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Héctor Alvarellos, del grupo La Runfla.(Foto: Leandro Teysseire)
C iudad Juárez, Chihuahua, 9 de noviembre 2011. (RanchoNEWS).- Durante cinco días, grupos porteños, provinciales y de otros países coparán el corazón del Parque Avellaneda y brindarán espectáculos teatrales gratuitos a espectadores que quizá nunca asistieron a una obra en una sala. Una nota de Sergio Sánchez para Página/12:
En 2001, mientras el país se venía abajo, los integrantes del grupo teatral callejero La Runfla apostaban al crecimiento cultural y a la reunión entre los vecinos del barrio. ¿Qué mejor manera de hacerle frente a la crisis que construyendo? Por entonces, crearon el primer Encuentro de Teatro Callejero de Grupos, el mismo que hoy celebrará su sexta edición en el Parque Avellaneda (Directorio y Lacarra). «Comenzamos a organizarlo porque a nuestro grupo le faltaban actores que se dedicaran y especializaran en este lenguaje. Y aparte queríamos generar un encuentro e incentivar a que los actores y los grupos hagan teatro de calle», recuerda Héctor Alvarellos, director del grupo que durante el festival festejará dos décadas de vida. Durante cinco días –el cierre será el domingo–, grupos porteños, provinciales y hasta de otros países coparán el corazón del parque y brindarán espectáculos teatrales gratuitos a públicos que quizá nunca tuvieron la posibilidad de asistir a una sala.
A la par de la recuperación del país, sucedieron varios acontecimientos que le dieron aires frescos a este género escénico. El más significativo fue, sin duda, la creación de un curso de Formación para la Actuación en el Espacio Abierto, que se dicta desde 2004 en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD), de la Ciudad de Buenos Aires. Más atrás en el tiempo, el teatro callejero en la Argentina aparece a finales de la última dictadura cívico-militar. «El teatro callejero está mucho mejor que cuando empezamos –repasa Alvarellos–. Pero por varias causas no hemos podido desarrollarlo mejor. En los setenta tuvimos a la dictadura nefasta. En la explosión de los ochenta, en la primavera democrática, muchos grupos salimos a la calle a expresarnos. Y en los noventa empezó a caer gracias el menemismo, el individualismo y el culto a la reja. Fuimos pocos los grupos que sobrevivimos a esa etapa. Y ahora, a partir de 2003, se volvió a recuperar el lenguaje. La gente tuvo la necesidad de juntarse». Para La Runfla, ésta será su última edición como grupo coordinador del encuentro: «Pero lo dejamos vivo y latiente para quien lo quiera tomar», invita. La intención del paso al costado es que «despegue del Parque Avellaneda, que es el centro del teatro callejero, y que crezca por todo el país».
Sin embargo, uno de los impedimentos actuales para su desarrollo es la falta de subsidios y la infaltable burocracia: «Si la Legislatura porteña hoy apoya a las murgas en el Carnaval, cosa que me parece importantísima, lo mismo debería hacer con el teatro callejero –analiza el también coordinador del encuentro–. Encima, el gobierno pide seguros para todo. Y eso genera trabas. Ahí se empieza a privatizar el espacio público. Esa burocracia empieza a jugar en contra de las posibilidades de su uso». Pero no todo son pálidas: el festival –que se realiza cada dos años y es el único de su estilo en el país– recibe un gran apoyo de los vecinos, quienes colaboran con su organización y hasta cobijan a los grupos teatrales que vienen de otras latitudes, como Colombia, Francia y Uruguay. «El encuentro es de grupos, no es individual. Lo que hay que seguir incentivando es la actividad teatral en grupo, más allá de que sea en la calle o no», destaca el director.
