Rancho Las Voces: Las crónicas del ecuatoriano Sebastián Cordero
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

sábado, abril 22, 2006

Las crónicas del ecuatoriano Sebastián Cordero



Javier Pérez
Viernes, 21 de abril de 2006
El Financiero



A un año de participar en la XX edición del Festival de Cine de Guadalajara (donde obtuvo el Mayahuel como mejor filme), Crónicas al fin alcanza estreno comercial en México con expectativas positivas de parte de su realizador, Sebastián Cordero, a pesar de que "es una película difícil, tanto para contar como para el público, por la dureza de la historia".

Y es que no se trataba de explotar el morbo. Tampoco de recrear el sonado caso del asesino de niños Luis Alfredo Garavito. Más bien, la cuestión era encontrar un personaje con una dualidad profunda dentro de una historia que pudiera cargar con la herencia del cine social latinoamericano, y que, al mismo tiempo, mostrara en pantalla una identidad propia. O al menos es lo que señala el propio Sebastián Cordero (Qui- to, 1972) de su película Crónicas (México-Ecuador, 2004) en entrevista.

Esta cinta empezó a gestarse hace unos seis años, cuando apareció en los diarios el caso de Garavito, quien durante diez años violó, asesinó y destazó a más de 190 niños de Colombia y Ecuador. "Estaba buscando un personaje que tuviera una dualidad muy grande, que pudiera ser muy humano pero que a la vez tuviera las facetas más monstruosas imaginables. Al leer sobre él, me di cuenta que ésa era la base que buscaba."

La historia se centra en Manolo Bonilla (John Leguizamo), reportero de un telenoticiario sensacionalista de Miami que llega a la ciudad ecuatoriana de Babahoyo tras la pista de un asesino de niños conocido como El Monstruo. En ese lugar, luego de una trifulca, conoce a Vinicio (Damián Alcázar), quien está encarcelado pero aparentemente tiene información sobre el asesino; aunque Manolo sospecha de él como el verdadero criminal.

-Poco a poco se desarrolló la idea de que para descubrir a este personaje me era interesante tener la perspectiva de alguien de afuera, alguien que estuviera investigando. Por una serie de circunstancias, mientras más investigaba sobre casos parecidos al de este asesino, más me llamaba la atención la fascinación que tiene la gente por este tipo de situaciones, el morbo que todos compartimos de una manera u otra.

-Precisamente, ¿cómo evitar este morbo? -se le pregunta a Cordero.

-Nunca se muestra violencia contra los niños, ni los asesinatos, ni nada de eso. La película empieza con una escena tremendamente violenta, que es un linchamiento, que te pone a la espera de que tarde o temprano habrá algo más violento. Esa fue una decisión temprana, y un poco manipuladora, de la forma en que vas a contar una historia, justamente para evitar luego mostrar esta violencia que no quería que se viera en pantalla. Tiene mucho más fuerza, a mi modo de ver, si lo dejas a la imaginación de los espectadores. La cinta es bastante dura, y no quería llevarla al extremo de lo desagradable.

En ese sentido, también llama la atención la evolución que ha tenido el espectador. Cordero lo explica así: "Me da gusto que ahora al público ya no le asustan las historias duras... Por mucho tiempo se ha pensado que una historia de este tipo es difícil que el público la asuma y se identifique con ella, pero estoy viendo que la reacción ha sido positiva y ha fun- cionado bien."

Para ambientar Crónicas, de la que también es guionista, Cordero recurrió a la creación de contrastes como una forma de demostrar que las formas de ver la realidad influyen bastante en la manera como se desarrollan los acontecimientos (la escena del linchamiento, a la que se aludió líneas arriba, es un ejemplo en el que participa la propia audiencia). Pero una forma de conseguir este objetivo fue emplear a un reparto multinacional. Está Leguizamo, colombiano afincado en Estados Unidos desde hace mucho tiempo; la española Leonor Watling (Hable con ella) y los mexicanos José María Yazpik (Las vueltas del citrillo) y Damián Alcázar (Un mundo maravilloso).

-El equipo de reporteros estaba planeado como un equipo de foráneos del Ecuador, extranjeros que venían de un mundo totalmente opuesto al que trataban de cubrir. En la ciudad donde filmamos, Babahoyo, realmente vi- ven en condiciones muy grandes de pobreza, y para mí lo más opuesto era justamente buscar actores que vinieran, usando un cliché, de una América Latina de primer mundo.

Sin embargo, Cordero asegura que no descuidó el aspecto humano de su película porque, en realidad, eso era el punto fuerte de la historia: la personalidad bipolar tanto del asesino como del reportero estrella (quien presenta una fuerte ambición por ser el centro de la atención y representa "el ideal del latinoamericano que ya no sabe ni siquiera cuál es su origen") y su equipo (el camarógrafo que no se tienta el corazón para asegurar la mejor toma).

-De alguna forma, ahí hubo un trabajo muy fuerte en el desarrollo de personajes, tanto en el guión como en el trabajo de los actores. A mí siempre me disgustan mucho las cintas donde los personajes son estereotipados: donde el bueno es bueno porque sí, y el malo es malo por un trauma infantil que lo llevó a matar gente. Eso para mí no es creíble. Desde un principio quería que cada personaje tuviera su dificultad, que aunque fuera secundario pasara por un gran conflicto; ése era el gran reto.

Una gran influencia para hacer esta película, agrega Cordero, ha sido el cine norteamericano de los años setenta, películas como los primeros trabajos de Coppola o de Scorsese. "Tienen personajes muy complejos, que pueden ser unos grandes hijos de puta y a la vez ganarse la película, ser suficientemente carismáticos para que te identifiques con ellos. Para mí era muy importante ponerlo en la cinta y, afortunadamente, los actores con los que trabajé me dieron ese más."

Una última consideración: "Para mí es muy importante crear un cine latinoamericano con una identidad propia, pero que al mismo tiempo sea cine que se pueda ver alrededor del mundo, con un valor universal en las historias que cuenta. Creo que existe una gran carga social en el cine latinoamericano, una gran herencia en ese sentido. Me parece que estamos en una etapa donde esa carga social se está mezclando con películas que a la vez son muy cautivantes y entretenidas para el público."