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Los gestores del proyecto Fotográfos Argentinos. (Foto: Alfredo Srur)
A rgentina, 27 de mayo,2007. (Roque Casciero/Página/12).- La pasión en común por la fotografía fue la que llevó a dos viejos amigos, el fotógrafo Gabriel Díaz y el publicista Darío Lanis, a imaginar una colección de libros que difundiera la labor de los artistas argentinos que eligieron expresarse a través de la lente de una cámara. Se proponían una verdadera quijotada para el medio local: que ese corpus artístico trascendiera el ghetto, el circuito normal para los libros de fotografía, y pudiera llegar a un público no especializado, pero sin resignar por ello calidad. Varios años después de sus primeros devaneos, Díaz y Lanis, con el sello Dilan Editores, le han dado el puntapié inicial a Fotógrafos argentinos. Y lo hicieron con tres títulos que sintetizan bien la idea de amplitud que manejan, porque son bien diferentes las miradas de Juan Travnik (Los restos), Marcos López (El jugador) y Dani Yako (Presagio). Hay sonrisas de satisfacción en los rostros de los dos editores y de dos de los fotógrafos que inauguraron la colección (López no pudo participar de la entrevista por razones laborales), con la sensación de haber empezado a derrotar los molinos de viento. Pero es sólo el comienzo: ya se planearon los primeros veinte títulos, que saldrán cada cuatro meses en tandas de tres, con trabajos de fotógrafos reconocidos, entre quienes están Res, Adriana Lestido, Eduardo Gil, Marcos Zimmermann, Fernando Gutiérrez, Alfredo Srur, Marcos Adandía y Santiago Porter. «La colección también es amplia porque, si bien se trata de libros de fotografías, hay autores que acompañan con textos las fotos, que son prestigiosos escritores o artistas (Alan Pauls, Rubén Szchmacher y Martín Caparrós en los tres iniciales)», explica Lanis. «Y para saltar fuera del circuito debimos mantener una ecuación interesante entre la calidad de la edición y la impresión, con un precio que no fuera una barrera. Además, la colección estará presente en cincuenta centros culturales y bibliotecas populares para que cualquiera pueda consultarlos».
¿Por qué se lo plantearon como colección?
Gabriel Díaz: En principio pensamos en que cada libro no fuera una selección de fotos de un determinado fotógrafo, como ocurre en otras colecciones, sino que tuviera una estructura narrativa temática. Para nosotros eso también significa abrir, porque si no te enganchás con una rama del arte no tan visitada, quizá sí puedas hacerlo con los temas, con las historias que se desarrollan. Esa era la estructura interna de cada libro, que funciona de modo autónomo. Y después surgió la idea de la fuerza que le da lo colectivo, porque la colección propone una forma determinada desde lo ideológico y lo estético. Imagino que visto desde afuera esas partes arman un todo muy interesante sobre la fotografía, que en este caso ajustamos más a los fotógrafos argentinos.
Darío Lanis: Cada libro en sí mismo es una pieza fundamental, pero forma parte de un todo y ninguno es más importante que la colección. Porque el objetivo es el de difundir la obra de los fotógrafos argentinos.
G.D.: Nuestro trabajo de edición consistió en ser el medio para tratar de entender la obra de estos artistas y traducirla al papel y a la secuencia. En los tres primeros, que son de fotógrafos con una gran trayectoria, la idea fue reformular trabajos ya existentes para que entraran en el formato de la colección: el prólogo, treinta fotos, tapa dura... Sin embargo, también habrá casos puntuales, como Mujeres presas, de Adriana Lestido, o Argentina, de Eduardo Gil, que son series en sí mismas.
¿Cómo fue para los fotógrafos adaptarse al formato de la colección?
Dani Yaco: La estructura está pensada fotográficamente, por cómo las cosas se van juntando. Me siento representado en el libro, con todas las limitaciones que puedo tener en mi fotografía. Estamos un poco acostumbrados al maltrato, al ninguneo, y recibimos un gran respeto hacia la obra de cada uno por cómo se hicieron los textos, la edición, la impresión. Gabriel vivió un mes en la imprenta, tratando obsesivamente de encontrar una calidad que, a la vez, haga accesible el precio de los libros. Porque cuesta casi lo que se paga por una novela, entonces creo que puede funcionar en la divulgación de la fotografía de una manera sistemática, especialmente para un público que de otra manera no puede acceder a un libro así. En otros países hay colecciones económicas, como Photo Poch en Francia, pero hay dos cuestiones: primero, que son tiradas muy grandes, pero además, toda la colección está financiada por el estado. En cuanto a formato, es más parecida a la de Aperture. Pero hay que pensar que Fotógrafos argentinos está destinada a un mercado más chico.
