Concepción Company
EL Financiero
Concepción Company nació en Madrid, pero tiene tantos años viviendo en la ciudad de México que, dice, ya es chilanga por adopción. Hace tiempo, también, que labora en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Y por si fuera poco, desde
hace unos días forma parte de la Academia Mexicana de la Lengua.
Y no es raro que se considere chilanga, pues su formación profesional se dio en la ciudad de México, en la UNAM. Aquí realizó sus estudios de licenciatura, maestría y doctorado. Pero tampoco es raro que la Academia Mexicana de la Lengua la haya invitado a ocupar un lugar, pues las áreas de investigación en las que se mueve Concepción Company son la teoría del cambio lingüístico, la sintaxis histórica del español, la filología y la variación lingüística y ecdótica.
-Esta invitación -dice Company- es un reconocimiento a la trayectoria y al tipo de disciplina con que me he comprometido. Significa un gran compromiso con la cultura y con su herramienta básica: la lengua. Más allá del honor y del orgullo de pertenecer a una institución de tanto abolengo, mi trabajo es mantener vivo lo que es nuestra identidad a través de la lengua y del conocimiento de su historia.
-¿Cómo llevará la disciplina en la que usted trabaja a las sesiones de la Academia?
-La Academia es una institución que se ha pensado como normativa, que determina: "Así se habla y así no se habla". Y que acoja en su seno a investigadores que se dedican a estudiar los cambios lingüísticos significa que también está preocupada por saber cómo ha cambiado la lengua. Si antes la Academia era una institución normativa, ahora es más bien descriptiva, ya que intenta reflexionar sobre el quehacer cultural y lingüístico de México a la cultura general manifestada a través de la lengua española.
En su página web, la Real Academia Española expresa lo siguiente: "Las lenguas cambian de continuo, y lo hacen de modo especial en su componente léxico." En este sentido, Concepción Company señala que todas las lenguas están siempre en transición: "Hablantes y oyentes negocian significados y formas para ser exitosos en la comunicación." Y esto, asegura, lo entiende bien la Academia Mexicana de la Lengua.
-En estos momentos -dice- se está haciendo una gramática descriptiva, no normativa. Teníamos una gramática de 1973 que ya quedó rebasada porque ha habido mucha investigación en lingüística en los últimos 30 años. A través de este trabajo se intentan describir e identificar los usos propios de la lengua en las diferentes comunidades. Porque hay diferentes normas lingüísticas. Por ejemplo, en México funciona una norma en el altiplano y otra distinta en el norte, aunque haya una capacidad comunicativa al 90 o 95 por ciento.
-Parece que la enseñanza de la gramática ha dejado de ser importante en la educación básica.
-Y su enseñanza es uno de los puntos nodales para una sociedad. En los años setenta lo que se enseñaba era una lengua muy formal, se enseñaba gramática per se, sin insertarla en un contexto cultural y literario. Había un divorcio entre literatura y lengua. Actualmente hay una idea de que el uso es el que construye la gramática, por eso se están haciendo descripciones lingüísticas que tratan de encontrar cómo se usa la lengua. De tal manera, la preocupación radica en que ese uso sea culto, democrático. Por eso hay que tratar de enseñar una gramática elevada. Si todos hablamos mejor se va a elevar el nivel de vida porque se va a dejar de marcar y estigmatizar a la gente debido a una entonación o léxico peculiares.
-Usted ha dicho que la Academia en un principio era normativa y luego fue descriptiva. En el caso de la Real Academia Española, ¿podríamos decir que se encuentra en una etapa adoptiva? En la más reciente edición de su diccionario hubo términos que no fueron bien vistos.
-Una de las preocupaciones de los académicos es mostrar cómo la norma general de su país queda reflejada en el español general. Hay un español que compartimos casi 400 millones de hispano hablantes. El Diccionario de la Real Academia Española abrió la mano demasiado para mostrar los diferentes léxicos derivados del contacto con lenguas indígenas o con culturas migrantes. Se nos está pasando la mano porque ahora han entrado al diccionario acepciones que usan unos miles de hablantes en Centroamérica o en la sierra de Guerrero. Y eso evidentemente no pertenece al español general. Eso cabe en un diccionario de americanismos que, por cierto, saldrá en dos o tres años y yo estoy involucrada en esa tarea. Pero es mejor que las herramientas de consulta pequen por exceso, y contengan la información necesaria, a que pequen por defecto, y carezcan de acepciones fundamentales que se usan en el español americano general pero que no pertenecen a la norma peninsular. Sin duda, iremos a un equilibrio.
-¿Cuál será su función dentro de la Academia Mexicana de la Lengua?
-Voy a trabajar de manera particular en la comisión de lexicografía, en el Diccionario Académico de Americanismos, que deberá recoger todas las acepciones, los usos y los cambios particu- lares léxico, sintácticos y morfológicos que caracteriza a las diferentes normas de América. Por ejemplo, deberemos recoger por qué el español de México tiene esa obsesión por utilizar diminutivos, un caracterizador dialectal que surge a partir del siglo XVIII. Son diminu- tivos que, por supuesto, no disminuyen porque decir "ahorita" puede ser dentro de diez años. O por qué los mexicanos usamos posesivos a troche y moche: "Me duele «mi» cabeza". Sin duda, el español de México es una lengua que funciona comunicativamente con mecanismos de afectación.
