Rancho Las Voces: 07/01/2007 - 08/01/2007
LA QUINCENA RETORNARÁ CON LA EDICIÓN 21 EL 19 DE ENERO DEL 2025 Las cinco ediciones más leídas del 2024 / 20

martes, julio 31, 2007

Galería / Julie Weisz

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El árbol de la vida VI

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Galería / Fernando Rivero

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La mirada muerta

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Galería / Alejandro Montes de Oca

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Sin título

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Galería / Luis Martín

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Luz y sombra

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Galería / Nacho Lasparra

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Sin título

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Galería / Pablo Garber

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Sin título

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Galería / Alicia D' Amico

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La sombra
1962


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Galería / Jorge da Fonseca

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Dafo abrazo

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Obituario / Michel Serrault

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El actor en 1996, premiado con el César al mejor actor por Nelly y el señor Arnaud. (Foto: Archivo)

A rgentina, 31 de julio, 2007. (Horacio Bernades/ Página/12).- Nacido bajo el signo de Acuario en enero de 1928, campeón de los premios César y veterano de la Comédie Française, Michel Serrault fue un actor cuya plenitud, como la de ciertas flores y frutos, hubo que aguardar largamente. Esas flores y frutos, una vez que maduran dan sabores y colores únicos, que quedan impresos para siempre. Es lo que sucedió con Serrault, que se mantuvo como perfecto desconocido durante más de veinte años, por más que haya debutado en cine con una película no precisamente ignorada, como Las diabólicas. Pero allí hacía un papel secundario, que apenas lograba asomar detrás de la excluyente pareja protagónica. Fue recién a los 50 –la misma edad que tenía Raymond Chandler cuando empezó a escribir– cuando Serrault hizo su aparición de rompe y raja, la de la «loca» mayor de La jaula de las locas. De allí en más se convirtió, para el cinéfilo consecuente, en uno de los más confiables placeres secretos que el cine francés haya deparado a lo largo de casi treinta años. Por eso puede afirmarse sin temor a equivocarse que su muerte, acontecida anteayer a los 79 años, es una de ésas que empobrecen una cinematografía y una época enteras.

Uno de los tres César que le permitieron convertirse en el actor francés más veces galardonado en su país (los otros fueron los de Ciudadano bajo vigilancia, 1981, y Nelly y el señor Arnaud, 1995), ese papel de loca–jefe tal vez haya representado, para este verdadero militante de la fidelidad conyugal (conoció a su esposa a fines de los ’40 y jamás se separó de ella) una consagración equívoca. Nunca carente de un sentido del humor tan soterrado como insidioso, éste adquirió toda su plenitud no en los papeles más decididamente bufonescos, como aquella Zazá de La jaula de las locas, sino en los más oscuros y resbaladizos, que componía dejando al espectador en estado de duda insoluble. ¿Es o no es?, es la interrogación que este maestro de la conjetura supo suscitar siempre en el espectador atento. Pregunta que tanto podía admitir cierto costado chismográfico, llevando a especular sobre posibles parecidos o diferencias entre la drag-queen de La jaula... y la vida privada del actor, como expresarse en términos estrictamente dramáticos.

Si es o no es, es lo que se pregunta el espectador frente a, por ejemplo, el empavonado magistrado de Ciudadano bajo vigilancia, obra maestra de Claude Miller, llevado a una comisaría la noche de Año Nuevo para ser interrogado como posible abusador infantil. «Tiene una mirada asesina y, al mismo tiempo, cierto costado ‘tocado’; es uno de esos actores divertidos y malévolos», definió con precisión quirúrgica el guionista y director Michel Audiard, que supo escribir para él varios de sus roles claves. Algunos de sus papeles más inolvidables fueron de personajes cuya obsesividad los ponía al borde, y más allá también. Entre ellos, el testigo del posible uxoricida Charles Aznavour, en Los fantasmas del sombrerero (Chabrol, 1982); el detective que persigue a Isabelle Adjani, versión femenina de Barbarroja, en Una mujer inquietante (Claude Miller, 1983); el inspector de policía («es el rey de las comillas y el paréntesis», define alguien por allí) de Sólo se muere dos veces (J. Deray, 1985), o ese Serrault a la enésima potencia que fue Doctor Petiot (Christian de Chalonge, 1990), uno de los monstruos más irresistiblemente deschavetados que haya dado el cine europeo de las últimas décadas.

Y todavía estaría faltando el solitario reclusivo de Nelly y el señor Arnaud, de Claude Sautet, que no se sabe bien si le tiende una red de araña a la bestial Emanuelle Béart, o es él el que se deja atrapar en la red de ella. El socio en el delito de Isabelle Huppert, en la liviana pero sibilina No va más (Chabrol, 1997), donde lucía el tabique de nariz quebrado que portó en sus últimos años. O sus aportes, brevísimos pero refulgentes, en un par de las mejores películas de Bertrand Blier, como Preparen los pañuelos, de 1978, y Buffet froid, de 1979, donde componía a sendos tipos cuya soledad se tornaba, por obra de actor y director, en una maldición de origen o marca a fuego. «Siempre preferí 5 minutos sublimes en un supuesto bodrio que 90 minutos banales en una buena película», afirmó Serrault alguna vez, sin una pizca de sobreestimación.

No sería raro que queden todavía Serraults póstumos por ver en Argentina, teniendo en cuenta que hasta último momento monsieur Michel mantuvo el alto promedio que lo llevó a redondear la friolera de 150 películas, en medio siglo de cine francés. Lleguen o no lleguen hasta acá esos Serraults inéditos, puede aventurarse como improbable que alguno de esos papeles de vieja gloria galardonada supere a cualquiera de aquellos encantadores abominables que, sobre todo a lo largo de los años ’80, el hombre supo componer, a uno u otro lado de la ley. Lados cuyas diferencias la propia existencia del monstruo se ocupaba de disolver. Era el roce siempre improbable con lo perverso, con lo siniestro, con lo densamente criminal, lo que lo convirtió, durante una larga década prodigiosa, en el más sospechoso de los señores respetables.

Epítome definitivo de todos ellos, condensación serraultiana, el magistrado de Ciudadano bajo vigilancia comparece ante el comisario Lino Ventura vestido de frac, con su sesión de ópera interrumpida y una sombra de desdén burgués asomándole inevitablemente a los ojos. La sombra de una duda: ¿puede ser acaso que ese tipo haya violado y descuartizado a un niño, en una playa alejada? Tal vez es una expresión que, de no haber existido antes, habría que haber inventado para hablar de la personalidad cinematográfica de Michel Serrault, muerto el domingo a los 79 años.

