El protagonista de Mr. Robot consigue suspender toda incredulidad: Malek no «hace de» Freddie, es Freddie. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 1° de noviembre de 2018. (RanchoNEWS).- Solo caben dos opciones: o la música de Queen nunca le interesó o está blindado a todo sentimiento. Solo eso puede explicar a quien no se emocione con los quince minutos finales de Bohemian Rhapsody, una perfecta reconstrucción de lo que sucedió el 13 de julio de 1985. En Live Aid, la cita con asistencia perfecta de los nombres relevantes en la música de la época, el cuarteto les pasó el trapo a todos con una performance inolvidable en Wembley. El cuarteto y, claro, su líder, obvio centro del film de Bryan Singer (y Dexter Fletcher, llamado para completar la tarea cuando Singer fue despedido). Porque Bohemian Rhapsody es la historia de Freddie Mercury, aunque Queen esté bien representado. Y entonces hay que decir que Bohemian Rhapsody es la película de Rami Malek.
Quizá tenía razón Brian May cuando dijo que Sacha Baron Cohen terminaría siendo una interferencia en la caracterización de Mercury. Es imposible saber cómo lo hubiera resuelto Mr. Borat, pero Mr. Robot borra cualquier presunción: lo de Malek es un capo lavoro que magnetiza. Consigue suspender la incredulidad. No hace de Freddie: es Freddie. Transmite toda esa grandilocuencia y potencia performática, la confianza de quien se sabía material de leyenda, y también la angustia del paso de la heterosexualidad a la plena asunción de su identidad gay o –como en una escena clave en su hogar, con un velador inútilmente encendido esperando una señal– la fragilidad de un tipo que podía manejar a su antojo a cien mil personas pero a veces se sentía irremediablemente solo. Más aún: aunque pasajes como Live Aid cuentan con la voz de Mercury (si Malek pudiera cantar así debería dejar ya la actuación y dedicarse a la música), hay momentos en los que toca y canta él, y la ilusión sigue funcionando.
Eduardo Fabregat escribe para Página/12
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