En cuanto a la programación, habrá para todos los gustos. La inauguración será a todo color: una caravana de personajes en zancos y bicicletas desfilará hoy a las 18.30 desde la Plaza Flores hasta el Parque Avellaneda. A las 20.30, el grupo teatral colombiano Luz de Luna presentará la obra La fiesta de los enanos y el cierre estará a cargo de la banda de reggae Pacha Santa. En tanto, mañana, a las 17.30, los alumnos del curso de teatro callejero de la EMAD estrenarán Rebelión. Animales de costumbre (una adaptación de Rebelión en la granja, de George Orwell); a las 18.30, el grupo La Parafrenética saldrá a escena con la obra Canto a lo esencial, y a las 21.30, los uruguayos de Esperpento presentarán El insolvente niño distinto. Entre otras obras, el viernes a las 16, la Compagnie Filles en Tropiques de Francia mostrará su obra La taranta di pulcinella; a las 4 de la madrugada del sábado, La Runfla se lucirá con Drácula. Una metáfora, y el domingo a las 17.30, actuará el grupo riojano Kamar Teatro de la Luna, con su obra Espantapájaros.
¿Cuáles son los discursos y mensajes que predominan en el teatro callejero?
La dramaturgia de calle tiene sus particularidades. El dramaturgo casi siempre pasa a ser el director de alguna obra que ya existe. La dramaturgia se incorpora al lugar en el que se desarrolla la obra. Uno tiene que construir para un espacio que no es fijo. Algunos abordan estéticas surrealistas y abstractas y otros cuentan cosas concretas. La Runfla es muy dispar, pero siempre tomamos como eje al poder. Esta dramaturgia no tiene especialistas y las temáticas son diversas. A nosotros nos interesa abordar temáticas que le importen al público. Estas historias no son triviales: dejan algunas incógnitas y la gente se queda pensando. Cada grupo habla de una temática que lo inquieta y siempre deja una opinión. Algunos hacen espectáculos de día y otros de noche. El mismo amplio espectro que tiene el teatro de sala. No nos da lo mismo hacer Galileo Galilei con el Planetario prendido y la luna detrás con un cielo abierto o el Drácula, que cuando amanece termina la obra. Nos interesa jugar con esas cuestiones que son tan propias de la tierra. Nuestra idea fue siempre rescatar al transeúnte, transformarlo en espectador y después en partícipe sin forzarlo. Eso genera cierta incomodidad, no es la silla ni la butaca cómoda. Ocurre en la calle.
¿Y en cuanto al actor? ¿Cómo lo interpela?
El teatro callejero desmitifica al actor pero también lo agiganta. Porque el actor vuelve al estado más puro de su origen. El actor que acaba de terminar de hacer la función creó algo mágico, una fantasía, en ese espacio por el que todo el mundo transita. El teatro nació con él en el espacio abierto y la esencia es popular. Entendemos por popular aquello que entienden las mayorías, aunque no entiendan todo. No somos herméticos ni elitistas. Pueden existir grupos que quieran hablar para minorías en la calle y eso también es válido. Es una elección. Pero en la calle está todo el mundo. En cambio, la sala condiciona, pone límites, aunque sea gratis. Hay gente que no se anima a entrar a una sala. El teatro nació en la calle y luego se trasladó a la sala. Está bueno que haya lugares cómodos, no estoy en contra de eso. Pero nuestra intención es recuperar la inquietud que genera una obra en un espacio público.
«Por la ocupación lúdica y responsable del espacio público» es el subtítulo del encuentro. ¿A qué se debe?
El espacio público es un espacio en disputa permanente. Esas cosas se las decimos a los chicos que entran a la escuela. Sentimos que recuperamos el parque para el arte, el encuentro y para que la gente pase un momento feliz. Porque los medios pintan la calle como un gran terror. Sin embargo, cuando estrenamos Drácula. Una metáfora a las 4 de la madrugada vinieron 480 espectadores. Y tuvimos más gente a esa hora que cuando lo hicimos más temprano. La gente disfrutaba del amanecer cuando terminaba la obra. El parque es muy bello en ese horario. Mucha gente se reprime de ir a un espacio verde por miedo. Por suerte, el parque está muy habitado. La actividad cultural es muy fuerte y los vecinos se conocen. Hay que saludarse y empezar a conocerse. Recuperar eso es fundamental. Nosotros defendemos el encuentro, lo orgánico del ser humano. El hablar y escucharse. Porque la máquina nos conecta, pero nos aleja. Nos tiene cerca desde lo virtual, porque sirve para un montón de cosas, pero desde lo orgánico no puedo tocar a alguien por Facebook. No puedo estrechar su mano, darle un beso en la mejilla. Lo tengo que ver. A veces viven a cinco cuadras y se hablan por Facebook.
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