Escena de la película La Cage aux Folles




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Radio / The Yardbirds: «Dazed and confused»




1968


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En RADIO Rancho Las Voces...The Yardbirds...interpretan... Dazed and Confused... en RADIO Rancho Las Voces... Can't stand the heat...

Dazed and confused
Lyrics

I'm dazed and confused,
Is it stay, is it go?
Give me a clue,
'Cos I just want to know.
Give me a clue as to where I am at,
Feel like a mouse, and you act like a cat.
Yeah I'm,
Yeah I'm,
Yeah I'm,
Yeah I'm,


I'm dazed and confused,
Hangin' on by a thread,
I've been abused,
I'd be better off dead,
Can't stand the heat,
And I'm starting to crack,
If you're out to get me,
You're on the right track.
Hey, hey!
Hey, hey!
Hey, hey!

I'm dazed and confused,
Is it stay, is it go?
I still love you,
But I still want to know,
Secrets are fun to a certain degree,
This one's no fun 'cause the secret's on me.
Yeah, yeah,
Hey, hey!

Hey!

I'm dazed and confused,
Is it stay, is it go?
I've been abused,
And I sure wanna know,
Give me a clue as to where I am at,
Feel like a mouse, and you act like a cat.
Yeah!
Hey, hey, hey, hey!

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Obituario / Michelangelo Antonioni

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Foto de archivo tomada en fecha desconocida del director italiano. (Foto: EFE)

R oma, 31 de julio, 2007.(Agencias/ El País).- El director italiano de cine Michelangelo Antonioni ha fallecido a los 94 años de edad, según ha confirmado su familia.

Antonioni murió a las ocho de la tarde de ayer en su casa de Roma, donde residía junto a su mujer, Enrica Fico. El cineasta sufría dificultades para hablar y desplazarse tras sufrir una parálisis cerebral en 1985.

El Ayuntamiento de la capital italiana acogerá la capilla ardiente con sus restos mortales. El entierro se celebrará el jueves en Ferrara, al norte del país, donde el director nació el 29 de septiembre de 1912.

Entre la filmografía de Antonioni destaca su película Blow-up, premiada en el festival de Cannes en 1967, basada en un relato del escritor argentino Julio Cortázar, en la que se narra la vida de un fotógrafo en Londres que descubre un asesinato a través de sus fotografías.

Antonioni fue en primer lugar crítico de cine en un estudio local antes de llegar a Roma donde cursó estudios en el Centro Experimental del Cine y colaboró en el Estudio Cine, considerados como centros culturales de resistencia al fascismo.

En 1942 en París, trabajó de ayudante de Marcel Carné y posteriormente colaboró con Roberto Rossellini. En 1950 rueda su primer largometraje Crónica de un amor. Su estilo se afirma en su trilogía La Aventura en 1960, La noche, 1961 y El eclipse, 1962, interpretada por Monica Vitti, su actriz talismán, su compañera y su musa durante una decena de años. Su consagración la alcanza con Blow-up.

Antonioni fue homenajeado por el cine italiano a los 90 años, en septiembre de 2002. Estos últimos años, muy limitado por la enfermedad tras la parálisis cerebral, se había refugiado en el mundo de la pintura y logró exponer algunas de sus obras en Roma el año pasado.

Blow-up - Photoshooting scene



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lunes, julio 30, 2007

Fotoperiodismo / Chung Sung-Jun: «Candlelight vigil»

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Seoul, 07/27/07.- South Koreans attend a candlelight vigil demanding the safe return of the kidnapped South Koreans in Afghanistan Thursday in Seoul, South Korea. Afghan police yesterday discovered the bullet-riddled body of a male hostage, one of 23 South Koreans kidnapped by the Taliban last week. (GETTY IMAGES)



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Fotoperiodismo / Chiang Ying-Ying: «Bio Taiwan Exhibition»

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Taipei, 07/26/07.- A Taiwanese model displays fluorescent lipstick and drinks made by fluorescent protein during the Bio Taiwan Exhibition, Thursday, in Taipei, Taiwan. The fluorescent protein is multi-application and extracted from algae. (AP)


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Fotoperiodismo / AP: «Zimbabwean police»

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Zimbabwe, 07/25/07.- Zimbabwean police use truncheons to assault members of the National Constitutional Assembly who were demonstrating for a new Constitution in Harare . Zimbabwe which is set to hold elections next year has one of the worst human rights record in the world. (AP)


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Fotoperiodismo / Norberto Duarte: «Tribute to the patron»

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Paraguay, 07/24/07.- People dressed in costumes made of hen feathers and wearing masks pay tribute to the patron saint of the indigenous people, San Francisco Solano, and thank him for his favours during the «Guaicuru Nemonde» traditional rite Tuesday in Emboscada, Paraguay. (AFP)


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Fotografía / México: Artistas y colectivos exponen en la Fototeca de Veracruz

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Fotografía de Manuel González de la Parra que se expone en el recinto veracruzano. (Foto: Archivo)

M éxico, 30 de julio, 2007. (Merry MacMasters/ La Jornada).- ¿Qué tienen en común Cartagena, Colombia, y el puerto de Veracruz? Por lo visto bastante, de acuerdo con el fotógrafo Manuel González de la Parra, cuya exposición Son Caribe: Cartagena-Veracruz forma parte de cinco muestras inauguradas el pasado viernes en la fototeca de esa estidad federativa.

Son Caribe... es resultado de un intercambio entre el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y el gobierno colombiano y forma parte de un trabajo que González de la Parra inició hace una década y que comenzó en la comunidad afromestiza de Coyolillo, México, señala Patricia Martín, directora de la Fototeca de Veracruz.

La investigadora Elisabeth Cunin recuerda que en una exposición en octubre de 2006, los visitantes del Museo de Arte Moderno de Cartagena observaron las fotografías de Veracruz de González de la Parra y varios permanecieron en la incertidumbre.

La especialista añade que «las escenas captadas les parecían familiares, pero les era difícil ubicarlas en Cartagena. En el momento en que se habla de globalización y de estrechamiento del planeta, el Caribe nos muestra hasta qué punto estos fenómenos no son nuevos. Seguramente no es casualidad que González de la Parra se haya interesado en la música y las fiestas: sus imágenes dan cuenta de esta proximidad en la distancia, de esta diversidad en la unidad, de este 'mismo cambiante' para retomar la palabra de Paul Gilroy, autor del Black Atlantic».

También fue inaugurada la muestra El futuro es ahora -sobre la fotografía contemporánea en Venezuela-, del Colectivo Oficina No. 1 de ese país, un grupo de artistas que se dedica a realizar exposiciones en calles y otros espacios alternativos, sobre todo fuera de su país. Algunos de sus integrantes presentaron recientemente la exhibición Documenta, en Alemania, informa Patricia Martín.

La mexicana Katya Brailovsky presentó Libro, en el que «propone una relación entre imágenes y narrativa, lejos de la recíproca ilustración». Ricardo Alzati señala al respecto: «El azar -como idea y práctica- se integra de manera fundamental en este trabajo. Aun cuando estamos ante una obra en apariencia terminada, cada nueva mirada y cada nueva lectura se convertirán en una distinta e irrepetible traducción de este libro».

Sobre Ser vista. Ser alguien, la sueca Ana Lena Lundqvist dice: «he pensado mucho en lo que hoy significa ser chava. ¿Qué piensas sobre el futuro y qué expectativas tienes? Así fue como empezó a tomar forma la idea de documentar la contemporaneidad». La última muestra es Arqueología urbana, de Ernesto Ramírez.


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Radio / Bood Sweat & Tears: « And When I Die»




And When I Die


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En RADIO Rancho Las Voces... Blood Sweat & Tears... interpreta... And When I Die... en RADIO Rancho Las Voces... I'm not scared of dying...

And When I Die
Lyrics
I'm not scared of dying,
And I don't really care.
If it's peace you find in dying,
Well then let the time be near.
If it's peace you find in dying,
And if dying time is here,
Just bundle up my coffin
'Cause it's cold way down there.
I hear that its cold way down there.
Yeah, crazy cold way down there.

Chorus:

And when I die, and when I'm gone,
There'll be one child born
In this world to carry on,
to carry on.

Now troubles are many, they're as deep as a well.
I can swear there ain't no heaven but I pray there ain't no hell.
Swear there ain't no heaven and I pray there ain't no hell,
But I'll never know by living, only my dying will tell.
Yes only my dying will tell.
Yeah, only my dying will tell.

Chorus

Give me my freedom for as long as I be.
All I ask of living is to have no chains on me.
All I ask of living is to have no chains on me,
And all I ask of dying is to go naturally.
Oh I want to go naturally.

Here I go,
Hey Hey!
Here comes the devil,
Right Behind.
Look out children,
Here he comes!
Here he comes! Hey...

Don't want to go by the devil.
Don't want to go by demon.
Don't want to go by Satan,
Don't want to die uneasy.
Just let me go naturally.

and when I die,
When I'm dead, dead and gone,
There'll be one child born in our world to carry on,
To carry on.
Yeah, yeah...


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Cine / Conversación de Juan Cruz con Ingmar Bergman en 1989

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El director sueco en su juventud. (Foto:AP)


E spaña, 30 de julio, 2007. (Juan Cruz/ El País).- Ésta con Ingmar Bergman es una de las entrevistas más hermosas y más desgraciadas de mi vida como periodista. La conseguí con dificultad, la hice con desesperanza, terminó como una fiesta, y fue publicada con reticencia. Ahora aparece entera, pero mi redactor jefe de entonces no tuvo en cuenta la importancia implícita que tenía la conversación y la dejó a la mitad, o menos. Yo mismo he hecho barbaridades similares; Jesús Ceberio, mi director durante años en el periódico El País, suele recordar cómo le recorté una entrevista que le hizo a Gabriel García Márquez cuando éste obtuvo el premio Nobel de Literatura; en las redacciones se hacen estas cosas, y sólo el tiempo recupera la memoria del desafuero como una bofetada en el rostro del periodista que sufrió el recorte a un trabajo que le costó sudor o insistencia. Lo que me hizo aquel redactor jefe con aquella entrevista a Ingmar Bergman no es más grave que lo que le hice a Ceberio con el texto de la conversación que sostuvo en México con el autor de Cien años de soledad. Ahora le dedico este libro a Ceberio, y ni así le apagaré la ofensa.

Aquella entrevista a Bergman fue hecha a principios de diciembre de 1989, en Estocolmo, en un momento bastante difícil de mi vida personal; estaba en Suecia con mi hija Eva, para asistir a las ceremonias en las que se iba a coronar como premio Nobel de Literatura a Camilo José Cela, y yo iba allí como enviado especial del diario El País. Un amigo, el periodista de origen húngaro Gabi Gleishman, un tipo simpático y extremadamente eficaz, muy amigo de Knut Ahnlund, el académico que había trabajado para que Cela ganara ese galardón, se había empeñado en que yo tuviera una entrevista con Bergman. El dramaturgo y cineasta más importante de Suecia, y durante años también del mundo, por la profundidad de su obra y también por su revolucionaria manera de contar en imágenes la soledad y el desamor, no daba entrevistas, eso era notorio, y conseguir una era algo así como un éxito periodístico que sería valorado en cualquier redacción, Gabi quería que yo fuera feliz, también como periodista, y procuró ese encuentro con el ahínco que ponía en todas las cosas que hacía. Así que finalmente la logró, me avisó antes de volar a Estocolmo, y yo fui preparado para la eventualidad de que se confirmara. Finalmente iba a ser el 9 de diciembre, por la mañana, en el Dramaten. Me levanté temprano; la ciudad estaba nevada y gris, mi hija dormía en mi habitación, y yo la miré envidiando el sopor tranquilo que animaba su sueño, y deseando, al tiempo, que se produjera una llamada de última hora señalando que el señor Bergman no podría recibirme. Estaba entonces en medio de una enorme depresión, acelerada, además, por la tensión que había en aquella misión que protagonizaba el premio de Cela y cuya crónica también figura en este libro.

Pero había que ir, y me fui en taxi al Dramaten, junto con Luis Magán, el fotógrafo que me acompañaba en ese viaje y que fue quien luego nos retrató juntos a Gabi y a mi, felices y sonrientes, con Ingmar Bergman.

Cuando llegamos ya nos esperaba Bergman, vestido de verde, apoyado en el quicio de la puerta; entonces me dio la impresión de que tenía la apariencia de un leñador austriaco; sonreía con una felicidad muy diáfana, y nos invitó a sentarnos en torno a una mesa de caoba en cuyo centro había tan solo un frutero del que sobresalían una manilla de plátanos y unas manzanas.

Tardamos muy poco en ponernos ante el magnetófono. En un momento determinado de la conversación él acercó su vista a mis ojos, y descubrió en ellos una especie de arco -arco senil, parece que se llama técnicamente-, y expresó su asombro por esas características que le parecían insólitas, o nunca vistas por él. Eso le llevó a bromear con la posibilidad de que mis ojos me sirvieran no sólo para acrecentar mi atractivo sino para convertirme en una estrella de cine.

Así que ya habíamos llegado, en el curso de la conversación, a una cierta intimidad afable que él acrecentó con risas y fiestas que se prolongaron hasta el final, cuando le pidió a Magán su cámara y se puso a hacernos fotografías.

Fue un encuentro muy hermoso, muy emocionante; él estaba entonces en un momento difícil de su carrera; ya lo había hecho casi todo, decía, y estaba buscando cómo quedarse en silencio.

Por la noche, después de horas de trabajo en torno a las festividades de Cela, Gabi nos invitó a su casa, con Luis Magán, y allá fuimos. Al recibirnos, nuestro anfitrión me dijo, alborozado:

-Fíjate, ha llamado Bergman y ha dicho que le encantó encontrarte. Pero me dijo que antes de que se hiciera la hora de la entrevista había estado a punto de llamar para cancelar la entrevista. Estaba muy deprimido.

Desde el mismo clima había ido yo. La coincidencia del ánimo siempre se ha quedado grabada en mi memoria como uno de los factores que hace el encuentro con Bergman uno de los más felices de mi vida como periodista.

Lástima que el redactor jefe no se sintiera seducido por completo y dejara la entrevista en casi nada. Claro que eso mismo le hice yo a Ceberio.

Ahora al menos podemos leer entera aquella conversación con Bergman.

Es usted muy reacio a que le entrevisten.

Sí, es una cuestión de principios. Cuando trabajé haciendo películas tenía que hacer muchas entrevistas y me presionaban para que participara más pero ahora. Ahora quiero proteger mi privacidad y eso significa que se acabaron las entrevistas. Es muy difícil ver a alguien durante una hora. Te puedes encontrar con alguien que no te gusta y tienes que sentarte con ese alguien durante una hora. Lo que sale de allí son simples opiniones y malos entendidos. Si son míos, no hay problema pero si vienen de otra persona sí.

Lo que acaba de decir no sólo es una declaración a los periodistas sino una llamada al silencio. Como espectador español, siempre tuve la sensación de que algún día usted iba a decir: «Ya no voy a hablar más».

Sí. Esto (la entrevista) es puro accidente. Ahora estoy alejado del mundo de las películas y soy un campesino. Sólo quiero sentarme en mi mesa a escribir y leer.

Esta mañana estaba releyendo el comienzo de su biografía y mi hija, que está conmigo, estaba durmiendo. Todo estaba en silencio. Leía en un silencio absoluto y pensaba que al escribir sus memorias debió encontrarse con el silencio. Me conmovió mucho su biografía por razones personales. Usted es tan apasionado que más que hablar de sí mismo, parece que habla de los demás.

Soy un niño. Ya lo dije una vez: toda mi vida creativa proviene de mi niñez. Y emocionalmente soy un crío. La razón por la que a la gente le gusta lo que hago o hacía es porque soy un niño y les hablo como un niño.

¿Se siente usted conmovido al verse a sí mismo en esa postura? ¿Comparte usted sus emociones?

Su pregunta es muy ingeniosa e inteligente pero he de decirle que me gusta cuando la gente ve y lee algo que he hecho, siempre que se me escuche con el corazón y con las emociones. En teoría, no tiene mucho que ver con el intelecto. Todo lo que he hecho en mi vida ha sido emocional y lo emocional se lo he entregado a mis películas. Pueden crear emociones para la gente que las ve y recibe. Pero no son mis emociones. A veces, incluso pueden llegar a ser negativas. Lo que detesto es la indiferencia. Cuando conozco a alguien que es indiferente me hace sentirme muy infeliz.

Usted es un hombre de palabras y de silencio. ¿Cómo lleva usted eso de usar a otras personas y emplear una técnica, como es la de hacer películas, para poder expresar lo que quiere?

No soy un hombre de palabras. Las palabras me resultan muy, muy difíciles. He trabajado durante 50 años y nunca me he fiado de las palabras. Durante mi niñez comprendí que mis padres decían ciertas cosas cuando querían decir lo contrario. Yo se lo notaba en las caras, en los gestos, en las voces. No comprendía lo que decían pero lo sentía. Toda mi vida he pensado que los grandes escritores usan las palabras como un abrigo para sus emociones y a veces las palabras pueden ser muy enigmáticas. Estoy pensando en Ibsen o en Shakespeare. He luchado para comprenderles toda mi vida y cada vez que los leo el significado de sus textos cambia. Ser músico es mucho más sencillo. Las notas son un instrumento que refleja perfectamente las emociones humanas. Pero cuando tenemos que interpretar palabras, es muy, muy difícil. Ese es el primer obstáculo: las palabras. Luego tienes a los actores y a los técnicos. Tienes que ser muy cuidadoso a la hora de elegir a los actores y a tu equipo porque lo importante es saber entenderse sin palabras. Por eso siempre he trabajado con las mismas personas. Creo que he hecho más de 50 películas y sólo he tenido a tres operadores de cámara.

A photo from the 1960s shows Bergman teaching his son Daniel how to handle a camera while Kibi Laretai, Bergman's wife and mother of Daniel, watches. (Foto: AFP)

Cuando estábamos trabajando en Munich, el equipo alemán se sorprendió. Se preguntaban qué hacían todos estos escandinavos trabajando sin hablarse. No teníamos que hablar. Con los actores es diferente. Me llevó mucho tiempo encontrar a actores que fuesen capaces de hablar conmigo sin palabras. necesitaba a gente que me entendiera emocionalmente.

Es como un niño o un perro que no entienden las palabras pero saben cómo suenan. No pueden decir nada pero lo entienden perfectamente. Es muy interesante. Poco a poco, encontré a la gente con la que quería trabajar.

Esto me recuerda a una anécdota de Samuel Beckett. Él y su amigo, Patrick Whalberg, jugaban al billar todos los días en París. Jugaban durante cinco horas sin decirse nada. Y cuando acababan de jugar, cada uno se iba a su casa sin decir nada.

(IB se ríe) Es como la relación que tengo con Sven Nykvist. Hemos trabajado juntos durante más de 30 años y tan solo hemos salido a cenar juntos unas 3 o 4 veces en todo ese tiempo. Le quiero como a un hermano, como a un amigo, pero de nuestras vidas privadas no tenemos nada que compartir. No nos interesa. Por eso entiendo tan bien esa anécdota.

Lewis Carroll dijo que quería ver la luz de la vela cuando ésta se apagaba, y cuando se apagaba ni siquiera había vela. ¿Puede existir un mundo sin palabras?

Eso sería imposible. Creo que estamos cerca y me da miedo. La Edad Media era una época de imágenes y pocas palabras y creo que estamos cerca de una gran catástrofe si seguimos viviendo en un mundo sin palabras. Ingrid y yo tenemos hijos. Ella tiene 4 y yo 8 así que juntos tenemos 12 hijos. Son mayores y ellos ahora tienen hijos y nos damos cuenta que el lenguaje de nuestros nietos no es tan puro como el de mi generación. Creo que es algo espantoso y hemos de volver al mundo de las palabras porque el mundo ha de vivir hacia fuera no hacia dentro. Aunque a veces nos alejemos de ellas, de las palabras.

Pero usted es un buen escritor.

Yo no me siento escritor. Para nada. Me siento un hombre de teatro, de películas. A pesar de haber escrito toda mi vida porque escribí todos mis guiones e incluso he escrito guiones para otros, el hacer películas y hacer teatro me resulta más preciso que escribir porque tiene que ver con mis emociones y yo al público no podría dárselas directamente.

Incluso cuando hablo mi propio idioma, siento que no puedo expresarme. Siempre es una tortura cuando escribo porque nunca encuentro las palabras adecuadas.

Me gustaría haber sido músico. Violinista o pianista. Porque ellos ven una nota y la pueden recrear. También hubiese querido ser director de orquesta. Miran la partitura y la pueden aprender de memoria y la pueden llevar consigo a todas partes. Puedes alcanzar cierta precisión.

En España hemos visto sus películas y hemos leído sus obras y en general nos parece que son españolas. Usted, que tiene la fuerza de Unamuno, ¿cómo se siente? ¿Universal? ¿Sueco? ¿Español? ¿Cómo es posible que yo pueda ver una de sus películas y piense?: ¡Esto es tan español!

Pues no lo sé. Pero me recuerda a cuando estábamos haciendo Escenas de la vida conyugal. No tenía otra cosa que hacer así que empecé a escribir diálogos sobre la convivencia, sobre el matrimonio. Y comenzamos a improvisar. No teníamos equipo ni nada. Lo hicimos en mi casa, que está en una isla. Construimos un establo y filmamos 6 horas de una serie de televisión. No se por qué, pero una vez montado hicimos un pase privado y mi mujer, al verlo, se giró hacia mí con un gesto de dolor y me dijo: «No podemos enseñar esto. Es privado. Tenemos que bajar el tono y dejarlo estar. No sólo por mí sino por tus amigos y sus esposas». Entonces me entró miedo porque sabía que tenía razón.

Nos dieron mucho dinero y lo redujimos a tres horas. A todos les pareció que era suyo. No era una serie de televisión sueca, ni noruega, ni española ni americana. Sino todo a la vez. Fue una gran alegría. Porque, en cierto modo, todos somos iguales. Creo que tiene que ver con el hecho de que somos muy provincianos, no internacionales. Y justamente porque somos provincianos, de pronto nos volvimos internacionales. Lo peor es intentar ser internacional.

¿Disfrutó haciendo películas?

A veces era una obligación pero siempre ha sido una obsesión. En cierto modo, hacer películas es muy erótico. No sé muy bien por qué. No porque te acuestes con las actrices, tiene que ver con otra cosa. Creo que es porque hay un entendimiento emocional al completo. Estamos rodeados de personas que están vinculadas a nosotros. El operador de cámara, el director, los actores. El operador de cámara por ejemplo, tenía una forma de agarrarse a la cámara que parecía que estaba abrazando a una mujer. No soy yo, en esos momentos, no era yo. Yo era ellos y estaban dentro de mí. Hacer películas es como un tener un romance.

¿Donde se encuentra más cómodo o más consigo mismo?

Es difícil pero diría que haciendo películas. Los métodos son mucho mas neuróticos que en el teatro porque cuando haces una película tienes a 50 técnicos y 4 o 5 actores. En el teatro tienes 50 artistas y la mitad de los técnicos que en una película. Cuando haces una película trabajas ocho horas al día para conseguir tres minutos buenos de material. En el cine no puedes arriesgarte a mostrar ni un minuto malo. En el teatro es más bien un proceso. Si no sale bien, intentamos mejorarlo y cada día sale mejor. Pero el cine es distinto. Y tengo que tener cuidado que los demás no se den cuenta de lo neurótico que es. De lo estresante que es.

Esta búsqueda de la perfección es como buscar una aguja en un pajar.

Es cierto, pero la perfección ha de llegar cuando jugamos nuestros juegos. Es muy importante porque si pensamos que no necesitamos esta perfección, no nos tomaríamos nuestros juegos en serio y entonces todo sería en vano.

Al final de su vida. (Foto: Anders Wiklund)

La gente se pregunta: ¿quién es ese hombre de silencios, de palabras y de imágenes, que un día dijo: «Quiero decirle adiós a todo esto»?

Decirle adiós al cine fue muy simple porque ya no sentía las manos. A un coche antiguo, a un Hertz o un Jaguar, le puedes meter dos motores nuevos y basta. Pero si está muy mal a la par que antiguo, eso es otra cosa. Y así me sentí yo al dejar el cine. En la última película que rodé, empecé a temblar. Esa película se llamó Fanny y Alexander y el rodaje duró siete meses. Era una serie de televisión y trabajamos todos los días durante siete meses, sin parar. Al final del día tenía que tener mis tres minutos y había tantos actores y actrices. Me dije a mi mismo: si quieres vivir más tiempo, tienes que prepararte para la vejez. En cierto modo, fue una despedida maravillosa. Trabajamos juntos, nos reímos juntos, lloramos juntos... Cuando estaba en la Universidad estudié Historia de la Literatura y yo debía tener 19 o 20 años. Había una chica guapísima en clase. La chica más guapa que te puedes imaginar. Todos estábamos enamorados de ella. Yo sobre todo, y yo no era precisamente un chico guapo ni mucho menos. Tenía talento pero aun así nos rechazó a todos y no comprendimos por qué. Después de unos años, me la encontré y le dije: Todos estábamos enamorados de ti. ¿Por qué no te acostaste con nosotros? Ella me dijo: Verás, dos años antes de la universidad, estaba en Persia y conocí a un jeque árabe y fue el amante más maravilloso que había conocido hasta entonces. ¿Qué debía hacer? No quería arruinar las memorias de ese hombre. Es exactamente lo que me pasó con Fanny y Alexander. Me lo pasé de miedo con un jeque árabe así que, ¿por qué continuar? (se ríe).

