Astrid Hadad
El Financiero
Todas ellas tienen ya nombres propios, y una amplia trayectoria a sus espaldas. Nadie sabe cómo, cuándo o dónde empezó esta nueva oleada de mujeres en la música. Sólo se sabía a voces que un puñado de nuevas artistas venía empujando duro, y que provenían de todas partes del país. Sólo se sabía que estaban -están- haciendo muy buena música.
Hoy no sólo se sabe que son, efectivamente, una nueva -y no tan nueva- generación de mujeres artistas y que provienen de diversas partes de México; sino, además:
§ Que son absolutamente profesionales en la técnica y, a la vez, personalísimas en la tonalidad y en el timbre.
§ Que en esta subida a la cuesta del academicismo y descenso a lo terrestre -es decir, en lo que se refiere a cantarle al amor, desamor, cantos de cuna, o voces contra la injusticia social-, las cantantes producen un material atractivo y sorprendente.
Pero, sobre todo, que son bonitas, talentosas, y que poseen un estudiado manejo espacial, gestual, corporal. Sus temas requieren del bello canto, pero también de sonidos guturales, susurros, ruidos o gruñidos. En México, de lo que se viene oyendo, no hay otras igual.
¿Nombres?
Jaramar, Lila Downs, Georgina Meneses, Susana Harp, Iraida Noriega, Magos Herrera, Tonana, Malena Durán o Ely Guerra, por sólo nombrar a algunas de ellas.
"Estamos a la altura"
Todo empezó a finales de la década pasada y principios de ésta, cuando a nombres como Betsy Pecanins, Astrid Hadad, Eugenia León o Cecilia Toussaint comenzaron a unirse artistas como Lila Downs, Jaramar, Magos Herrera o Tonana (antes Claudia Martínez). De hecho, el primer registro que se tiene de este "movimiento" fue la serie de discos Mexican Divas, editados entonces por Opción Sónica. A ellas -poco tiempo después- se unieron nombres como el de Georgina Meneses, Iraida Noriega o Ely Guerra.
Desde entonces, cada una de ellas, desde sus respectivas trincheras -el jazz, el blues, la trova, el folclor o el rock-, han construido este movimiento de la música mexicana. "Un movimiento que hoy es fuerte, vigoroso, y con mucho futuro por delante", dice Georgina Meneses. "Un movimiento en el que, en efecto, las diversas circunstancias nos han puesto en el oído, en el gusto y a la vista de todos."
Un movimiento que, además, no es nuevo: la mayoría de sus (involuntarias) participantes llevan por lo menos un lustro en el ámbito musical. Ejemplos sobran: Iraida tiene más de una década en el oficio; Magos empezó a escucharse con insistencia a partir de 1998. Por su parte, Jaramar festejó en 2003 sus primeros diez años de solista (porque como cantante tiene más de 20).
"Así que no es algo que ha surgido de la noche a la mañana; al contrario: es algo que se ha ido gestando durante años. Años de sueños, y años de trabajo para realizar esos sueños", dice Georgina Meneses. "Todo es el resultado de un trabajo intenso -comenta Tonana-. Porque siempre hemos estado ahí. Las disqueras, simplemente, se hacían las sordas. Sólo les interesan los clones que funcionen, las mujeres que sean más sensuales que cantantes. No tienen tiempo de pararse a escuchar nada nuevo."
-Hoy, ¿nota usted algún cambio?
-No, seguimos igual -dice Tonana-: en el fondo, las voces no interesan. Vivimos en la época del sonido, e importa muy poco lo que hay detrás de ese sonido.
Es verdad. Magos Herrera lo decía en una entrevista. Ella se asume como parte de este movimiento de intérpretes que "ha sobrevivido a un oscurantismo terrible que hay en el país respecto del arte". Artistas como Betsy Pecanins, Cecilia Toussaint, Astrid Hadad y Eugenia León, entre otras, "han sabido hacerlo con gran dignidad y una calidad impresionantes".
Y aunque están conscientes de que el camino no es fácil, ya que la música se en- cuentra muy dominada por el sector masculino, "en muchas ocasiones como mujer debemos demostrar que estamos a la altura y que podemos competir", señala Lila Downs.
Lo interesante, más allá de ser feminista, "es que sí hay un movimiento -añade Jaramar-: así como se van unos empiezan a surgir otros; nuevas generaciones con nuevas propuestas y con una nueva visión de cómo podrían ser las cosas".
De hecho, tanta aceptación ha tenido esta nueva generación de mujeres artistas que -la mayoría- se la pasa viajando y presentándose en diversas partes del mundo. Aquí mismo -en estas páginas- dábamos cuenta de ello con Lila Downs: desde que su música empezó a escucharse, no tiene espacio para descanso. Antes de que saliera su más reciente disco, ya tenía una agenda cargada de trabajo. Inició una gira por Estados Unidos, luego viajó a Francia y después aterrizó en el Reino Unido. Y eso no es todo: salió su disco, y llegó a la ciudad de México, se trasladó a Guadalajara y, al siguiente día, hacia Puerto Rico. ¿Los costos de la fama? "A lo mejor -decía en aquella ocasión-. La verdad es que uno se cansa de todo esto; sobre todo de los viajes. Son muy pesados." Y no es para menos: ha volado tanto como una azafata profesional.
Es algo que ni siquiera se imaginaban. Ahí está también la historia de Jaramar. Sabía que las artes eran su camino porque creció en una familia de artistas: su madre fue bailarina y su padre museógrafo. Así que siempre estuvo rodeada de gente de distintas disciplinas: bailarines, pintores o cantantes. Aunque eso marcó su vida, la mayor influencia la recibió de su abuela, que también era cantante. Ella fue una maravillosa maestra, cuenta la propia Jaramar: "La formación de mi voz, mi disciplina en la voz, y la educación de mi voz se lo debo a ella." Es más: antes de cumplir los diez años, sin proponérselo, y sin recordarlo ahora con mucha precisión, su abuela la obligó a empezar sus estudios de canto. Primero de una manera informal; después, ya de una forma más ordenada y continua. Hoy, ella es una de las principales representantes de esta nueva corriente. Y no sólo eso: su historia es similar a la de varias de sus compañeras de oficio.
Canto a la vida
¿Pero qué andan buscando estas mujeres en la música? ¿La felicidad? "No. La felicidad forma parte de la cultura yuppy. Para mí -dice Lila Downs-, es un concepto vago. Nuestra música está comprometida con otras cosas, aunque también es para pasar un momento de celebración y de sentimiento... Más bien, creo que mi música tiene mucho que ver con la melancolía."
Entonces: ¿una nueva vía hacia el éxito? "Pero, ¿qué es el éxito? Para mí, es un invento de esa gente que sólo le interesa vender", señala Iraida Noriega.
Tal vez, ¿llamar la atención? "No, qué va. Yo no canto para hacerme famosa o llamar la atención -comenta Georgina Meneses-. Canto porque a través de mi voz he podido hacer cosas a favor de lo que va caminando a mi lado. Y eso es maravilloso."
¿Volver a enamorarse? "Yo siempre estoy enamorada", dice Tonana.
Quizás la respuesta ya no está «arriba del cielo» -para parafrasear el título de una de las canciones de Tonana-, sino que se puede encontrar en unas declaraciones que formuló Magos Herrera -en Madrid- durante la presentación de uno de sus más recientes discos: "No hay un objetivo último, la posibilidad de hacer música es una constante invitación a reinventarme y explorar al ser humano. Un camino de vida en sí mismo."
Y en eso tiene razón. La propia Susana Harp lo dice:
-¿A quién le cantan las mujeres? No puedo hablar en general por todas, pero, al menos yo, canto por una necesidad personal. Para mí, el privilegio es poder compartirlo. Es más: nunca he pensado en un público específico. Yo canto porque lo necesito...
Si es así: ¿de qué necesidad estamos hablando?
-En realidad, de ninguna -prosigue Susana Harp-. Es simplemente el hecho de cantar por cantar. Es como esa persona que necesita correr todas las mañanas. Es algo que necesita, independientemente de que concurse o no en una carrera. Ella lo hace porque le gusta. Es una satisfacción personal.
Y es que cantar, sugiere Jaramar, "es como un contacto profundo con una misma".
-Es como descubrirnos -señala Tonana.
-Es como una caricia interna -añade Susana Harp-. Es el hecho de tener una conciencia plena de todo mi cuerpo.
-Es, sencillamente, una razón de vida -puntualiza Georgina Meneses.
Finalmente, insiste Jaramar, "es una búsqueda, un vehículo para expresar y para descubrir quién soy yo como mujer". Y no sólo eso: "Es una forma de introspección en la que uno se pregunta: ¿por qué estoy viva, qué hago aquí, cuál es nuestro lugar en el mundo?", añade Lila Downs.
Lo que es un hecho es que la mujer ha representado siempre esa dualidad contradictoria e insondable, algo eternamente prohibido y sin embargo siempre a la mano. En sus rolas está la carne viva de la mujer, la presencia de la mujer en sus múltiples manifestaciones. En ella, en su música, se aspira, se inhala y se percibe el perfume de una mujer.
Mujeres apasionadas, ellas escriben lo que siente su corazón, y lo que están viviendo en este momento. "Las mujeres se cantan a sí mismas. Le cantan a la vida. Es como un canto hacia el interior pero, al mismo tiempo, universal. Las mujeres tenemos esa necesidad de descubrirnos, de explorarnos. Hay una gran necesidad de descubrir quiénes somos", dice Tonana.
-Algo que hemos dialogado Magos y yo -señala ahora Iraida Noriega- es un poco la situación de integración, de convertirnos en esa sola raza humana que somos. Queremos tratar de limar esta diferencia de "ah, los hombres", "ah, las mujeres", "ah, los españoles", "ah, los mexicanos"; de pronto nos clavamos mucho en lo que nos hace diferentes, y creo que más bien lo que hay que hacer es fijarnos en lo que nos une. Finalmente, todos somos seres humanos.
Magos Herrera ya lo decía: cuando le preguntaron si el título de su disco País maravilla no so- naba a mundo color de ro- sa, ella respondió:
-País maravilla no es un mundo color de rosa, es un estado de percepción, o el intento de instalarse en ese estado. Mientras exista el ser humano, existirá dua- lidad: amor y miedo, guerra y paz, sufrimiento y gozo, y ese viaje, a ese lugar geográfico, es poder procurar la belleza de esa dualidad... Es un abrazo a la belleza del ser humano.
De hecho, el más reciente espectáculo de estas dos mujeres -llamado Soliluna- engloba su sentir. "Magos lo dijo hermosamente -cuenta Iraida-: es un arrullo para la humanidad. Creemos que a la humanidad le hace falta apapacho; cosas que tranquilicen su alma. Y es que estamos atravesando una época agitada, una época de incertidumbre. En todo caso, lo que estamos tratando de hacer es como acariciar el alma. Con esto no quiero decir que sea pura música tranquila; también explora y refleja la complejidad del alma humana."
Lila Downs lo dice así: "Musicalmente, estoy tratando de encontrar cosas que apelan más bien a lo visceral que a lo mental. Eso me da un mayor sentido de mí misma."
Independencia musical
Así que las letras hablan de estas obsesiones con las que vive el ser humano en este nuevo milenio: el hambre de poder, el miedo al abandono, la lucha de género, el consumismo, la naturaleza; pero, sobre todo, es una exploración a las entrañas mismas del hombre.
Pero otra de las cosas que llaman la atención es que esta nueva generación de mujeres artistas aboga por la independencia. Una independencia que no sólo es el reflejo de ser mujer hoy sino que también fue coyuntural, puntualiza Susana Harp. "Hemos tenido la oportunidad de hacerlo, y lo hicimos." Así de simple. "Y es que la mayoría de nosotras, como generación, ya no tuvimos que luchar, por ejemplo, por un espacio, o porque se me reconociera mi trabajo o porque se reconociera mi profesionalismo. Soy psicoterapeuta, tengo una maestría y una especialidad. He vivido sola desde los 19 años. Y, la verdad, he hecho cosas que en otro momento, en otras circunstancia, en otra década, quizás nunca las hubiera hecho una mujer."
-En mi caso -agrega Georgina Meneses- siempre he sido un espíritu independiente. Es un hecho: la independencia me da más libertad de trabajar. Hago lo que siento y lo que me gusta. Hago un trabajo en el que creo totalmente. Siento que sería muy difícil trabajar con una disquera que me impulsara a realizar lo que ella quiere. O manejar una cuestión de imagen, de mercadotecnia ("vas a decir esto", "vas a hablar de tal forma", "vas a sacar este disco" o "te moverás de esta manera en el escenario"). No va conmigo. Desde luego, no niego la necesidad de tener, tal vez, una empresa fuerte que, así como es Georgina, se animara a trabajar con ella, en conjunto. ¿Por qué? Porque ayudaría a la difusión. A veces, ser independiente te orilla a ser tu propio representante, tu propio relacionista público, tu propia secretaria o asistente... Pero uno lo hace con gusto. Es el trabajo.
