La escritora mexicana. (Foto: Milenio)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 1 de septiembre de 2017. (RanchoNEWS).– Luminosa, reveladora, como un tesoro escondido que fulgura. Compleja pero no difícil, dueña de un estilo híbrido que se desenvuelve como un laberinto en el que se entremezclan la poesía y la filosofía, el ensayo y el relato: así es la literatura de Esther Seligson (1941-2010), dice la poeta y narradora Sandra Lorenzano, reporta la La Redacción de Excélsior desde la Ciudad de México.
Lorenzano se ha encargado del prólogo de la nueva recopilación de Cuentos reunidos que Malpaso pone a disposición en México y España. Seligson, dice Lorenzano, «es dueña de una escritura que nos va guiando de una manera profunda pero a la vez sutil, por caminos que, hay que decirlo, nuestra literatura ha explorado aún muy poco, por caminos que tienen que ver con el desarraigo, con el nomadismo, pero con un nomadismo que es a la vez geográfico y de pensamiento».
En Cuentos reunidos se publican más de 65 relatos –relatos, porque dice Lorenzano que el material contenido trasciende el título, «son más que cuentos»–, que han sido sacados por Geney Beltrán Félix, de diez libros de Seligson. Como en el grueso de la obra de la escritora mexicana, en ellos se dibuja ese impulso creativo complejo, libre y nutrido de infinidad de vías de acceso: la mitología, el misticismo, la erudición de una mujer que lo mismo se interesó por el teatro, el exilio, el judaísmo, la magia y un sinnúmero de saberes.
Lorenzano lo describe como un laberinto. «Cuando alguien llega a un libro de Esther Seligson y pretende clasificarlo se encuentra con un impedimento porque su literatura deambula por lo poético, su poética se cuela en la prosa y se le vuelve ensayo. Mucho de ello viene de esas fuentes en las que ella abreva, ¿qué diríamos que escribe Emil Cioran?, en realidad es un pensador, es un filósofo, pero ¿cuánto de esa propuesta filosófica no la vemos reflejada en metáforas, en símbolos, el lenguaje poético?, todo se le cuela a Cioran y lo mismo sucede con Celan, con Jabès».
No es casual que esos tres nombres aparezcan, Seligson los tenía a los tres casi como guías. Lorenzano de hecho, se acercó así a ella. «Para mi Esther Seligson es un referente desde hace muchísimos años. Cuando ella era profesora de teatro, yo estudiaba en la FFyL de la UNAM y se comentaba mucho sobre el mundo poético, crítico, teórico, y filosófico de Seligson. Cuando en mi generación empezamos a leer a Emil Cioran o Edmond Jabès, dos escritores de los que ella tradujo, volvimos a tener su nombre presente y a partir de eso me acerque a su literatura».
De origen judío, Seligson publicó su primer libro a los 28 años, Tras la ventana un árbol. A partir de ahí no paró y además, se convirtió en maestra del Centro Universitario de Teatro de la UNAM y dedicó buena parte de su vida a la crítica teatral. El recuento de Lorenzano incluye en el prólogo del libro de Malpaso, que al momento de la muerte de la escritora, ocurrida el 8 de febrero de 2010, tenía dos novelas y diversos libros de ensayos, poesía y ficción.
Un episodio más en la vida de la autora, recuerda Lorenzano: el suicidio de su hijo Adán, en 2000. El vástago había nacido en 1966 y se mató lanzándose de la ventana del departamento de su madre. La melancolía, dice la prologuista, ya estaba en la literatura de Seligson, pero a partir de la muerte de su hijo se torna en una melancolía un tanto tormentosa.
«Ella escribe el libro Simiente (2004), a partir de la muerte de Adrián, su hijo y cómo podría no serlo la muerte de un hijo, es algo que la marca para siempre, a partir de ese momento, ese rasgo melancólico que es un rasgo muy de los pensadores judíos, se vuelve preponderante, ella se pregunta a si misma, ¿habrá algún momento en el que yo deje de escribir a partir del dolor?», recuerda Lorenzano.
La melancolía sin embargo, agrega, «no viene necesariamente de ahí sino que esta esa cuestión del desarraigo, de esa presencia del exilio». Pero era una presencia oculta, intensamente propia porque por el contrario «si la veías, no era una mujer melancólica, era una mujer sumamente vital, muy exuberante, mucho más agitanada, con mucha más vitalidad que lo que muestran sus textos que la vuelven a esa raíz más melancólica, más de cuestionamiento permanente».
Aún con lo que Seligson puede ofrecer, su literatura sigue siendo poco leída, «no poco valorada, yo creo que cualquiera que se acerca a Esther Seligson descubre que esta frente a una autora luminosa, lo que ha pasado es que es una literatura no fácilmente ubicable dentro de nuestras líneas del mercado porque finalmente se lee, y es una pena decirlo así, pero es así, pero se lee lo que el mercado está marcando que se lea. Sus libros han circulado poco, tendrían, tienen que circular más, es una manera de sacar a Esther de esa etiqueta de escritora de culto, etiqueta que en lugar de ayudarla ha hecho que tenga menos lectores, cuando cualquier lector la piensa así se asusta».
Pero ¿hasta dónde se ha extendido su influjo literario? «Todos sus discípulos más cercanos, pienso en el propio Geney, más que herederos de un estilo son herederos, y hay muchos, de una forma de moverse entre el pensamiento y la literatura, eso es lo que me parece más importante de su herencia, no tanto un estilo, porque ahí yo creo que los mejores maestros lo que hacen es abrir puertas para que encuentres tu propio estilo».
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