Rancho Las Voces: Fernando Díez de Urdanivia cruza el puente de las generaciones.
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

viernes, abril 07, 2006

Fernando Díez de Urdanivia cruza el puente de las generaciones.



Óscar Enrique Ornelas
Viernes, 7 de abril de 2006
El Financiero









(La Sociedad de Escritores de Morelos (SEM): De pie: Oritia Ruiz, Daniel Murillo Licea, Axel Maiglín (hijo de la primera), Raúl Moncada Galán, Gloria Chejca, Rubén Pizano, Susana Mendoza, Irma de Moncada, Olivia y GP. En el suelo: Fernando Diez de Urdanivia y una persona no identificada. Foto de Gilia González.)



Pláticas con los huehuetlatolli de la cultura.


C uernavaca, Mor.- De abuelos a nietos. Pláticas de viejitos. Huehuetlatolli, en náhuatl. Es lo que ofrece el veterano periodista cultural Fernando Díez de Urdanivia en Puente de generaciones (Conaculta), a partir de una idea del desaparecido Santiago Genovés: hablar con las personas mayores que han destacado en sus respectivos campos "antes de que se vayan". Aquí hablan lo mismo ciclistas que poetas, científicos y toreros, músicos y bailarinas. Una visión de México hasta que el cuerpo aguante.

El trabajo propuesto por Genovés a Urdanivia se ha condensado en dos libros: En el umbral del milenio (2001) y el actual, Puente de generaciones, aunque muchas de las entrevistas fueron publicadas en diarios, entre ellos EL FINANCIERO. En total, fueron 85 entrevistas.

La técnica de Díez de Urdanivia es la de dejar hablar. "Hubo algunos que se entrevistaron solos, como Juan José Arreola, ¿para qué interrumpirlo? Y nunca se me va a olvidar Elena Garro. Fue tal vez la última entrevista de su vida, puesto que murió a los dos meses. Algo dramático. Conservé la grabación. Se escucha más fuerte el chiflido del tanque de oxígeno que la voz de Elena. Fue muy difícil. Pero al despedirnos me dijo: «No sabe cuánto le agradezco que no haya venido a tirarme de la lengua para que hablara yo mal de Octavio Paz». Habló de Paz, por supuesto, pero lo que ella quiso."

Bajo varias caricaturas hechas por el desaparecido dibujante Alberto Beltrán que definen muy bien la época actual, Díez de Urdanivia señala que se fijó un límite de edad: todos sus entrevistados debían ser mayores de 60 años. La única excepción fue Héctor Azar, quien contaba con 59. La mayor fue Mariana Frenk, quien tenía un siglo de vida y murió a los 105 años. "A todos los califica su categoría humana", dice Díez de Urdanivia. "Ésa es la base para sobresalir. Se requiere un conjunto de cualidades espirituales y morales, aunque todos sabemos que de pronto hay grandes genios que son absolutamente intolerables e intolerantes. Pero no me encontré con ninguno de ésos. La bonhomía, la calidad de la persona, se trasluce inmediatamente; aunque hubo quien me dejó plantado con mi entrevista y alguno olvidó la cita."

-¿Qué visión de México tenían sus entrevistados, don Fernando?

-No hay muchas visiones de México. Se tiene o no se tiene. Puedo decir que todos ellos se consideraban o se consideran actores del México que desea. Un personaje que está en el primer libro, gran empresario, caballista y promotor cultural, me dijo al final de la entrevista que no pensaba jubilarse. "En esta empresa nos morimos con las botas puestas." Y lo cumplió. Igual que Antonio Ariza en Domecq. Esa es una visión no sólo de México sino de la vida. Así lo veo yo. No es la visión de voy a chambear duro para jubilarme a los 50 y dedicarme a ver televisión.

-¿Ésa es su visión también?

-Por supuesto. Un día le dije a Marga López que por qué seguía trabajando tan afanosamente a su edad y me respondió que su idea era trabajar "hasta que el cuerpo aguante".

Si de algo han de servir sus dos libros de entrevistas, subraya Díez de Urdanivia, "es para que los jóvenes actuales se den cuenta de que vivimos algo intolerable: el acortamiento de una supuesta tercera edad que cada día se recorta más; pronto los de 30 años van a ser de tercera edad. Eso es terrible: pensar que un señor de 60 años ya no sirve para nada; que se jubile y se pudra solo por allá".

Díez de Urdanivia relata una anécdota estremecedora. Al final de la entrevista con Cachirulo, el actor le contó que en una ocasión necesitaba un escenario por el Centro Histórico de la ciudad de México y fue a ver varios teatros. "En uno de ellos salió a recibirlo un viejecito que era el portero del teatro. Hicieron un recorrido. Cachirulo concluyó que se podía hacer ahí una temporada y al despedirse se presentó: soy Enrique Alonso. El anciano le respondió que era un gusto conocerlo y que él era Ricardo Mutio. Ni más ni menos. Mutio fue uno de los grandes actores de este país, y lo tenían, casi por caridad, por misericordia, para que tuviera algo de qué comer, cuidando un teatro, de portero. ¡Un señor que pudo haber formado generaciones de actores!"

Las entrevistas no fueron hechas con una "intención didáctica", subraya Díez de Urdanivia, "pero creo que hay que hacer notar que habemos viejos que todavía tenemos mucho qué hacer en este mundo".

La situación no es para felicitarse. El historiador y periodista, ya fallecido, Gastón García Cantú, quien aguantó como maestro de la UNAM hasta los años ochenta, cuando muchos habían tirado la toalla, tiene el siguiente diálogo con Díez de Urdanivia:

-¿Han mejorado las condiciones de la universidad? -pregunta el entrevistador.

-No -responde García Cantú-, porque la sociedad ha descendido a causa de la pobreza y la ignorancia. Comencé hablándote del problema. El promedio general de los muchachos no es lo deseable para los estudios superiores. Esto se advierte principalmente en su vocabulario, en su casi total ignorancia de la literatura universal y nacional, y principalmente de la historia de su país. Desgraciadamente no tienen idea. Eso va en razón de sus limitaciones. Todos son víctimas de la pobreza generalizada.

¿Premios a diestra y siniestra? En una de las entrevistas del primer libro, el científico Marcos Moshinski le dice a Díez de Urdanivia: "Me acaban de dar un premio. ¿Para qué me lo dan? Tengo 80 años. No necesito ese dinero. Deberían dárselo a los muchachos para ayudarles en su formación."

"Ésas son las pláticas de viejitos, las hue- huetlatolli, que contiene este libro de entrevistas", resume Díez de Urdanivia.

"Es la idea de cultura -agrega-. Por eso no me gusta el concepto de «alta cultura». Con el pretexto de que se trata de alta cultura cada vez hay más gente que se considera exenta, como si fuera un pago de impuestos. «Yo estoy exento, eso es alta cultura, no va conmigo». La palabra no es un lujo, es un elemento fundamental de la vida humana, como me dijo en una entrevista, hace muchos años, Agustín Yáñez. Y nuestros muchachos, pobrecitos, se las arreglan con un lenguaje elemental. Dentro de tres o cuatro generaciones tal vez hayan perdido el idioma."