-¿Cree que ha cambiado el rol de la mujer en el último siglo?
-Lo que ha cambiado, más que las leyes, es la conciencia de las propias mujeres. No es suficiente con tener oportunidades que no estén confirmadas por las leyes y el derecho. Creo que conciencia y leyes deben ir juntas.
Y aún dice más, por si alguien no ha entendido el mensaje: "Considero, en general, que las mujeres seguimos luchando: primero, porque sean respetados nuestros derechos; segundo, porque nos valoren en el aspecto profesional; y, tercero, que se abran puertas para que nos podamos desarrollar en total plenitud. Yo, por ejemplo, me he dedicado a actividades a favor de las mujeres y los niños en mi estado (Oaxaca). Hablo por estas mujeres de mi tierra. Mujeres que no han tenido las oportunidades de desarrollo que yo he tenido. Creo que la vida, sinceramente, ha sido benevolente conmigo. Soy una mujer terca, que en lugar de fijarme en las barreras, lucho y trabajo para seguir adelante."
La pregunta, entonces, parece inevitable: las mujeres han seguido evolucionando, ¿cómo cree que se sientan los hombres?
-Yo creo que sí se sientes desplazados, sí se sienten opacados, sienten la competencia gruesa -responde Jaramar-. Creo que sí se sienten atemorizados. Al menos es lo que yo pienso. Me parece muy triste y no entiendo por qué. Es más: lo veo en las generaciones siguientes. Hay mujeres, chavas, con una gran presencia de ánimo ante la vida; incluso, más que en mi generación. No tienen miedo. Brillan por sí solas. No me gusta mucho decir esto porque considero que es un rollo sexista, separatista. Lo que hay que buscar es la forma de coincidir. Porque esas coincidencias existen entre todos nosotros.
Así que no se trata de divisionismo, abunda Georgina Meneses. Porque, además, "el arte no es eso. Qué bueno que ahora seamos las mujeres las que estemos dando de qué hablar, las que estemos mostrando nuestros proyectos y nuestro trabajo. Sin embargo, el arte, en lugar de dividir, tiende a unir; o al menos ése debería ser el objetivo".
Pero unión es la que se necesita hoy más que nunca. No sólo entre el gremio, también con las autoridades. Georgina lo explica así: "Lo que sí pediría son mayores espacios. Y también un mayor presupuesto para los artistas mexicanos, porque es terrible la situación. Se ve a todas luces: cuando alguna de nosotras ofrece un concierto tenemos el mínimo; incluso, uno termina poniendo de su bolsa. Sin embargo, cuando se realiza un festival con artistas extranjeros te aseguro que se les paga todo (el avión, el hospedaje, comidas, honorario). Para ellos sí hay dinero. Creo que todavía existe este malinchismo. Debemos voltear la mirada hacia nuestro país. A nuestras raíces. Ya después podremos traer a los artistas extranjeros. No es posible que la gente conozca a un sinfín de artistas foráneos, y pocos sepan qué está haciendo Iraida, Susana, Lila o Georgina. Creo que sí falta valorar nuestras tradiciones, a nuestros artistas."
-¿Entre mujeres no existe ese divisionismo? Dice la frase que mujeres juntas ni difuntas.
-Es mentira -afirma Georgina Meneses-. Al menos, hablo por mí: admiro el trabajo de cada una de mis compañeras, que están haciendo algo digno, algo con honestidad, algo con amor. Las admiro, las escucho, y cada vez que alguna de ellas tiene un nuevo material lo aplaudo. Porque sé el trabajo que cuesta conseguirlo.
"A lo mejor no nos conocemos todas", agrega Tonana, "pero es bueno que esto siga así porque salimos beneficiadas, y demostramos que también hacemos buena música". De hecho, "yo tampoco siento que exista una competencia desleal -concluye Susana Harp-. Por ejemplo, yo tengo muy buena relación con Magos y con Iraida. Creo que a veces son las circunstancias. Incluso, a veces son los mismos medios los que quieren que exista un pique".
Así que estas mujeres están cada vez más lejos del show y más cerca del arte. Si alguien puede darle a las canciones una nueva faceta, son ellas: mezclan -primero que nadie- la tradición de la música popular con nuevas corrientes melódicas, como el jazz, la nueva trova o el rock. Se trata, sin lugar a dudas, de cantantes para cantantes.
