jueves, abril 20, 2006
Con 500 obras, las obsesiones de Vlady regresan a Bellas Artes
MERRY MACMASTERS
La Jornada
Jueves 20 de abril de 2006
L as obsesiones de Vlady (1920-2005), artista saturado de pesadillas y fantasías, regresarán mediante la abrumadora cantidad de 500 pinturas, gráficas, dibujos e, inclusive, dos obras murales seleccionadas para la exposición Vlady: la sensualidad y la materia, que será inaugurada el miércoles 26 de abril, a las 19:30 horas, en siete de las ocho salas del Museo del Palacio de Bellas Artes.
Mercedes Iturbe, directora del recinto, explica que esta magna exposición, la más grande que se le haya hecho -hace tres lustros exhibió en la Sala Nacional del Museo del palacio-, tuvo su origen hace dos años a raíz de la donación magnánima de 4 mil 600 obras de su autoría, que el pintor nacido en Petrogrado, Rusia, y emigrado a México a los 21 años de edad, hizo al Instituto Nacional de Bellas Artes.
Maravillosa alquimia
Vlady e Iturbe hablaron mucho de la exposición. La idea era presentar un conjunto representativo de la trayectoria pictórica del artista. Nada más que éste no vivió para verla, pues falleció el pasado 21 de julio en Cuernavaca, Morelos, donde radicaba.
Iturbe, no obstante, cree que era una exposición que le daba una gran ilusión realizar.
La planta baja la sala Paul Westheim recibe al visitante con una semblanza de Vladimir Kibalchich, donde se exhiben documentos, fotografías, cartas, pequeños dibujos, inclusive de cuando tenía cinco años, nunca mostrados. Allí se muestra una obra prácticamente desconocida de Vlady, una ''última cena", dibujada con carboncillo, en blanco y negro, que hizo a los dos años de llegar a México. También hay dibujos de su padre, el escritor Victor Serge.
Organizada en núcleos, la exposición comienza en la Sala Nacional con el tema Obsesiones y materia. Allí están las obras de gran formato en las que por sus dimensiones, ''Vlady se regodeaba más en la materia que fue una de sus obsesiones", apunta Iturbe.
En el transcurso de la investigación, la entrevistada descubrió que ''fue Leonora Carrington quien enseñó a Vlady, en México, cómo mezclar los colores". Es decir, ''cómo no utilizar la pintura comercial, sino el temple, el huevo, la clara, moler sus propios colores. Para él fue una alquimia maravillosa de la que no se desprendió jamás el resto de su vida".
Retratos, mitos y arquetipos
Por las dimensiones de las telas, Vlady ''las trabajaba y retrabajaba; le costaba mucho terminar una obra, porque siempre encontraba que podía añadir algo".
El núcleo de la sala Diego Rivera está conformado por autorretrato y erotismo. Iturbe apunta que durante la investigación se decidió unir ambos temas, sin duda ''dos de las grandes obsesiones de Vlady, quien tuvo la necesidad de reafirmar su persona por medio del retrato". Se pintó a sí mismo en todas las técnicas. Esta ''saturación de su imagen" se acentuó con el tiempo
Para Iturbe el erotismo es clave en la obra del artista, porque es recurrente a partir de cierto momento: ''No hay obra temprana sobre erotismo. Hay desnudos que podrían tener ligero tono erótico, pero en realidad Vlady presentó su primera exposición de erotismo aquí, en 1968, con enorme éxito, a la cual no asistió porque se sentía un poco culpable.
''Es una actitud que al parecer mantuvo a lo largo de su vida. Es decir, en Vlady el erotismo no es un tema que pueda darle al espectador placer, hedonismo o algo relajado, juguetón. Es exactamente lo contrario. En su obra erótica hay mucha tensión, angustia, hay algo muy contenido que es un conflicto que no tiene solución para él. Intentaba comprender ese erotismo que tanto lo agobiaba volviéndolo a hacer una y otra vez, en dibujo, en gráfica, en óleo. Logra expresarse más mediante la línea y la monocromía."
Siguen en la muestra las interpretaciones y copias de los grandes maestros, otro tema que le obsesionaba, vinculado con la técnica que tanto le preocupó. ''Cuando Vlady realizaba estas copias trataba de reproducir la materia de la pintura renacentista o veneciana de los grandes maestros, y pienso que muchas veces estaba convencido de que los superaba", expresa Iturbe.
Otro tema de su interés fue el retrato. Vlady era un observador tenaz, compulsivo, nunca estaba quieto con la pluma o el lápiz.
Retrató mucho a su padre, a su madre y su locura, pues murió en un hospital siquiátrico en Marsella. Hizo un retrato de Samuel Ruiz, obispo de Chiapas, de André Breton y de Wifredo Lam.
También cultivó el paisaje, en el que logró cuadros ''más sensuales que en el propio erotismo". Otro de los núcleos son los mitos y arquetipos.
La muestra termina con dos obras monumentales expuestas en el área de murales: Xerxes, traída de su taller en Cuernavaca, y La inocencia terrorista, pintada de modo que es desprendible, que por primera vez sale de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada.