Rancho Las Voces: Indiferencia y reveses de los funcionariosCarmen García Bermejo
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martes, enero 25, 2005

Indiferencia y reveses de los funcionariosCarmen García Bermejo


Titulo "Lavanderas"

Autor: Alfredo Zalce; Medidas: 32 x 40 cm; Técnica: Grabado; S/F.
Carmen García Bermejo
Martes, 25 de enero de 2005
El financiero
Artistas plásticos, abandonados por las instituciones culturales.

Los funcionarios culturales están de fiesta. En febrero, México será el país invitado de honor de la XXIV Feria Internacional de Arte Contemporáneo, en Madrid, España, en la que se pretende mostrar un panorama del arte actual. Pero en México muchos de los artistas plásticos que con su trabajo han enriquecido el patrimonio cultural del país viven una especie de indigencia.
La Feria Internacional de Arte Contemporáneo (Arco 05) es una plataforma del mercado del arte en Europa y, por ello, es un proyecto comercial, no cultural. Aun así, el gobierno mexicano ha destinado recursos públicos iniciales cercanos a los tres millones de pesos para que los dueños de 22 galerías privadas del país lleven la obra de sus artistas más cotizados y obtengan beneficios particulares. Esto mediante el apoyo del Conaculta y la Secretaría de Relaciones Exteriores.
La polémica sobre la obra de los artistas plásticos que acudirán a Arco 05 se ha generado. Sobre todo porque son los coleccionistas privados, no las instituciones culturales federales, quienes han seleccionado las obras que se expondrán. La paradoja se agudiza cuando en México hace falta recursos económicos para impedir que el legado generado por los artistas mexicanos se deteriore, salga del país, se desintegre o quede en manos de especuladores.
En la historia de México, el gobierno federal ha actuado de diferente manera con los artistas e intelectuales. En las últimas décadas del siglo XX fueron notorias las preferencias hacia determinado sectores de intelectuales. El caso del poeta Octavio Paz es de los más sonados, pues el gobierno de Ernesto Zedillo le otorgó una vivienda que formaba parte de los bienes de la nación, valuada en 30 millones de pesos, para que pasara sus días en ese lugar: la Casa de Alvarado. En contraparte, cientos de artistas e intelectuales que no laboran en una institución oficial carecen de los mínimos derechos sociales al que todo ciudadano tendría derecho: salud, habitación y alimentación. No obstante, con esfuerzo propio continúan con un proyecto mediante el cual han enriquecido el patrimonio cultural del país.
Pero esto parece no importarle a los funcionarios federales, estatales y municipales del país. Esa indiferencia tiene consecuencias en la pérdida de legados artísticos importantes, como se puede ver en los ejemplos que aquí se citan, tan sólo en el campo de las artes plásticas.
Un artista insepulto
Alfredo Zalce es uno de los artistas plásticos mexicanos más importantes en el país. Pero, ahora, su legado se encuentra en riesgo debido a una situación familiar cuyo problema podría resolverse si existiera voluntad política para ello.
Zalce nació en Pátzcuaro, Michoacán, en 1908. Pero a partir de 1964 eligió la ciudad de Morelia para residir. En este lugar edificó su casa y también su taller donde produjo gran parte de su obra. Además, en los muros de los inmuebles públicos más importantes de Michoacán se encuentra plasmada la policromía de Zalce.
A mediados de 1997 el muralista hizo una donación en vida de sus bienes inmuebles, entre ellos su casa-taller, a sus nietos Federico y Leonora Zalce, hijos de su hijo mayor Andrés Zalce. Como los nietos son menores de edad, deja como albacea de la propiedad a María del Carmen de la Paz Rivero Rodríguez, esposa de Andrés Zalce y madre de los nietos. A finales de 1999 María del Carmen y Andrés se separan, pero no se divorcian. La suerte les cambió a todos.
En julio de 2001, Andrés y sus dos hijos fallecen en un accidente carretero. El dolor le ocasiona a Alfredo Zalce un shock que le ocasiona una pérdida paulatina de la memoria, lo cual le impide cambiar su testamento. En enero de 2003, Zalce fallece a los 95 años de edad y con el reconocimiento de ser Premio Nacional de Artes. A la fecha, su casa-taller está intacta. Todas sus herramientas, imprentas, placas, pinceles y materiales de trabajo se conservan, así como su biblioteca. Se puede decir que Alfredo Zalce sigue habitando la casa porque sus cenizas permanecen allí, debido a que el recinto donde sus restos serían depositados -en las estelas que el mismo pintor realizó en los años setenta- no ha sido construido por el municipio de Morelia y el gobierno de Michoacán. A dos años de su muerte, Zalce sigue insepulto.