José David Cano | ||
Martes, 1 de febrero de 2005 | ||
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Todas ellas tienen ya nombres propios, y una amplia trayectoria a sus espaldas. Nadie sabe cómo, cuándo o dónde empezó esta nueva oleada de mujeres en la música. Sólo se sabía a voces que un puñado de nuevas artistas venía empujando duro, y que provenían de todas partes del país. Sólo se sabía que estaban -están- haciendo muy buena música.
Hoy no sólo se sabe que son, efectivamente, una nueva -y no tan nueva- generación de mujeres artistas y que provienen de diversas partes de México; sino, además:
§ Que son absolutamente profesionales en la técnica y, a la vez, personalísimas en la tonalidad y en el timbre.
§ Que en esta subida a la cuesta del academicismo y descenso a lo terrestre -es decir, en lo que se refiere a cantarle al amor, desamor, cantos de cuna, o voces contra la injusticia social-, las cantantes producen un material atractivo y sorprendente.
Pero, sobre todo, que son bonitas, talentosas, y que poseen un estudiado manejo espacial, gestual, corporal. Sus temas requieren del bello canto, pero también de sonidos guturales, susurros, ruidos o gruñidos. En México, de lo que se viene oyendo, no hay otras igual.
¿Nombres?
Jaramar, Lila Downs, Georgina Meneses, Susana Harp, Iraida Noriega, Magos Herrera, Tonana, Malena Durán o Ely Guerra, por sólo nombrar a algunas de ellas.
"Estamos a la altura"
Todo empezó a finales de la década pasada y principios de ésta, cuando a nombres como Betsy Pecanins, Astrid Hadad, Eugenia León o Cecilia Toussaint comenzaron a unirse artistas como Lila Downs, Jaramar, Magos Herrera o Tonana (antes Claudia Martínez). De hecho, el primer registro que se tiene de este "movimiento" fue la serie de discos Mexican Divas, editados entonces por Opción Sónica. A ellas -poco tiempo después- se unieron nombres como el de Georgina Meneses, Iraida Noriega o Ely Guerra.
Desde entonces, cada una de ellas, desde sus respectivas trincheras -el jazz, el blues, la trova, el folclor o el rock-, han construido este movimiento de la música mexicana. "Un movimiento que hoy es fuerte, vigoroso, y con mucho futuro por delante", dice Georgina Meneses. "Un movimiento en el que, en efecto, las diversas circunstancias nos han puesto en el oído, en el gusto y a la vista de todos."
Un movimiento que, además, no es nuevo: la mayoría de sus (involuntarias) participantes llevan por lo menos un lustro en el ámbito musical. Ejemplos sobran: Iraida tiene más de una década en el oficio; Magos empezó a escucharse con insistencia a partir de 1998. Por su parte, Jaramar festejó en 2003 sus primeros diez años de solista (porque como cantante tiene más de 20).
"Así que no es algo que ha surgido de la noche a la mañana; al contrario: es algo que se ha ido gestando durante años. Años de sueños, y años de trabajo para realizar esos sueños", dice Georgina Meneses. "Todo es el resultado de un trabajo intenso -comenta Tonana-. Porque siempre hemos estado ahí. Las disqueras, simplemente, se hacían las sordas. Sólo les interesan los clones que funcionen, las mujeres que sean más sensuales que cantantes. No tienen tiempo de pararse a escuchar nada nuevo."
-Hoy, ¿nota usted algún cambio?
-No, seguimos igual -dice Tonana-: en el fondo, las voces no interesan. Vivimos en la época del sonido, e importa muy poco lo que hay detrás de ese sonido.
Es verdad. Magos Herrera lo decía en una entrevista. Ella se asume como parte de este movimiento de intérpretes que "ha sobrevivido a un oscurantismo terrible que hay en el país respecto del arte". Artistas como Betsy Pecanins, Cecilia Toussaint, Astrid Hadad y Eugenia León, entre otras, "han sabido hacerlo con gran dignidad y una calidad impresionantes".
Y aunque están conscientes de que el camino no es fácil, ya que la música se en- cuentra muy dominada por el sector masculino, "en muchas ocasiones como mujer debemos demostrar que estamos a la altura y que podemos competir", señala Lila Downs.
Lo interesante, más allá de ser feminista, "es que sí hay un movimiento -añade Jaramar-: así como se van unos empiezan a surgir otros; nuevas generaciones con nuevas propuestas y con una nueva visión de cómo podrían ser las cosas".