¿Tomó esa decisión antes de comenzar a rodar?

Sí, empezó antes, algunos años antes. Eso en cuanto al cine. El teatro es distinto. Acabo de hacer La Casa de Muñecas y en 1991 produciré una ópera, de un joven compositor con mucho talento llamado Daniel Borsch. Este año quería producir otra obra pero dada mi recuperación no pude.

¿Tuvo alguna vez alguna experiencia con la ópera?

Sí, algo pero no mucho.

Teniendo una personalidad tan fuerte, ¿como puede leer las palabras de otros? Por ejemplo, ¿es usted Ibsen cuando lee a Ibsen?

Soy como un director de orquesta. Miro las palabras como si fueran notas e intento comprender su significado. Ahora vuelvo a obras que leí hace tiempo y tienen otro significado. Cada vez que he hecho El misántropo, de Molière, he sacado significados diferentes. Hay una obra de Ibsen, que es muy enigmática y poco a poco comprendí que era una de los historias de amor más apasionadas de la historia del drama pero lo raro es que eso nunca aparece, a lo largo de dos horas, jamás lo menciona. Ibsen me llegó tarde porque yo siempre estaba entretenido con Stringberg. Quiero que mis experiencias, mi comprensión y entendimiento y talento para traducir palabras se conviertan en emociones para ofrecérselas a actores y juntos dárselo al público? Es un mundo muy, muy apasionante. Es muy parecido al trabajo de un director de orquesta.

Le voy a hacer una pregunta muy periodística pero? ¿Es usted espectador?

Soy un espectador empedernido. Me apasiona ir al cine. Pero voy a mi propio cine. En la isla en la que vivo somos unos 400 habitantes. He construido siete casas allí y yo vivo en una de ellas aunque tengo un apartamento en Estocolmo. Pero siento que la isla es más mi casa. He vivido allí casi 20 años.

Decirle adiós al teatro, después de la ópera, será distinto. En el teatro tienes que ser muy fiel a pesar de que el teatro no está obligado a mantener ninguna fidelidad contigo. Pero lo voy a hacer. Hay tantos libros que aún no he leído. Y tantas películas que quiero ver y volver a ver.

Rehabilité un viejo establo que tenía 150 años y lo convertí en una sala de cine maravillosa. Tiene 25 butacas. Todos los días voy a este cine y tengo la suerte de tener allí a un colaborador que se encarga de proyectar las películas. En la isla hay una filmoteca increíble con más de 1.500 películas y tengo permiso para llevarme las que quiera. Así que hago una lista de unos 50 películas que quiero ver y ellos lo tienen todo. Es maravilloso. Voy todos los días a las 3 de la tarde. Me encanta porque así puedo controlarlo todo. Además es una sala de cine increíble y técnicamente perfecta.

¿Qué ha visto últimamente?

Este verano he visto películas suecas y francesas de principio de siglo.

¿Le gustan las películas que se están haciendo en Europa?

Me gustan mucho, sí. Pero también me gustan los westerns. Y las películas malas. Todo me resulta interesante. Hasta las películas malas de los años 30. Aprendes mucho sobre cómo se pensaba en esa época, la decoración y la forma de vestir.

¿Ha visto usted películas españolas?

Sí, por supuesto. Hay una en particular que me gustó mucho. Se llamaba La Muerte de un Ciclista, de Bardem. Creo que fue su mejor película. A Saura también le conozco.

Hay un director de cine español que me recuerda mucho a usted, a sus obsesiones. Se llama Víctor Urice.

No nos llegan muchas películas españolas y ese director le desconozco pero me gusta mucho Saura.

Creo que le imita, la forma que tiene él de vestir, la manera en la que habla. ¿Cree usted que ha creado una nueva manera de ser en el cine?

Siempre me sorprende cuando me dicen esas cosas. Hábleme de más directores españoles.

Berlanga.

Saura es el que está casado con la hija de Chaplin, ¿no?

Sí, estaba casado.

No sé mucho del cine español, pero comparado con el italiano, no se hacen tantas películas allá. También tendrá que ver con la cuestión política.

Sí, y el cine español es bastante provinciano. Desde 1982 se están empezando a hacer otro tipo de película, como las de Almodóvar. ¿Ha visto usted Mujeres al borde de un ataque de nervios?

Oh, me encantó. La vi este verano. Qué película más maravillosa. También conocí a Rossy de Palma, que tiene una cara fantástica. Espero que continúe con su carrera. La película me pareció tan estridente y tan acogedora al mismo tiempo. Una película de las emociones humanas y la desesperación.

Acabo de ver una película llamada Bagdad Café, ¿la ha visto?

Sí, es una película muy buena pero, ¿sabe qué? Creo que ahora le toca el turno a las películas rusas. Veremos muchas películas rusas. Por lo aislados que han estado tienen su propia manera de contar historias. Yo he visto mucho cine ruso y son películas muy fuertes, muy creativas. También se están haciendo buenas películas en Polonia, Hungría, películas de Europa del Este. Me gusta mucho el esfuerzo europeo por hacer películas. Creo que es muy importante que el cine europeo se defienda del americano, aunque esto tiene mucho que ver con las distribuidoras, y hay tantas decisiones políticas por medio, pero tienen que darle una oportunidad al cine que se hace en Europa. Es horrible depender sólo de películas americanas. En la televisión sueca ponen trailers de películas americanas todos los días. Las distribuidoras tienen mucho poder, pero ni siquiera intentan promocionar las películas que se hacen aquí. Estoy muy involucrado en este movimiento. Creo que puedo ayudar. De momento soy parte del jurado y ayudo en la selección de películas. También soy miembro del consejo. Tienen mucha suerte en España porque tienen a un ministro de Cultura muy bueno [que entonces era Jorge Semprún].

Me acuerdo de Lluis Pasqual. Hizo una obra teatral fantástica, El Público, el drama de Lorca. E intentamos traerle hasta aquí para que hiciera un remake de aquella producción pero desafortunadamente no podía. Los buenos directores, sobre todo los genios, tendrían que estar administrando sus sueños y ambiciones en lugar de estar sentados con políticos porque luego no les queda mucho tiempo para hacer películas y eso es peligroso.