Juan Travnik: –La diferencia importante entre esta colección y los libros de Aperture es que aquellos son producto de batalla para estudiantes que quieren tener una monografía de un autor a un precio muy accesible, con una regular impresión y un regular cuidado de impresión. No es un producto de la más alta calidad. Y en este caso es exactamente al revés. Si bien el formato puede tener algún parecido en cuanto a los tamaños, ni los contenidos ni la forma de realizarlos fueron similares. El concepto temático y el cuidado que tiene esta colección la hace remarcable: han buscado construir un objeto no pretenciosamente grande, pero sí ambiciosamente bello y de calidad.
Tal vez sea imposible hablar de «fotografía argentina» porque abarcaría muchas miradas individuales diferentes. De todos modos, ¿creen que existe algún rasgo de identidad local en los fotógrafos de esta parte del mundo?
J. T.: Se puede hablar de fotografía argentina del mismo modo en el que se puede hablar de fotografía norteamericana o francesa, con las mismas limitaciones. Porque englobar como fotografía norteamericana a Ansel Adams, Diane Arbus y Richard Avedon es bastante arbitrario. Pero si existe una forma de hablar de fotografía norteamericana, ¿por qué no puede existir para la fotografía argentina? Para hacer una aproximación a si existe o no alguna identidad que pueda representar una mirada argentina habría que trabajar más sobre la imagen fotográfica como tal y no sobre los contenidos. Hay algunos fotógrafos que tienen una mirada más local, que es algo común también en otras disciplinas, pero hay otros en los que la conexión entre el discurso y lo que los rodea es mucho más difícil de encontrar, más críptica. No me parece que ninguna de las dos posiciones sean mejores que la otra, simplemente son diferentes caminos que uno toma.
D. Y.: –La fotografía está pasando por un momento especial. Por un lado, hay una gran divulgación y mucha gente dedicada a la fotografía. Además, está entrando en el mercado del arte, entonces muchos pintores hacen fotografía. Es un momento un poco raro. Esta colección es más de la tradición fotográfica, de lo que entendemos tradicionalmente como fotografía.
J. T.: –Es cierto que es un momento especial. Hasta los ’80 no hubo esfuerzos por generar cuestiones colectivas importantes. Desde ya que había excelentes fotógrafos, pero no se habían nucleado como a partir de esa época para promover la obra. No hablo de colectivos de trabajo, sino de gente que se agrupaba para apoyarse en la difusión de su trabajo. Y eso desembocó en este momento, en el que hay gran calidad de las obras y cantidad de autores que empiezan a darse a conocer. Hay un cambio de mentalidad importante en la formación de muchos fotógrafos, también a partir de los ’80. Hoy, el fotógrafo se cruza mucho más con otras disciplinas del arte y del pensamiento. Ese tipo de intercambio es mucho más fácil de encontrar ahora que en la generalidad –porque siempre hubo excepciones que marcaron la diferencia– de los fotógrafos hasta la década del ’70. Hasta entonces el fotoclubismo ocupaba un espacio dentro la fotografía como forma de expresión y que achataba el desarrollo de las nuevas tendencias.
D. Y.: Quizás haya una cosa de «fotografía argentina». Igual, no creo que exista una identificación ni que sea un movimiento que tenga seguidores. En el sentido de que en determinado momento fue la fotografía norteamericana la que influyó sobre el resto del mundo, luego la francesa, o ahora la alemana. La nuestra es una fotografía muy ecléctica, con autores, pero no hay una escuela, una corriente fotográfica argentina. Como sí existe una escuela mexicana, por ejemplo.
J. T.: Sí, pero si existe, está bastante condicionada por lo temático. En México hay una imagen muy fuerte: levantás la cámara y lo que fotografiás termina siendo fuerte desde el registro. Entonces, más allá de la descendencia de Álvarez Bravo, en la fotografía mexicana existe el mismo eclecticismo que hay en el resto de las fotografías del mundo. Si hablo de la fotografía norteamericana, puedo hablar de Robert Frank y su descendencia, pero tengo que englobar a todos los que mencioné antes.
D. Y.: –Claro, pero Adams, Frank y Avedon marcaron, por más que sus estéticas sean muy diferentes. ¿Quién marcó en la Argentina? Quizás haya que hablar de los autores que marcan, más que englobar, y me parece que no tenemos «el» autor que haya marcado. No sé, quizá cuando terminemos de ver todos estos libros digamos: «Mirá vos, sí que había algo».
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