sábado, abril 22, 2006
La tajada del diablo propone “estallar” los límites del conocimiento
El profesor Michel Maffesoli
Concepción Delgado
Crónica
2006-04-22
E l honor de tener hoy al profesor Michel Maffesoli entre nosotros se debe a que el pasado lunes 17 de los corrientes fue inaugurada la primera Cátedra en México que lleva su nombre en la Universidad de las Américas, del estado de Puebla
El profesor Michel Maffesoli es el titular de la Cátedra Durkheim en la Universidad París 5 (en la Sorbona), es fundador y director del Centro de Estudios sobre lo Actual y lo Cotidiano en París y del Centro de Investigaciones sobre lo imaginario en Grenoble. Funge también como director de las revistas Sociétés y Cahiers de l`Imaginaire.
[…] Si la función clásica de la epistemología es la de de-finir, esto es, poner límites a una forma del conocimiento, lo que propone Maffesoli en La part du diable, précis de subversión postmodern (La tajada del diablo. Compendio de subversión posmoderna) es correr los limites, o más bien, borrarlos, hacerlos estallar. Las palabras aquí se indefinen más que definirse y crecen rizomáticamente en una meditación sobre la experiencia de la socialidad contemporánea, cuya inteligibilidad se asemeja a una espiral de paradojas. Y digo espiral, porque el de Maffesoli es un pensamiento que no deja de estar abierto: la espiral interioriza las sucesivas imágenes privilegiadas de su comentario, y el comentario a su vez, se exterioriza en una sucesión que toma la forma de una cultura nómade, paradójicamente, como anhelo de comunidad; una comunidad de linajes débiles, de existencias inscriptas en el enigma del mundo de lo cotidiano.
[…] La epistemología del mal no consiste en reelaborar una retórica para invertir el peso de la balanza hacia una nueva representación mítica del mal, esto no sería más que una apuesta al retorno de lo Mismo —Maffesoli no ignora que allí en donde está situado se encuentra obligado a pensar, está obligado a hablar a partir del discurso que recusa—, sino que consiste en poner el énfasis en la presentación del mundo aquí, en interrogarlo.
El mal, no como argumento opuesto al bien, sino como abertura e incompletitud que arroja a la búsqueda del otro con la esperanza de, por un momento e imperfectamente, sentirse completo. Movimiento de alteridad que hace posible la continua creación de lo societal.
Incompletud que nos obliga a estar atentos a la belleza del mundo, a sus expresiones específicas y ha participar en el esfuerzo de su continúa creación. Este es el sentido del “deja ser” de la presentación maffesoliana. “Eterno rojo” que impide instaurar el descanso o encerramiento en una comunidad de pertenencia de hoy y para siempre; retorno del bárbaro que torna y retorna para luchar contra el aburrimiento y la desesperanza, a combatir la cotidianidad aseptizada, heredada por un racionalismo mecanicista, turno del tercero excluido del vientre materno que es recibido por una nueva matriz hecha de cultura, de un sentir común que lo vincula a los otros; exilio interminable que marca el carácter trágico del presente, un presente que aguarda y sigue aguardando, un presente que designa el tiempo presente en términos de aguardar-nos a nosotros los seres humanos; presentación desnuda de la perversión prometeica de la representación; potencias soterradas manifiestas en el tribalismo contemporáneo que, al igual que Zaratrusta, hacen del hombre un nómada en todas las ciudades y una despedida en todas las puertas.
La experiencia desmesurada, nos enseñaron los griegos, está prohibida, pero no puede existir el être-ensemble hoy, sino en la prueba de esta transgresión. La reafirmación de la persona plural en un mundo pluricultural, comienza a integrar el mal como un elemento entre otros; a “homeopatizarlo”.
Los excesos retornan para cuestionar la perversión que anida en toda forma de representación. A la vez, tornan como potencias que aguardan lo por venir del ser-estar-juntos. Para lo mejor y para lo peor. Vuelven para poner en juego una comunidad siempre por hacerse, por andarse.
Sólo presente en el gesto de la alteridad radical que hace volver, tornar, girar, rondar, la cuestión de comunidad como amenaza y promesa; como amenaza y oportunidad. Es preciso comprender que la “parte destructiva” precede, constantemente, a la armonía nueva. El mal como interrogación, como cuestionamiento que impide dejarse impresionar por la “univocidad” del pensamiento”.
Esta es la primera complicidad que la epistemología del mal propone romper. Y es, precisamente esta ruptura, la que comienza a inquietarnos. Pero, si queremos pensar un poco, será necesario librarse del sueño de la razón, desterrar el sueño sin traicionarlo, despertarse, cultivar la vigilia y la vigilancia, seguir velando el sueño aún despertándose. En esto radica, quizás, el retorno del mal; de la imperfección, que la tajada del diablo nos reenvía a un presente que cuando lo nombro ya se ha ido.