Cuando Zalce fallece, María del Carmen de la Paz Rivero (exnuera) inició un juicio para recuperar lo que ella dice que es legalmente suyo: la casa-taller de Alfredo Zalce, pues cuando mueren su exesposo Andrés Zalce y sus hijos, ella quedó como heredera de la propiedad de sus hijos.
Sin embargo, la única hija viva de Alfredo Zalce, Beatriz Zalce, ha propuesto al congreso estatal y al gobierno de Michoacán que la Casa-Taller Alfredo Zalce sea declarada Sitio de Interés Público para que quede como un museo abierto al público. Esta propuesta no ha encontrado eco, pese a la importancia del artista plástico y los bienes que se encuentran en la casa. Al mismo tiempo, María del Carmen de la Paz Rivero presiona para quedarse con el inmueble que pretende vender al mejor postor. La casa-taller de Zalce tiene una superficie construida de mil 809 metros cuadrados con un valor catastral, en 1997, de un millón 300 mil pesos. Sin embargo, la señora Rivero ha tenido ofertas de compra y no le han llegado al precio. Incluso el gobierno de Michoacán le ha preguntado en cuánto estaría dispuesta a vender la propiedad y ella ha elevado el valor del inmueble hasta en 11 millones 800 mil pesos. Esto, a pesar de que la casa en la que ella vivió por un tiempo con su marido Andrés Zalce tiene las mismas dimensiones y la vendió -porque también la heredó- en dos millones 300 mil pesos.
La situación es complicada. Para Beatriz Zalce, la casa-taller de su padre puede convertirse en un museo abierto al público no sólo para que la sociedad pueda mirar cómo vivía un artista, también podría funcionar como escuela-taller de artes plásticas porque allí están las imprentas, hornos de piedra y todos los materiales que utilizó Zalce en vida para hacer su obra. Incluso, algunos exalumnos del muralista están dispuestos a retomar la estafeta de su maestro y compartir sus conocimientos con las nuevas ge- neraciones.
-Estoy consciente de que el legado de mi padre es un patrimonio nacional que se necesita preservar -afirma Beatriz-. Por eso, quienes debieran estar interesados son los encargados de custodiar el patrimonio cultural de los mexicanos. Si saco las cosas de la casa, ¿dónde quedará ese legado? ¿En bodegas? El legado de Zalce no puede quedar en una sola mano. Considero que nombrar la Casa-Taller de Alfredo Zalce como Sitio de Interés Público es una forma de cuidar un patrimonio que le heredó a la nación.
Fragmentos de una trayectoria
No es la primera vez que el legado cultural que un artista plástico produjo está en riesgo de perderse y fragmentarse. Una de las principales preocupaciones que el grabador Leopoldo Méndez (1902-1969) tuvo en vida fue crear un museo nacional de la estampa para poder donar su vasta obra y evitar así su dispersión. Pero nunca lo logró. Él vivía en la parte superior de la sede del Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, donde también tenía su taller. Cuando fallece en 1969, todos sus bienes se quedaron en ese lugar. Un año después le piden a su hijo Pablo Méndez que se lleve todas las pertenencias de su padre porque necesitaban el espacio. Con el legado artístico y documental en sus manos, Pablo empezó a enviar una serie de cartas a la presidencia de la República, a la SEP, a la Subsecretaría de Cultura, al INBA y a instituciones culturales del entonces Departamento del Distrito Federal en las que les proponía la donación de la obra de Leopoldo Méndez para su preservación, resguardo y difusión en el museo que le recomendaran.
La Colección Leopoldo Méndez estaba conformada por la obra plástica y gráfica del artista, pero también por dibujos, ilustraciones en acuarela, bocetos, proyectos de murales, más de cien planchas originales en linóleo, 30 piedras litográficas, libros, cartas, periódicos y libretas de apuntes de campo, así como obra gráfica que él conservaba de otros artistas y una colección de José Guadalupe Posada. Pero Pablo Méndez nunca obtuvo respuesta de las instituciones oficiales. Incluso, comenta que en 1971 el entonces director interino del INBA, José Antonio Melo, le dijo: "¿Tienes las planchas originales de la obra de tu padre?" Él le respondió que sí. "Entonces -le pidió el funcionario- rómpelas para que las copias tengan mayor valor." Pero Pablo no le hizo caso. Recuerda que el único que le dio seguimiento a su propuesta fue Juan José Bremer. Finalmente no se llegó a nada. Ninguna institución oficial quiso resguardar, conservar y custodiar la obra de Leopoldo Méndez.