Él también dirigió Comedia sin título. Es una persona maravillosa. Tiene mi edad y mi estatura. Pero siempre está sudando y pensando.

Oh, pobrecito.

Usted dijo que está siendo influenciado todo el tiempo. ¿Como le influye vivir con alguien? ¿Le influyen más las dificultades o las alegrías de estar con alguien? ¿La comunicación o el silencio?

Es tan difícil de explicar esto en inglés. Creo que lo más importante de vivir con alguien es ... Pasa como lo que ocurrió con Casa de muñecas. Vino un crítico danés muy famoso con su hermano, que había sido escritor, y le preguntó qué debía escribir sobre la obra. Y su hermano le dijo: el comentario más sincero que se ha dicho de Casa de muñecas es que se trata de una pasión sin amistad. Y creo que en la convivencia debería ser así.

Eso es muy sabio.

Lo más importante es que la gente sea vista pero que no se vean los roles que interpretan. Durante toda la vida existe una sociedad que espera que interpretes cierto rol. Si te quitas la máscara estás desnudo. Un viejo sacerdote me dijo una vez que el amor debe hacerte sentir maduro y niño pequeño, pero no podías ser las dos cosas a la vez. Un día te toca ser el niño y al siguiente te toca hacer de adulto maduro y esto es así. Tienes que ser la persona que eres.

Escena de El Séptimo Sello (Foto: Archivo)


Su trabajo no sólo ha sido una búsqueda de la perfección sino de la felicidad. Para usted, ¿qué quiere decir esta palabra?

Nada. No significa nada. Lo que he intentado hacer durante mi vida es crear cosas y darles vida. La vida creativa esta llena de destrucción y está constantemente amenazada. Hay tantas tentaciones, tantas veces que dejas algo que has querido hacer, hay tantos compromisos. No sé lo que es la felicidad. ¿Sabe usted lo que es la felicidad?

Es un instante.

La felicidad está bien para alejarse de uno mismo de vez en cuando. Cuando te olvidas totalmente de ti mismo y estás de pronto metido en algo que es mucho mas grande que tú, ya sea estar enamorado o aferrarte a una religión?

Pero incluso la perfección no nos hace felices.

No puedes dejar que la perfección sepa el alcance de su peligro. Si no, la perfección es algo que intentas pero en el momento en el que lo alcanzas y lo tienes, se muere. En la imperfección existe la perfección.

¿A qué hora del día es Ingmar Bergman un niño?

Creo que es bueno estar en contacto con el niño que llevas dentro todos los días, en pequeñas proporciones. Poder enfadarte y caminar por la orilla del mar y gritar. Eso es bueno. Y si ves una gaviota mirarte mientras gritas, es maravilloso. De pronto conoces tus proporciones. Ahora tengo 71 años y he hecho muchas cosas pero no he podido hacer todas las que me gustan así que he decidido ponerme a ello. Empezaré leyendo. Quiero leer libros.

Ha sido un placer. Creo que usted es un poeta y me siento muy orgulloso de haber estado con usted.

Muchas gracias. Al principio estaba algo nervioso pero me lo he pasado bien.


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Obituario / Ingmar Bergman

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El cineasta durante el rodaje de Fanny y Alexander en 1981.- (Foto: REUTERS)

E stocolmo, 30 de julio, 2007. (FP).- El director de cine sueco Ingmar Bergman, ha fallecido hoy a los 89 años en la isla sueca de Faarö, según ha anunciado hoy su hija Eva a la agencia de prensa TT. Autor de clásicos del cine como El séptimo sello o Fanny y Alexander, se encontraba retirado en su casa de la isla del Mar Báltico desde hace años y ha muerto "tranquila y dulcemente», según su hermana, que no ha precisado las causas de la muerte.

Nacido el 14 de julio de 1918 en Uppsala, al norte de Estocolmo, Bergman llegó a firmar más de 40 películas, entre ellas Fresas salvajes (1957), Gritos y susurros (1972), Escenas de la vida conyugal (1974) o Sonata de otoño (1978). Su obra más conocida es, sin duda, El séptimo sello, de 1957, cumbre del cine protagonizada por Max Von Sidow, entre otros.

En su filmografía, Bergman abordó, con una visión casi siempre trágica, las relaciones entre hombres y mujeres, la muerte, la existencia de Dios o el sentido de la vida. Buena culpa de ello tuvo su educación religiosa y severa, elegida para él por su padre, pastor protestante.

Cursó estudios universitarios en Estocolmo y aprendió el arte de la puesta en escena teatral, montando una pequeña compañía de teatro con sus compañeros que representa a obras de Shakespeare y Strindberg. Ya en los 40, comenzó a compaginar el teatro con el cine y fruto de ello es su primera película, Crisis, de 1945.

En 1976, tras emigrar a Alemania por problemas con el fisco sueco, filmó El huevo de la serpiente, sobre el ascenso del nazismo en Alemania. Ya de nuevo en suecia, en 1982 rodó su última gran película, Fanny y Alexander, en la que trata de su infancia y su pasión por el espectáculo, filme por el que consiguió cuatro oscars, entre ellos el de mejor película extranjera, galardón que ya había obtenido en 1960 por El manantial de la doncella y en 1961 por Como en un espejo. Ya en 2003, dirigió para la televisión sueca Saraband, su último trabajo.

Los papeles femeninos fueron fundamentales en su obra y sus musas fueron actrices como Maj Britt Nilsson, Harriett Andersson, Eva Dahlbeck, Ulla Jacobsson y, sobre todo, Liv Ullmann. Con varias de ellas mantuvo relaciones amorosas y se casó cinco veces. Fruto de sus relaciones nacieron nueve hijos.

Persona - Ingmar Bergman




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Cine / Estados Unidos: Springfield existe

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Homer Simpson llegó a Springfield, Vermont. (Foto: Jim Ferrell)

S pringfield, 26 de julio, 2007. (Bárbara Celis/ El País).- En el Springfield de dibujos animados donde residen los Simpson todo es posible. Allí podría vivir alguien como Eric, quien sólo sale a la calle abrazado a una cabra de nombre Bongo. También podría existir un personaje como Paul, que camina calle arriba y calle abajo apuntando con el dedo hacia el cielo durante horas sin que sus vecinos se inmuten. Y hasta podría haber un nieto de republicanos valencianos y experto paellero como Edward Huse, entregado a la creación de la Sinfonía de Springfield, una «idea enloquecida» inspirada en la Sinfonía de Portsmouth, un hito de la experimentación musical de los años setenta que consistió en hacer música utilizando gente que no sabía tocar nada.