De hecho, tanta aceptación ha tenido esta nueva generación de mujeres artistas que -la mayoría- se la pasa viajando y presentándose en diversas partes del mundo. Aquí mismo -en estas páginas- dábamos cuenta de ello con Lila Downs: desde que su música empezó a escucharse, no tiene espacio para descanso. Antes de que saliera su más reciente disco, ya tenía una agenda cargada de trabajo. Inició una gira por Estados Unidos, luego viajó a Francia y después aterrizó en el Reino Unido. Y eso no es todo: salió su disco, y llegó a la ciudad de México, se trasladó a Guadalajara y, al siguiente día, hacia Puerto Rico. ¿Los costos de la fama? "A lo mejor -decía en aquella ocasión-. La verdad es que uno se cansa de todo esto; sobre todo de los viajes. Son muy pesados." Y no es para menos: ha volado tanto como una azafata profesional.
Es algo que ni siquiera se imaginaban. Ahí está también la historia de Jaramar. Sabía que las artes eran su camino porque creció en una familia de artistas: su madre fue bailarina y su padre museógrafo. Así que siempre estuvo rodeada de gente de distintas disciplinas: bailarines, pintores o cantantes. Aunque eso marcó su vida, la mayor influencia la recibió de su abuela, que también era cantante. Ella fue una maravillosa maestra, cuenta la propia Jaramar: "La formación de mi voz, mi disciplina en la voz, y la educación de mi voz se lo debo a ella." Es más: antes de cumplir los diez años, sin proponérselo, y sin recordarlo ahora con mucha precisión, su abuela la obligó a empezar sus estudios de canto. Primero de una manera informal; después, ya de una forma más ordenada y continua. Hoy, ella es una de las principales representantes de esta nueva corriente. Y no sólo eso: su historia es similar a la de varias de sus compañeras de oficio.
Canto a la vida
¿Pero qué andan buscando estas mujeres en la música? ¿La felicidad? "No. La felicidad forma parte de la cultura yuppy. Para mí -dice Lila Downs-, es un concepto vago. Nuestra música está comprometida con otras cosas, aunque también es para pasar un momento de celebración y de sentimiento... Más bien, creo que mi música tiene mucho que ver con la melancolía."
Entonces: ¿una nueva vía hacia el éxito? "Pero, ¿qué es el éxito? Para mí, es un invento de esa gente que sólo le interesa vender", señala Iraida Noriega.
Tal vez, ¿llamar la atención? "No, qué va. Yo no canto para hacerme famosa o llamar la atención -comenta Georgina Meneses-. Canto porque a través de mi voz he podido hacer cosas a favor de lo que va caminando a mi lado. Y eso es maravilloso."
¿Volver a enamorarse? "Yo siempre estoy enamorada", dice Tonana.
Quizás la respuesta ya no está «arriba del cielo» -para parafrasear el título de una de las canciones de Tonana-, sino que se puede encontrar en unas declaraciones que formuló Magos Herrera -en Madrid- durante la presentación de uno de sus más recientes discos: "No hay un objetivo último, la posibilidad de hacer música es una constante invitación a reinventarme y explorar al ser humano. Un camino de vida en sí mismo."
Y en eso tiene razón. La propia Susana Harp lo dice:
-¿A quién le cantan las mujeres? No puedo hablar en general por todas, pero, al menos yo, canto por una necesidad personal. Para mí, el privilegio es poder compartirlo. Es más: nunca he pensado en un público específico. Yo canto porque lo necesito...
Si es así: ¿de qué necesidad estamos hablando?
-En realidad, de ninguna -prosigue Susana Harp-. Es simplemente el hecho de cantar por cantar. Es como esa persona que necesita correr todas las mañanas. Es algo que necesita, independientemente de que concurse o no en una carrera. Ella lo hace porque le gusta. Es una satisfacción personal.
Y es que cantar, sugiere Jaramar, "es como un contacto profundo con una misma".
-Es como descubrirnos -señala Tonana.
-Es como una caricia interna -añade Susana Harp-. Es el hecho de tener una conciencia plena de todo mi cuerpo.
-Es, sencillamente, una razón de vida -puntualiza Georgina Meneses.
Finalmente, insiste Jaramar, "es una búsqueda, un vehículo para expresar y para descubrir quién soy yo como mujer". Y no sólo eso: "Es una forma de introspección en la que uno se pregunta: ¿por qué estoy viva, qué hago aquí, cuál es nuestro lugar en el mundo?", añade Lila Downs.
Lo que es un hecho es que la mujer ha representado siempre esa dualidad contradictoria e insondable, algo eternamente prohibido y sin embargo siempre a la mano. En sus rolas está la carne viva de la mujer, la presencia de la mujer en sus múltiples manifestaciones. En ella, en su música, se aspira, se inhala y se percibe el perfume de una mujer.
Mujeres apasionadas, ellas escriben lo que siente su corazón, y lo que están viviendo en este momento. "Las mujeres se cantan a sí mismas. Le cantan a la vida. Es como un canto hacia el interior pero, al mismo tiempo, universal. Las mujeres tenemos esa necesidad de descubrirnos, de explorarnos. Hay una gran necesidad de descubrir quiénes somos", dice Tonana.
-Algo que hemos dialogado Magos y yo -señala ahora Iraida Noriega- es un poco la situación de integración, de convertirnos en esa sola raza humana que somos. Queremos tratar de limar esta diferencia de "ah, los hombres", "ah, las mujeres", "ah, los españoles", "ah, los mexicanos"; de pronto nos clavamos mucho en lo que nos hace diferentes, y creo que más bien lo que hay que hacer es fijarnos en lo que nos une. Finalmente, todos somos seres humanos.
Magos Herrera ya lo decía: cuando le preguntaron si el título de su disco País maravilla no so- naba a mundo color de ro- sa, ella respondió:
-País maravilla no es un mundo color de rosa, es un estado de percepción, o el intento de instalarse en ese estado. Mientras exista el ser humano, existirá dua- lidad: amor y miedo, guerra y paz, sufrimiento y gozo, y ese viaje, a ese lugar geográfico, es poder procurar la belleza de esa dualidad... Es un abrazo a la belleza del ser humano.
De hecho, el más reciente espectáculo de estas dos mujeres -llamado Soliluna- engloba su sentir. "Magos lo dijo hermosamente -cuenta Iraida-: es un arrullo para la humanidad. Creemos que a la humanidad le hace falta apapacho; cosas que tranquilicen su alma. Y es que estamos atravesando una época agitada, una época de incertidumbre. En todo caso, lo que estamos tratando de hacer es como acariciar el alma. Con esto no quiero decir que sea pura música tranquila; también explora y refleja la complejidad del alma humana."
Lila Downs lo dice así: "Musicalmente, estoy tratando de encontrar cosas que apelan más bien a lo visceral que a lo mental. Eso me da un mayor sentido de mí misma."
Independencia musical
Así que las letras hablan de estas obsesiones con las que vive el ser humano en este nuevo milenio: el hambre de poder, el miedo al abandono, la lucha de género, el consumismo, la naturaleza; pero, sobre todo, es una exploración a las entrañas mismas del hombre.
Pero otra de las cosas que llaman la atención es que esta nueva generación de mujeres artistas aboga por la independencia. Una independencia que no sólo es el reflejo de ser mujer hoy sino que también fue coyuntural, puntualiza Susana Harp. "Hemos tenido la oportunidad de hacerlo, y lo hicimos." Así de simple. "Y es que la mayoría de nosotras, como generación, ya no tuvimos que luchar, por ejemplo, por un espacio, o porque se me reconociera mi trabajo o porque se reconociera mi profesionalismo. Soy psicoterapeuta, tengo una maestría y una especialidad. He vivido sola desde los 19 años. Y, la verdad, he hecho cosas que en otro momento, en otras circunstancia, en otra década, quizás nunca las hubiera hecho una mujer."
-En mi caso -agrega Georgina Meneses- siempre he sido un espíritu independiente. Es un hecho: la independencia me da más libertad de trabajar. Hago lo que siento y lo que me gusta. Hago un trabajo en el que creo totalmente. Siento que sería muy difícil trabajar con una disquera que me impulsara a realizar lo que ella quiere. O manejar una cuestión de imagen, de mercadotecnia ("vas a decir esto", "vas a hablar de tal forma", "vas a sacar este disco" o "te moverás de esta manera en el escenario"). No va conmigo. Desde luego, no niego la necesidad de tener, tal vez, una empresa fuerte que, así como es Georgina, se animara a trabajar con ella, en conjunto. ¿Por qué? Porque ayudaría a la difusión. A veces, ser independiente te orilla a ser tu propio representante, tu propio relacionista público, tu propia secretaria o asistente... Pero uno lo hace con gusto. Es el trabajo.