El acervo se fragmentó. Pablo donó al Centro Nacional de Información, Documentación e Información de las Artes Plásticas del INBA revistas, libros, cartas, fotografías, carteles y libretas de apuntes de dibujos. A principios de los ochenta, el INBA le compró la colección «El rebozo de Soledad», conformada por grabados en madera, tres óleos, un ensayo para un grabado-mural y, posteriormente, le donó el boceto del grabado-mural «Juego de luces» que Leopoldo hizo para Nacional Financiera.
Pablo Méndez comenta que siempre conservó el grueso de la obra, pero como él es fotógrafo y se muda de un lado a otro buscó opciones: "Tuve contacto -asegura- con Francisco Toledo y con Carlos Monsiváis. Ellos, por separado, me manifestaron su interés por conservar la obra de mi padre y les entregué el acervo dividido con la condición de que nunca saliera del país y que garantizaran su conservación y difusión. Ese fue el trato. Otra parte importante de grabados de Leopoldo Méndez la conserva la Academia de las Artes, de la cual este artista fue fundador en 1968."
Otra artista a la que la burocracia cultural ha dejado en el olvido es Fanny Rabel. Luego de una prolífica trayectoria como artista plástica, a sus 84 años de edad y con una enfermedad que le impide recordar el pasado inmediato, estuvo en riesgo de ser desalojada del inmueble en el que desde hace 54 años tiene su casa-taller ubicada en la colonia San Miguel Chapultepec. El hecho sucedió hace un año, cuando el dueño del inmueble en el que habita Fanny decidió vender el edificio y, sin avisarle a los inquilinos, inició un juicio de desalojo. Paradójicamente, el edificio era propiedad del Hogar para Ancianos Matías Romero.
Cuando Fanny llegó a vivir a ese lugar, el inmueble pertenecía a otro señor que, al fallecer, lo donó al Hogar para Ancianos. Desde hace 30 años esa institución de asistencia privada manejó el edificio. Fanny nunca se atrasó en el pago de la renta. De pronto, los representantes del Hogar para Ancianos deciden vender el edificio y, en lugar de comunicárselo a los inquilinos, levanta una demanda para desalojarlos. Contrató abogados.
Lo único que consiguieron fue que les dieran un "derecho a tanto" para poder comprar. Quien habita la casa no tiene ni un derecho, pese a la antigüedad acumulada. Así es que los representantes del Hogar para Ancianos le vendían el edificio a la artista plástica en cinco millones 200 mil pesos. Fanny y sus hijos no tuvieron dinero. Su intención era comprarlo para conservar la Casa-Taller de Fanny Rabel y adecuar el inmueble en un centro centro cultural independiente como una opción dentro de la San Miguel Chapultpec. Pero el avalúo fue muy alto.
Por fortuna, uno de los inquilinos adquirió el edificio en cuatro millones 500 mil pesos. Como él también llevaba mucho tiempo de residente, aceptó renovarle el contrato de renta a Fanny Rabel para permitirle que siga viviendo en el lugar, pero con una renta más elevada que empezarán a cobrar a partir de febrero de 2005.
Abel Woolrich, hijo de Fanny, explica a EL FINANCIERO que ese es el espacio que ha habitado su madre durante más de medio siglo. Ahora, que tiene problemas de memoria, realmente el único lugar que ella reconoce es ése: "No queremos moverla -apunta-. Pero éstos son aspectos sentimentales que a la gente no le interesa. Antes los inquilinos tenían derecho sobre una vivienda que habían habitado durante muchos años. Pero con la modificación a la ley, sólo los dueños tienen ventajas sobre quien le ha preservado su casa."
