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Libros del escritor en el Museo Charles Dickens de Londres. (Foto: Carl Court)
C iudad Juárez, Chihuahua, 7 de febrero 2012. (RanchoNEWS).- Desde su condición de superventas en la era victoriana hasta el sinfín de reediciones y adaptaciones de las que sigue siendo objeto hoy, la obra de Charles Dickens ha logrado conectar con sucesivas y multitudinarias audiencias a lo largo de los últimos dos siglos. Oliver Twist, Canción de Navidad, David Copperfield, Casa desolada, Historia de dos ciudades, Grandes Esperanzas… El vasto legado literario del autor inglés, con su impresionante dominio narrativo, la fuerza de unos personajes y unas historias cargadas de crítica social, nunca ha faltado en las librerías. Pero el recién llegado 2012 ha decidido convertirlo en protagonista absoluto, coincidiendo con el bicentenario del nacimiento del escritor, un 7 de febrero de 1812 en la localidad inglesa de Portsmouth. Aunque la expresión pueda resultar extraña cuando se trata de todo un tesoro nacional, puede decirse que el autor está de moda en su tierra natal. Una nota de Patricia Tubella para El País:
Carteles de diversa índole con su retrato en sepia anuncian en el concurrido metro londinense un alud de exposiciones, nuevas ediciones biográficas, reposiciones teatrales, programas de televisión y estrenos de cine consagrados a su producción. El aperitivo pudo catarse ya a finales del pasado año, con la emisión de una moneda conmemorativa del natalicio que lleva grabado el rostro del autor, sus grandes títulos y la optimista sentencia de uno de sus personajes: «algo surgirá» (el Wilkins Micawber de David Copperfield).
Dickens compartía ese talante esperanzado, a pesar de los conflictos que alumbró la era moderna y sobre todo de las miserias de la Revolución Industrial desnudadas en sus libros. No era un insurrecto, pero confiaba contribuir con esas obras a operar un cambio social gradual. La «linterna mágica» de su inspiración fue ese Londres que en el siglo XIX se erguía como capital del imperio británico y centro del mundo, con el motor de grandes inventos como el correo postal o el ferrocarril, y la cara sombría de la injusticia, la explotación y el trabajo infantil. A esa relación de amor-odio con la ciudad dedica una exposición el Museo de Londres (hasta el 10 de junio), en la que a través de pinturas y efectos audiovisuales se recrea el universo dickensiano. La muestra despliega el escritorio y otras piezas del estudio del autor, junto a algunos de sus manuscritos como el original de Grandes Esperanzas, donde caligrafió en tinta una narración sobre el precio de escalar los peldaños sociales.
El también londinense museo Victoria & Albert centra su atención (hasta el 1 de abril) en los tintes biográficos de David Copperfield, examinando el desarrollo del libro desde el texto original que allí se exhibe hasta su publicación e influencia en tantas obras infantiles, comics y producciones teatrales. Nacido en la costa sudeste de Inglaterra en el seno de una familia numerosa de clase media modesta, los problemas económicos de su padre condujeron a Charles Dickens a vivir con otros parientes, a trabajar desde muy joven en una fábrica de tintes y finalmente a mudarse a la capital británica. Aunque retomó sus estudios, la formación de uno de los grandes autores universales fue principalmente autodidacta.
En Londres conoció la corrupción política como secretario de la Cámara de los Comunes, puesto que acabó abandonando para dedicarse al periodismo y al relato de novelas serializadas en capítulos mensuales. Paladeó la gloria en vida tras convertirse en un pionero del género y en uno de los escritores más populares del momento, aunque al menos en una ocasión fue acusado de plagio. El objeto de la discordia fue en el año 1861 uno de los relatos de Cuatro Historias de Fantasmas, publicado por Dickens en su revista All the Year Round, y que su coetáneo Thoma Heaphy reclamó como propio. Uno de los ejemplares de la revista se muestra estos días (hasta el 4 de marzo) en la La British Library de Londres, en el marco de una exposición dedicada a la fascinación del escritor por lo sobrenatural y lo oculto.
Si Dickens (fallecido en 1870) fue en su tiempo un autor de tremendo éxito, que realizó varias giras por Europa y Estados Unidos recitando sus obras, la posteridad ha consagrado la ubicuidad de su obra a través del tiempo y de diversas culturas. A esas audiencias internacionales se dirige el ramillete de exposiciones, debates, lecturas y proyecciones organizadas por el British Council –organismo destinado a la promoción de la cultura y lengua inglesa en el mundo- en ciento cincuenta países, con ocasión del bicentenario del autor.
La BBC cerró el 2011 con el enorme éxito de audiencia de su versión de Grandes Esperanzas, una prueba de que el universo literario dickensiano sí puede competir con otras ofertas televisivas más mundanas. Y de nuevo este año, los actores británicos Ralph Fiennes y Helena Bonham-Carter van a protagonizar una réplica del mismo título en clave de thriller. El filón del novelista británico más adaptado en la pantalla parece no agotarse, gracias a la caligrafía cinematográfica de sus obras. Pero quienes priorizan el placer de la lectura pueden contar con la cadena de biografías y nueva ediciones de sus libros que han inundado el mercado a modo de celebración de un año especial. Porque 2012 no va a encarnar únicamente la cita con los Juegos Olímpicos de Londres, o el Jubileo de Diamante que conmemora los 60 años del ascenso de Isabel II al trono. Este año pertenece también a Charles Dickens y su maravilloso legado.
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