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sábado, junio 17, 2006

Literatura / ...en la cancha


E n la edición del sábado 3 de junio de 2006 de la revista literaria Confabulario del periódico El Universal de la Ciudad de México, Mary Carmen Sánchez Ambriz (Sánchez Ambriz. Ensayista y periodista cultural. Autora de Entre la pluma y la brújula) publica un divertido ensayo titulado Literatura en la Cancha, del cual ofrecemos este extracto:

Nací en el año del primer Mundial de Futbol que se celebró en la ciudad de México. Tenía un mes cuando comenzó la Copa del Mundo y entonces mi madre, según cuentan, requería de ayuda para que otro cargara a su hija: el riesgo estaba latente, en cualquier momento podía anotarse un gol, ella alzaría los brazos para demostrar júbilo y yo saldría volando, como si fuera un desafortunado esférico sin receptor.

El futbol siempre fue parte de la casa en donde crecí, algo de la vida diaria. Mi madre heredó de su progenitor, delantero en el Asturias y Necaxa (al que le llamaban El Churro Ambriz), su apego a este deporte. Con los años ella se volvió aficionada a las Chivas, es tal su pasión que si ese equipo pierde es mejor no hablarle porque sufre la derrota o se encuentra dolida por el injusto arbitraje. Y peor si es contra el América.

En el Mundial de México 70 surgió un héroe y quizá no haya otro igual: Pelé. Por coincidencia, Maradona también conoció el éxito en el otro Mundial que se celebró en México, en 1986. Sin embargo, estar con uno o con otro es como si en literatura se hiciera una división: Quevedo o Góngora. Así de trascendentales son estos nombres en los requiebros del driblaje.

El zigzagueo de la palabra

Al pensar en la literatura y el futbol resulta prudente ver que poco a poco se han ido tejiendo entramados, similares a las cuerdas entrelazadas en la portería que resguarda el arquero. Cuentos, poemas, novelas, ensayos y obras de teatro se han escrito gambeteando la pluma, lanzando jugadas ofensivas y buscando la oportunidad para anotar un gol.

El poeta español Héctor Negro explora en la génesis del grito: “Cuando la ‘G’ se agolpa en la garganta/ como miles de ‘GES’ que se atropellan,/ para buscar la ‘O’, irse con ella/ y alargarla en el aire que se exalta./ Y se sueltan las dos, diseminadas,/ detrás de otras iguales que estallaron./ Y dispararon peñones que rodaron/ y van por las distancias asombradas./ Y la ‘L’ final, como un tañido”.

La pelota está en el centro del campo. En medio del césped, no pocos autores se han dejado seducir por el delirante zigzagueo de la palabra. Los escritores convocados son, como dice Jorge Valdano, “de izquierdas” y comulgan con los diez mandamientos futboleros: achique, zona, barrido, presión, rombo, toque, orden, espectáculo, talento y, sobre todo, ambición para soñar. La lista de autores es larga, pues un deporte que no es de minorías ha acaparado la atención de singulares defensas, delanteros, arqueros y entrenadores.

En la selección argentina se inscriben nombres como: Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Marcelo Cohen, Alejandro Constantini, Alejandro Dolina, Rodrigo Fresán, Héctor Libertella, Diego Lucero, Marcos Mayer, Elvio E. Gandolfo, Pancho O’Donnell, Guillermo Saccomanno, Osvaldo Soriano y Juan Sasturain. El capitán del equipo es Roberto Fontanarrosa, compilador de Cuentos de futbol argentino (Alfaguara. Buenos Aires, 2004). Un porteño hace una pertinente aclaración, toma el balón y driblea a un jugador del equipo contrario: “Los refutadores de leyendas definen el futbol como un juego en que veintidós sujetos corren tras de una pelota. La frase, ya clásica, no dice mucho sobre el futbol. El mismo criterio permite afirmar que las novelas de Flaubert son una astuta combinación de papel y tinta. ¡Líbrenos Dios de percibir el mundo con ese simple cinismo! El futbol es el juego perfecto”.

Son nada menos que Borges y Bioy Casares, la dupla perfecta para fintar al contrario, quienes evocan el paso del tiempo y son testigos de cómo la afición fue perdiendo la costumbre de ir a un estadio. “No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de futbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman”.

Si desea leer el texto completo de Sánchez Ambriz marque este enlace Confabulario