-¿Cree que ha cambiado el rol de la mujer en el último siglo?
-Lo que ha cambiado, más que las leyes, es la conciencia de las propias mujeres. No es suficiente con tener oportunidades que no estén confirmadas por las leyes y el derecho. Creo que conciencia y leyes deben ir juntas.
Y aún dice más, por si alguien no ha entendido el mensaje: "Considero, en general, que las mujeres seguimos luchando: primero, porque sean respetados nuestros derechos; segundo, porque nos valoren en el aspecto profesional; y, tercero, que se abran puertas para que nos podamos desarrollar en total plenitud. Yo, por ejemplo, me he dedicado a actividades a favor de las mujeres y los niños en mi estado (Oaxaca). Hablo por estas mujeres de mi tierra. Mujeres que no han tenido las oportunidades de desarrollo que yo he tenido. Creo que la vida, sinceramente, ha sido benevolente conmigo. Soy una mujer terca, que en lugar de fijarme en las barreras, lucho y trabajo para seguir adelante."
La pregunta, entonces, parece inevitable: las mujeres han seguido evolucionando, ¿cómo cree que se sientan los hombres?
-Yo creo que sí se sientes desplazados, sí se sienten opacados, sienten la competencia gruesa -responde Jaramar-. Creo que sí se sienten atemorizados. Al menos es lo que yo pienso. Me parece muy triste y no entiendo por qué. Es más: lo veo en las generaciones siguientes. Hay mujeres, chavas, con una gran presencia de ánimo ante la vida; incluso, más que en mi generación. No tienen miedo. Brillan por sí solas. No me gusta mucho decir esto porque considero que es un rollo sexista, separatista. Lo que hay que buscar es la forma de coincidir. Porque esas coincidencias existen entre todos nosotros.
Así que no se trata de divisionismo, abunda Georgina Meneses. Porque, además, "el arte no es eso. Qué bueno que ahora seamos las mujeres las que estemos dando de qué hablar, las que estemos mostrando nuestros proyectos y nuestro trabajo. Sin embargo, el arte, en lugar de dividir, tiende a unir; o al menos ése debería ser el objetivo".
Pero unión es la que se necesita hoy más que nunca. No sólo entre el gremio, también con las autoridades. Georgina lo explica así: "Lo que sí pediría son mayores espacios. Y también un mayor presupuesto para los artistas mexicanos, porque es terrible la situación. Se ve a todas luces: cuando alguna de nosotras ofrece un concierto tenemos el mínimo; incluso, uno termina poniendo de su bolsa. Sin embargo, cuando se realiza un festival con artistas extranjeros te aseguro que se les paga todo (el avión, el hospedaje, comidas, honorario). Para ellos sí hay dinero. Creo que todavía existe este malinchismo. Debemos voltear la mirada hacia nuestro país. A nuestras raíces. Ya después podremos traer a los artistas extranjeros. No es posible que la gente conozca a un sinfín de artistas foráneos, y pocos sepan qué está haciendo Iraida, Susana, Lila o Georgina. Creo que sí falta valorar nuestras tradiciones, a nuestros artistas."
-¿Entre mujeres no existe ese divisionismo? Dice la frase que mujeres juntas ni difuntas.
-Es mentira -afirma Georgina Meneses-. Al menos, hablo por mí: admiro el trabajo de cada una de mis compañeras, que están haciendo algo digno, algo con honestidad, algo con amor. Las admiro, las escucho, y cada vez que alguna de ellas tiene un nuevo material lo aplaudo. Porque sé el trabajo que cuesta conseguirlo.
"A lo mejor no nos conocemos todas", agrega Tonana, "pero es bueno que esto siga así porque salimos beneficiadas, y demostramos que también hacemos buena música". De hecho, "yo tampoco siento que exista una competencia desleal -concluye Susana Harp-. Por ejemplo, yo tengo muy buena relación con Magos y con Iraida. Creo que a veces son las circunstancias. Incluso, a veces son los mismos medios los que quieren que exista un pique".
Así que estas mujeres están cada vez más lejos del show y más cerca del arte. Si alguien puede darle a las canciones una nueva faceta, son ellas: mezclan -primero que nadie- la tradición de la música popular con nuevas corrientes melódicas, como el jazz, la nueva trova o el rock. Se trata, sin lugar a dudas, de cantantes para cantantes.