Rancho Las Voces: El modelo económico puede resultar genocida: Luis Estrada
La inteligencia de Irene visita México / La Quincena

viernes, abril 07, 2006

El modelo económico puede resultar genocida: Luis Estrada


Sergio Raúl López

Viernes, 7 de abril de 2006




El Financiero.

El mundo maravilloso de la tecnocracia neoliberal.

S eis años atrás, La Ley de Herodes, la fábula satírica de Luis Estrada sobre la corrupción priista, sufrió un burdo intento de censura guberna- mental. Al finalizar el sexenio de Fox, el director entrega en Un mundo maravilloso: un retrato acerbo de la tecnocracia neoliberal con menores riesgos de prohibición; una película que, por cierto, sigue aún en cartelera.

La minúscula casita de madera con techo marrón, paredes blancas y cortinas ver- des que el vagabundo Juan Pérez (Damián Alcázar) consigue habitar tras chantajear al ministro de Economía (An- tonio Serrano), puede resultar una metáfora directa del programa de vivienda "más ambicioso de la historia" de México que el presidente Vicente Fox promueve en sus espots mediáticos.

Pero el cineasta Luis Estrada afirma que, más allá de ciertas semejanzas, su nueva cinta, Un mundo maravilloso (Mé- xico, 2006), se ubica en una atemporalidad que sin duda refleja la actualidad, pero también el pasado reciente del priismo neoliberal e incluso la "amenaza de futuro" de continuidad al actual proyecto económico. Por eso, explica, mezcla en ella la más apabullante modernidad con la pobreza estereotipada de las cintas mexicanas de los años cincuenta, en una caricatura ácida y amarga sobre la sociedad mexicana.

-Creo que la película tiene muchas capas -dice-. Habrá quien la vea como una comedia que se vuelve melodramática hacia el final, pero permite ir profundizando hasta tesis demasiado aventuradas como la de afirmar y plantear que el modelo económico puede resultar genocida. No sé si hasta se me pasó la mano; sin embargo, esto es lo que creo en el momento actual; me parece que es mejor asumir una posición, tener un cierto compromiso con tu trabajo.

Hace tres años, poco después de concluir el largo proceso de su anterior largometraje, La Ley de Herodes, Estrada comenzó a escribir el guión de su actual filme, sintiendo la necesidad de expresar su descontento por el contundente fracaso del Gobierno del Cambio -"mal llamado así, porque seguimos igual que como estábamos, si no es que peor"-, eligiendo el tono de sátira en el que tan cómodo se siente.

-¿Se considera un cineasta de obras sexenales?

-No sé qué vaya a pasar de aquí a seis años, pero la sexenalidad de ambas películas fue una casualidad, una coincidencia. Evidentemente busqué la oportunidad de estrenar la película en este momento político del país, pero consideré que lo más oportuno era poner en la mesa de debate una película polémica, que no dejará indiferente porque toca el tema más grave de este país: la desigualdad social. La decisión de estrenarla en este momento fue más una estratégica de mercadotecnia por parte de la distribuidora que mía, porque ha sido una carrera contra el tiempo muy enloquecida.

-Ambas cintas contienen críticas directas al régimen que está en la presidencia: el PRI de Ernesto Zedillo en el caso de La Ley de Herodes y el panista Vicente Fox en Un mundo maravilloso.

-La película es claramente una crítica. En La Ley de Herodes el objetivo era muy puntual: el funcionario priista corrupto; en este caso, sin embargo, va más hacia el modelo económico y el sistema político que ha venido prevaleciendo en el país en las tres décadas pasadas. El PAN, que ha tenido una continuidad cuasi perfecta en términos de modelo económico, se vuelve el blanco más visible, pero también puede tener vigencia el sexenio que sigue, si las cosas salen como de pesadilla, aunque espero equivocarme. La continuidad en la escuela neoliberal que nos trajo de regalo Miguel de la Madrid (de la mano del innombrable don Carlos Salinas y todos los Chicago Boy's que los han venido siguiendo), le ha dado en la madre a este país. Traté de darle la vuelta a las alusiones personales, no por autocensura o pudor, sino porque ya hay tal cantidad de escarnio, parodia y chistorete fácil alrededor de la figura presidencial (que además ya se va), que preferí hacer una crítica más amplia sobre este sistema.

-Evidentemente, esta cinta no enfrentará un intento tan burdo de censura como ocurrió con La Ley de Herodes, porque le serviría de propaganda...

-Vivirlo no fue tan agradable, fue muy denso porque sabíamos de lo que era capaz el PRI y el gobierno que retrataba la cinta. Fue una situación de mucho nerviosismo y miedo, pero con la perspectiva del tiempo espero que este gobierno foxista haya aprendido la lección: cada vez que hay un intento de coartar la libertad de expresión, de censurar una manifestación artística o cultural, se revierte su efecto. Espero que haya una mente sensata consciente de que entre más se queden callados, menos publicidad gratuita le harán a la película.

-¿Le resultó difícil no hacer referencias directas a Fox y no partidizar en este momento tan sensible de la política mexicana?

-No dudo que haya quien me quiera acusar de hacer una cinta proselitista o de propaganda para Andrés Manuel López Obrador, para decirlo en concreto. La crítica de la película es hacia el sistema político y económico, y por eso tuve cuidado de no hacer énfasis particular sobre un partido o una figura pública. Si este modelo económico se va a acabar con otra alternancia ya lo veremos, no estoy tan seguro de ello. La cinta es igual de dura con todos, no olvidemos que la ciudad que refleja es la que gobernó López Obrador.

-Aunque la película critica el momento actual de la política, no toca las loas excesivas a la democracia como panacea para la salvación de este país.

-La cinta es una reflexión del coitus interruptus, del aborto, de la decepción y de la desilusión de la promesa de democracia, que de alguna manera ya se insinuaba en La Ley de Herodes. Nos han querido vender el cuento de una democracia que consiste en ir a votar un día cada seis años y ahí se acaba el ejercicio. Me parece que seguimos en un autoritarismo disfrazado de elecciones al que muchos, en las cúpulas del poder político, económico y religioso, le quieren poner como adjetivo calificativo el de régimen democrático; sin embargo, estamos tan lejos de eso ahora como lo estuvimos con el PRI durante 70 años.