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Detalle de una obra del artista mexicano que forma parte de la exposición. (Foto: Archivo)
M éxico, 28 de mayo, 2007. (Ana Mónica Rodríguez/La Jornada).- A 100 años del aniversario de su nacimiento, Federico Cantú (1907-1989) es recordado con una magna exposición que mostrará más de una treintena de obras en la galería de la Universidad Autónoma del Estado de México.
La muestra Federico Cantú, un clásico en la modernidad fue inaugurada el 15 de mayo pasado en el recinto mexiquense y consta de 34 piezas de la Colección Cantú y de Teresa.
Dibujos; monotipos del periodo en Montparnasse; temples y óleos de su estadía en Los Angeles; obra de caballete y grabado, además de pintura y escultura, estarán expuestas hasta el 30 de julio. La muestra, curada por la investigadora Luisa Barrios y el director de Patrimonio Cultural del estado, Raúl Talavera, fue exhibida antes en Europa y Estados Unidos.
Federico Cantú Garza murió el 29 de enero de 1989 en la ciudad de México y sus restos se encuentran al pie de su mural Dios Padre y crucifixión (1959), en la capilla de la Universidad Intercontinental, de Tlalpan.
Adolfo Cantú, nieto y apoderado legal del pintor, explica: «Federico Cantú es un artista fuera de serie, para algunos fue uno de los grandes de Montparnasse; para otros, el mejor grabador mexicano del siglo XX. Otros lo consideran el representante de la pintura religiosa mexicana en el Museo Vaticano, pero sin duda es uno de los pocos artistas que dominó con maestría todas las disciplinas del arte plástico».
Su obra mural es vasta: Ángeles músicos, Tira de la peregrinación azteca, Informantes de Sahagún, Caída de Troya, Caída de Tenochtitlán y Caprichosa fortuna. En la escultura monumental destacan La maternidad, símbolo del IMSS, Las enseñanzas de Quetzalcóatl y Las enseñanzas de cura Hidalgo.
Existen otras leyendas en torno al afamado artista neolonés. «Una se refiere al muchacho que siguió la escuela de Barbisson, en Coyoacán, con Ramos Martínez; otra alude al achichincle tlacuilo de Diego Rivera en los murales de la Secretaría de Educación Pública; una más habla del transitar de un joven pintor por Montparnasse, conviviendo al lado de Picasso, Braque o Foujita», añade Adolfo Cantú.
La obra de Cantú
Acuarelas, óleos, dibujos, tintas, grabados, monotipos, esculturas y murales integran la obra del artista, quien expuso en la Tate Gallery de Londres, el Museo de Arte Moderno de Nueva York y la Perls Gallery. Universidades, monumentos y edificios públicos también fueron lugares donde el Cantú perpetuó su obra.
Adolfo Cantú, quien preside la fundación que lleva el nombre de su abuelo, explicó: «Desde niño, Federico vivió inmerso en una ambiente literario fomentado por sus padres (Loreley y Adolfo), quienes forjaron una visión temática que regiría e influiría en su creatividad».
Alfonso Reyes, Renato Leduc, Efraín Huerta, José Revueltas, Pablo Neruda, André Breton, Alí Chumacero, Luis Cardoza y Aragón y Andrés Henestrosa, entre otros notables personajes, fueron parte e influencia en temas que fincaron el laberinto de su obra.
Además, la literatura fue su refugio e inspiración: «A François Villon (poeta francés del siglo XV) lo leí con una constancia admirable, al igual que a Pierre de Ronsard, Lord Byron, Goethe y Anatole France, de ahí mi inspiración para ilustrar los poemas de mis grandes amigos, Renato Leduc, Cardoza y Aragón, Helm, Alvarado y Chumacero».
Cantú nació en Nuevo León; en 1922 se unió a la Escuela de Pintura al Aire Libre. Durante 10 años (de 1924 a 1934) viajó por diversos países de Europa y Estados Unidos; regresó en 1934 y en 1945 empezó a trabajar la técnica de punta seca con Carlos Alvarado Lang.
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