Lo que más le pesa a Abel es la pasividad de la comunidad cultural ante el posible desalojo de su madre: "La verdad es que pensé -asegura- que los artistas e intelectuales se volcarían en apoyo a mi madre por la aportación que ella ha hecho a las artes, pero pocas fueron las voces de apoyo. Después se les olvidó. En México prevalece el desprecio por la cultura y sus intelectuales. Como no era un asunto donde los funcionarios culturales se podían lucir, no hubo apoyo. Fanny no ha tenido la fortuna de tener un museo como otros pintores. La idea no era que el gobierno nos hiciera un museo, sino tener el respaldo para vender obra, pedir un préstamo, en fin. Para la burocracia cultural, Fanny no existe. Esto es lamentable."
65 toneladas de arte
Quien no pudo evadir la voracidad de los especuladores de inmuebles fue la artista plástica Beatriz Zamora. Ella enfrentó el desalojo de la casa-taller que habitaba desde hace tres lustros. La orden de lanzamiento se debió a que tenía un adeudo de cien mil pesos por la renta de cuatro departamentos del edificio ubicado en la calle de Allende en el Centro Histórico, en los cuales ella acondicionó su taller de trabajo y almacenó la obra que ha realizado en los últimos años.
Beatriz Zamora tiene 60 años de edad, de los cuales ha dedicado 46 años a la pintura y 30 a la investigación del color negro, en todas sus manifestaciones. En 1978 obtuvo el premio del Salón Nacional de Pintura del INBA y, posteriormente, otros reconocimientos, a la par de haber realizado 65 exposiciones individuales. En 2002 la Pollock-Krasner Foundation, de Nueva York, le otorgó un premio por su destacada trayectoria. Además, desde hace más de tres décadas Zamora es la única artista mexicana en utilizar el color negro en más de dos mil 500 obras exhibidas en México, Europa y Estados Unidos.
Pero en 2002 ella solicitó una beca al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes para continuar con su trabajo y contar con un lugar para exhibir la obra: La Casa del Negro, un museo único en el mundo. La negativa fue rotunda. Aún así, Zamora envió 46 cartas a diferentes instancias de gobierno, incluyendo a Vicente Fox, con solicitudes de apoyo para que su obra no fuera sacada a la calle. Tampoco hubo respuesta.
El tiempo se agotó. El 12 de julio del año pasado el juez otorgó la orden de desalojo. El motivo, un adeudo de cien mil pesos, aunque en ese momento la pintora únicamente debía 23 mil pesos. La realidad es que el dueño tiene el proyecto de subdividir los departamentos que habitaba Beatriz Zamora para especular con el inmueble, ahora que está en marcha la rehabilitación del Centro Histórico. De la casa-taller que tenía Beatriz Zamora salieron 36 toneladas de acervo artístico; es decir, dos mil obras de diferentes formatos que, en tanto encuentra un lugar para vivir, fueron trasladadas a la Bodega RTP-INVI, en la Delegación Iztapalapa, por apoyo de la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno capitalino.
A medio año del desalojo, Beatriz Zamora no encuentra respuesta de ninguna institutción cultural del país para crear el museo La Casa del Negro. La artista plástica señala: "En México se percibe un desprecio a los artistas y al arte. No sólo hablo por mí, que con mis manos he creado una obra que el gobierno mexicano no ha sido capaz de proporcionarle un espacio digno para conservarlo y hacerlo público. Hablo en nombre de muchos de mis compañeros que al no contar con una estrategia de mercadotecnia, con relaciones redituables y con un nombre encumbrado, viven situaciones parecidas a las que yo he tenido que enfrentar."
Zamora ha quedado sin un techo propio y con la obra confinada en una bodega, lo cual le indigna porque es un acto de indiferencia y desprecio por parte de los funcionarios que están al frente de las instituciones de cultura del país: "La Casa del Negro -dice en entrevista- no es un capricho. El problema es que no soy una artista comercial. He tratado de poner todo mi intelecto y la vida en función de hacer una obra de arte auténtica, sin concesiones a nadie, apegada al universo, a la tierra, a la humanidad en su parte invisible en donde hace contacto con el cosmos."
Zamora agrega que no ha recibido ninguna respuesta de los funcionarios culturales de este país a su petición de museo: "Yo nací en el Centro Histórico de la ciudad de México y consideré que al gobierno capitalino le interesaría mi propuesta de hacer un museo -expresa-. Pero no hay respuesta. No puedo pensar que mi obra, en lugar de estar en un museo, permanezca en la bodega de la extinta Ruta 100. Somos artistas sin derechos sociales en México. A Sari Bermúdez le he escrito y he tratado de hablar con ella. No responde. Lo que se necesita para albergar 36 toneladas de obra artística es voluntad política."