José Nava | ||
Jueves, 20 de enero de 2005 | ||
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EL Financiero
Concepción Company nació en Madrid, pero tiene tantos años viviendo en la ciudad de México que, dice, ya es chilanga por adopción. Hace tiempo, también, que labora en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Y por si fuera poco, desde
hace unos días forma parte de la Academia Mexicana de la Lengua.
Y no es raro que se considere chilanga, pues su formación profesional se dio en la ciudad de México, en la UNAM. Aquí realizó sus estudios de licenciatura, maestría y doctorado. Pero tampoco es raro que la Academia Mexicana de la Lengua la haya invitado a ocupar un lugar, pues las áreas de investigación en las que se mueve Concepción Company son la teoría del cambio lingüístico, la sintaxis histórica del español, la filología y la variación lingüística y ecdótica.
-Esta invitación -dice Company- es un reconocimiento a la trayectoria y al tipo de disciplina con que me he comprometido. Significa un gran compromiso con la cultura y con su herramienta básica: la lengua. Más allá del honor y del orgullo de pertenecer a una institución de tanto abolengo, mi trabajo es mantener vivo lo que es nuestra identidad a través de la lengua y del conocimiento de su historia.
-¿Cómo llevará la disciplina en la que usted trabaja a las sesiones de la Academia?
-La Academia es una institución que se ha pensado como normativa, que determina: "Así se habla y así no se habla". Y que acoja en su seno a investigadores que se dedican a estudiar los cambios lingüísticos significa que también está preocupada por saber cómo ha cambiado la lengua. Si antes la Academia era una institución normativa, ahora es más bien descriptiva, ya que intenta reflexionar sobre el quehacer cultural y lingüístico de México a la cultura general manifestada a través de la lengua española.
En su página web, la Real Academia Española expresa lo siguiente: "Las lenguas cambian de continuo, y lo hacen de modo especial en su componente léxico." En este sentido, Concepción Company señala que todas las lenguas están siempre en transición: "Hablantes y oyentes negocian significados y formas para ser exitosos en la comunicación." Y esto, asegura, lo entiende bien la Academia Mexicana de la Lengua.
-En estos momentos -dice- se está haciendo una gramática descriptiva, no normativa. Teníamos una gramática de 1973 que ya quedó rebasada porque ha habido mucha investigación en lingüística en los últimos 30 años. A través de este trabajo se intentan describir e identificar los usos propios de la lengua en las diferentes comunidades. Porque hay diferentes normas lingüísticas. Por ejemplo, en México funciona una norma en el altiplano y otra distinta en el norte, aunque haya una capacidad comunicativa al 90 o 95 por ciento.
-Parece que la enseñanza de la gramática ha dejado de ser importante en la educación básica.
-Y su enseñanza es uno de los puntos nodales para una sociedad. En los años setenta lo que se enseñaba era una lengua muy formal, se enseñaba gramática per se, sin insertarla en un contexto cultural y literario. Había un divorcio entre literatura y lengua. Actualmente hay una idea de que el uso es el que construye la gramática, por eso se están haciendo descripciones lingüísticas que tratan de encontrar cómo se usa la lengua. De tal manera, la preocupación radica en que ese uso sea culto, democrático. Por eso hay que tratar de enseñar una gramática elevada. Si todos hablamos mejor se va a elevar el nivel de vida porque se va a dejar de marcar y estigmatizar a la gente debido a una entonación o léxico peculiares.
-Usted ha dicho que la Academia en un principio era normativa y luego fue descriptiva. En el caso de la Real Academia Española, ¿podríamos decir que se encuentra en una etapa adoptiva? En la más reciente edición de su diccionario hubo términos que no fueron bien vistos.
-Una de las preocupaciones de los académicos es mostrar cómo la norma general de su país queda reflejada en el español general. Hay un español que compartimos casi 400 millones de hispano hablantes. El Diccionario de la Real Academia Española abrió la mano demasiado para mostrar los diferentes léxicos derivados del contacto con lenguas indígenas o con culturas migrantes. Se nos está pasando la mano porque ahora han entrado al diccionario acepciones que usan unos miles de hablantes en Centroamérica o en la sierra de Guerrero. Y eso evidentemente no pertenece al español general. Eso cabe en un diccionario de americanismos que, por cierto, saldrá en dos o tres años y yo estoy involucrada en esa tarea. Pero es mejor que las herramientas de consulta pequen por exceso, y contengan la información necesaria, a que pequen por defecto, y carezcan de acepciones fundamentales que se usan en el español americano general pero que no pertenecen a la norma peninsular. Sin duda, iremos a un equilibrio.
-¿Cuál será su función dentro de la Academia Mexicana de la Lengua?
-Voy a trabajar de manera particular en la comisión de lexicografía, en el Diccionario Académico de Americanismos, que deberá recoger todas las acepciones, los usos y los cambios particu- lares léxico, sintácticos y morfológicos que caracteriza a las diferentes normas de América. Por ejemplo, deberemos recoger por qué el español de México tiene esa obsesión por utilizar diminutivos, un caracterizador dialectal que surge a partir del siglo XVIII. Son diminu- tivos que, por supuesto, no disminuyen porque decir "ahorita" puede ser dentro de diez años. O por qué los mexicanos usamos posesivos a troche y moche: "Me duele «mi» cabeza". Sin duda, el español de México es una lengua que funciona comunicativamente con mecanismos de afectación.
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