Bernardo Bertolucci, en Venecia, el 28 de agosto de 2013 (Foto: Getty)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de noviembre de 2018. (RanchoNEWS).- Muchos años después, la Italia de Alfredo Berlinghieri y la de Olmo Dalcò siguieron cruzándose en las calles de cada ciudad y cada pueblo. La Italia del fascismo y el marxismo revolucionario, la de la lucha de clases; la de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista; mucho más tarde, también habrían de verse las caras la del cierre de puertos y las llamaradas en Twitter con esa otra que, hasta la fecha, permanece en su casa en silencio. Bernardo Bertolucci, en una silla de ruedas y en plena pelea contra la enfermedad, ya no quiso hablar de aquella política que impregnó su colosal crónica histórica en Novecento. Todo se había vuelto algo más melancólico, incluso en el testamento de su poderosa obra: Soñadores (2003), una azucarada visión del mayo del 68, y su último filme, Tú y yo, de 2012, basado en una breve novela de Niccolò Ammaniti. Última frontera de una generación de descomunales cineastas italianos, Bertolucci apagó la luz el lunes a los 77 años en su casa del Trastevere romano.
Autor de El último tango en París, la propia Novecento o El último emperador, que obtuvo nueve Oscar en 1988, nació en Parma en 1940, en la Emilia Romania roja y partisana. Hijo del gran poeta Attilio Bertolucci y de la profesora Ninetta Giovanardi, fue íntimo amigo de Pier Paolo Pasolini, defensor a ultranza del Partido Comunista y ávido lector de los fundamentos del marxismo y el psicoanálisis. Un cocktail biográfico del que bebió toda su obra: una quincena de películas, entre producciones colosales y minúsculas, obras experimentales y más tradicionales. Fue guionista, productor, poeta y polemista. Y sobre todo, retrató con nitidez extraordinaria a los desheredados de este mundo —como la prostituta de la Cosecha estéril, su primer filme—, a seres en descomposición y a un cierto tipo de burguesía en pleno descubrimiento del fuego.
David Verdú reporta para El País
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