sumaya en el siglo XVIII, la cual está perdida.
Después le sigue una pieza de Ramón Vega, autor de óperas como Adelaida de Lusan, La reina de León y El grito de Dolores. Posteriormente se tiene el registro de algunas óperas con influencias europeas y zarzuelas, lo que implicó la creación de óperas mexicanas en lengua italiana, en francés y en español.
«Así que en este disco, lo que hago es recuperar algunas arias para soprano, aquellas que vocalmente me quedan, pero dentro de las óperas que menciono hay mucho material para barítono, tenor y mezzosoprano», reconoce.
Pero ese olvido no es exclusivo de México, asegura, pues las estadísticas en todo el mundo indican que las óperas más interpretadas son: La Bohème de Puccini, La Traviata de Verdi y La flauta mágica de Mozart», explica. A partir de ese listado las demás obras van en detrimento.
¿Por qué se ha marginado el repertorio del siglo XIX en México?, se le pregunta a la soprano mexicana. «Es un poco porque desde las escuelas y los planes de estudio están orientados hacia la música europea. Eso no quiere decir que la música de México sea mala, así que se debería hacer un esfuerzo por difundirlas para que el público las conozca y después generar un gusto hacia ellas».
Aunque también podría ser cuestión de las políticas culturales, acepta, aunado a la falta de trabajo de los cantantes que deben formarse con la mirada puesta en el extranjero. No se olvide que se aprenden un repertorio útil para audicionar en otros países.
De amor y muerte
Eccomi! incluye diez arias, bajo la dirección de Iván López Reynoso. La primera es Eccomi… Oh! quante volte de la ópera Romeo de Melesio Morales, un aria similar E capuleti e Montecchi de Romeo y Julieta, que narra el momento en que Julieta es obligada a casarse y se mira en el altar.
Le siguen Vois, que la nuit y O joie innefable de la obra Edith de Estanislao Mejía, de la cual existen dos versiones. «Aquí puse la versión con orquesta en francés donde la narradora cuenta su amor por un capitán. En esta escena ella ve un campo de muerte y describe a lo largo de una noche de sangre y destrucción en espera de que llegue su amado Haroldo», cuenta.
La tercera es ¿Conoces, Rosa, al Barón? de la ópera Olga de Monterrojo de Antonio de María y Campos, quien compone a la manera de Bellini y Donizetti: «Sin duda es un compositor un poco tardío y puedo decirte que es una pieza extraña donde la protagonista le cuenta a la ama de llaves su amor por Enrique, mientras niega el amor de un conde que la pretende. Al final ella huye con su amado y mientras ellos se enfrascan en un combate… ella muere».
De mi amor el sol hermoso de Felipe Villanueva se sabe muy poco, reconoce Murúa, por ejemplo que «fue compuesta sobre un libreto de Gonzalo Larrañaga, aunque se trata de una reconstrucción orquestada con base en una grabación que la intérprete descubrió en la XEW con la soprano Rosa Rimoch», explica.
Y cierra con Virgencita del alma de la ópera Los compañeros de la hoja de José F. Vásquez; Rapite, oltraggiate, schernitte de la ópera Colombo a Santo Domingo de Julio M. Morales; y La pobrecita esclava de Monastir de la obra Zulema de Ernesto Elorduy, entre otras.
Por último, la soprano comenta que si bien le queda la tentación de recuperar más música de compositores mexicanos olvidados, por el momento sólo hay dos que le parecerían viables para su montaje: Los compañeros de la hoja de José F. Vásquez y la del propio Estanislao Mejía.
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