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La música contestataria de Javier Krahe descorcha la XXII edición de Festimad en la sala Galileo Galilei. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de julio de 2015. (RanchoNEWS).-Con motivo del fallecimiento del cantautor reproducimos la entrevista que le hiciera Lorena G. Maldonado para El Mundo este año en el marco dela XXII edición de Festimad:
Javier Krahe (Madrid, 1944) es hombre de silencios extraños, viste chupa de cuero y bebe el café de un sorbo, como si paladease un viejo regusto a coñac. Encaja bruscamente los piropos, no padece de nostalgias y, aunque dice que ya no fuma, arrastra una tos medio perra y un puñado de convicciones. Es de los que anochecen en el sofá con tal de no darle el gusto al sistema y hace de las salas pequeñas patria íntima para tocar. Krahe es el cuervo que nunca pecó de ingenuo, la legítima sedición que le queda a la canción de autor nacional.
Uno de sus discos adjunta el libro de Paul Lafargue, El derecho a la pereza. ¿Qué derechos fundamentales diría usted que nos están faltando?
No es que nos falten. El derecho a la pereza existe, aunque no esté en la tabla de las leyes. A mí nadie me impide terminar de hablar contigo e irme a tumbarme en una chaise longue. Bueno, lo impide la economía. Pero eso no tiene nada que ver ya con los derechos.
Tiene más que ver con los deberes, ¿no?
El hombre no tiene obligación de trabajar. Religiosa, sí, cristiana, sí. Lo dice la Biblia: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente... » (agrava la voz) Y eso es una tontería, o, al menos, una vulgaridad. Si hubieras nacido en una isla del Pacífico este imperativo te quedaría lejos. Te morirías sin tener que trabajar y serías más feliz, qué duda cabe. Nos han vendido que hay que trabajar para poder comer, pero qué va. Allí no lo hacían. Luego la civilización vino a joderlo todo.
Ya sabemos que religioso no es, pero ¿espiritual? ¿Tiene algún dios con minúsculas?
No, no. Dios de ninguna clase. Pero se puede ser espiritual sin contar con Dios.
¿Hablamos de Podemos...?
¿Y por qué me lo preguntas así?
Porque parece que se ha convertido en el tema de conversación estrella, ¿no?
A ver, su irrupción en el panorama actual es muy conveniente. Me ha parecido lo más interesante que ha ocurrido políticamente. Pero no van a cambiar el mundo. Ciudadanos sí que me da absolutamente igual. Forman parte de lo que ya conocemos.
¿Qué le da más miedo, el azheimer o la memoria?
El alzheimer, qué duda cabe. El alzheimer es terrible, la memoria puede serlo. Pero a mí no me han pasado cosas tan malas... puedo acordarme de todo. Y quiero.
¿Qué ha cambiado en su forma de ver la vida de ahora con respecto a cuando tenía veinte años?
Con veinte años no tenía proyectos, mis perspectivas eran muy cutres. Después me dediqué a viajar... y eso no me abrió la mente, porque ya la tenía abierta. Fui autodidacta. No hubo ningún estímulo a mi alrededor para convertirme en quien ahora soy. Mira, con 15 años ya quería leer libros que o no tenía o estaban prohibidos. Como El Decamerón. Lo conseguí leer porque lo tenía en la cabeza, ¿sabes? Y un día en casa de un amigo lo vi. Su familia tenía una gran biblioteca... lo vi, y no lo hubiera visto si yo no hubiese mirado libros hasta donde no los había.
¿Existe algún tema que le genere tanta rabia o emoción que nunca haya podido escribir sobre ello?
Sí. He querido escribir sobre muchas desgracias pero he dicho, no, no... Te diré, por ejemplo, que compuse una canción que hablaba sobre unos mineros que morían en el hundimiento de una galería, en una explosión de grisú. Escribí «y mueren cien por no estar en paro». Pero luego dije... eso no lo voy a decir. Aunque entiendo por qué me salió decirlo.
Parece que en este país relacionamos ser bohemio o canalla con ser mal padre. Sin embargo, usted es un hombre muy familiar, ¿no?
Yo no sé cómo tienen que ser los canallas... pero no porque me vaya a Bilbao a tocar voy a dejar de querer a los míos. Claro que las giras alejan, pero yo he intentado que esa distancia sea la mínima posible, quizás otros no. Aun así, mis nietas me miran con circunspección, como si no se fiaran mucho de mí (sonríe).
¿Qué le hastía a usted?
El fútbol. Mira que no soy aficionado y lo sé todo sin pretenderlo, joder. Si yo gobernara, a partir de los 18 años no subvencionaría ni defendería ningún ámbito deportivo. Para los chavales sí... que jueguen en el colegio y eso. Pero ¿equipos profesionales millonarios...? ¡Ni un céntimo! ¡Ni construir un campo deportivo! Hay que ser adulto en algún momento, hombre.
Deme una buena razón para dejar de fumar.
Existe una campaña contra el tabaco desaforada, con datos inventados. Yo he fumado 57 años y no voy a morirme, al menos no de eso. Pero al gobierno no le gusta. El placer accesible, el milagro doméstico... no le gusta.
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