Pero ellos no son personajes de ficción como Homer Simpson. Son vecinos reales del Springfield del Estado norteamericano de Vermont, uno de los 34 Springfields que hay repartidos por la geografía de EE UU, un pueblo de 9.300 habitantes donde el pasado sábado se celebró el preestreno de Los Simpsons. La película, que hoy llega a las pantallas españolas. Los privilegiados y peculiares habitantes de esta ciudad perdida entre montañas fueron elegidos por votación popular como anfitriones del estreno, en un concurso online en el que otros 13 Springfields de la geografía estadounidense compitieron con vídeos caseros para conseguir el título de hogar oficial de los Simpson.

Y tras ganar, demostraron con devoción su entrega total a Homer y familia: aparte de la sospechosa exhibición en la mayoría de los escaparates locales de los rostros de esta familia única, el sábado se montó la mayor fiesta callejera de la historia del pueblo, según los ancianos del lugar. Además, el restaurante Springfield Royal recibió a su clientela con un menú especial que incluía bocadillo Bart y restos de comida de Lisa; la marca de helados Ben & Jerry, de Vermont, presentó un nuevo sabor combinando cerveza y donuts, el menú favorito de Homer Simpson; la cervecería Magic Hat estrenó la nueva cerveza Springfield y en la inmobiliaria local un cartel advertía: «Si le encontramos hogar a los Simpsons, también se lo podemos encontrar a usted». Los vecinos de Springfield fueron los primeros en poder juzgar el salto a la gran pantalla de esta familia disfuncional, que durante 20 años ha acompañado desde la televisión al público estadounidense en la exploración satírica de su sociedad y su cultura. Y, según las primeras reacciones, la película es tan divertida, ácida y descastada como la serie. «Creo que es incluso más atrevida», adelantaba Julie Salvatoriello, una veinteañera que consiguió una entrada en la rifa que organizó la ciudad para que unos 800 vecinos pudieran ver la película a lo largo del día. «Hay un desnudo integral», advertía un adolescente entregado a los Simpson desde los tres años y que se tronchaba de risa al recordarlo. Y hasta ciudadanos como Leslie y Bob Messer, una pareja de jubilados que jamás habían visto a Homer y Bart en acción porque pensaban que era una «familia de idiotas», salieron del cine proclamando amor eterno hacia los personajes amarillos. «El tema central es un desastre ecológico y hasta hay una crisis matrimonial», resumían. «Todo muy actual y muy realista pero con humor».

En el Springfield de Vermont hay iglesia, bar, bolera, colegio, una calle principal y un cine, el Springfield Theatre, una sala descascarillada de más de setenta años situada en un edificio donde se alquilan habitaciones a 300 dólares al mes. Nada más lejos del glamour Hollywood.

Por eso los estudios Fox, productores del filme, le tuvieron que cambiar la pantalla, el sistema de sonido y hasta la moqueta, para que Springfield pudiera, por un día, estar a la altura de un estreno mundial. «Es una sensación muy rara salir de tus dibujos y entrar en un mundo paralelo llamado Springfield donde hay desde una central nuclear hasta un deli regentado por un paquistaní», comentaba el dibujante Matt Groening, quien desfiló por una alfombra tan amarilla como sus personajes entre los vítores de las cerca de 4.000 personas que se juntaron en la plaza del pueblo para recibirle. Acompañado de su productor -el multipremiado y poderoso Jim Brooks-, del director del filme -David Silverman- y de otros popes vinculados a la serie, pero sin la presencia de ningún famoso de revista -«Están todos enfadados por las versiones animadas que hacemos de ellos», se excusaba Groening-, el dibujante expresó su deseo de que el parecido entre los estadounidenses y los Simpson no aumente con el paso del tiempo. «Sería muy triste», dijo antes de perderse entre las butacas del Springfield Theatre.

Ser el hogar de esta familia tan friki podría parecer más una tragedia que un honor, pero que tire la primera piedra cualquier pueblo o ciudad media estadounidense que no guarde un esqueleto en el armario del tamaño de los del Springfield animado. Como dice Groening, «Springfield está en todas partes, por eso todos podemos identificarnos con sus habitantes». No hay planes de situar a los Simpson en Vermont en las próximas temporadas de la serie, la más longeva de la televisión estadounidense, "aunque haremos bromas», anuncia Groening. Pero los habitantes de un pueblo que lleva años sufriendo la crisis que provocó el cierre de las fábricas de armamento que alimentaban su economía local planean explotar turísticamente su nuevo estatus.

«No te voy a decir que aquí seamos tan disfuncionales como Homer Simpson y familia, pero mírame: yo me paseo con una cabra como si fuera un perro. ¿Es eso disfuncional? No sé, pero ¿qué más da? Estamos orgullosos de ser el hogar de los Simpson. Desgraciadamente, es lo más importante que le ha pasado a este pueblo en muchos años así que ahora le tendremos que sacar provecho», reflexionaba Eric el sábado. Le acompañaba su cabra Bongo, con su barba animal teñida de azul, «en honor al pelo de Marge Simpson. Aquí todos somos adictos a Los Simpson y hoy es un día especial».

Tráiler de la película



El vídeo de la diferencia



Vermont es un Estado excéntrico, diferente al resto de Estados Unidos. Apenas tiene 600.000 habitantes, pero probablemente haya más gente de izquierdas por metro cuadrado que en ningún otro Estado rural del país. Allí hay leyes que prohíben los carteles publicitarios para no «contaminar visualmente» el paisaje, es legal pasearse desnudo por las calles de muchas de sus ciudades, las parejas gays de hecho están reconocidas desde hace casi diez años, fumar porros no está mal visto y los Starbucks y McDonald's no abundan (aunque en Springfield haya un McDonald's). Además, hay un fuerte movimiento secesionista apoyado por gran parte de su población y su senador Bernie Sanders es el único político nacional vinculado al partido socialista.Quizás por eso, el vídeo que Springfield envió al concurso también era completamente diferente al que enviaron sus rivales. Todos optaron por hacer presentaciones cómicas ofreciendo razones que conectaban sus pueblos al de Homer Simpson pero en Vermont, bajo la codirección de un joven de 17 años llamado Alex Campos, bisnieto de santanderinos, decidieron filmar un capítulo de Los Simpson con personajes reales. El elegido como Homer fue Tim Kavanagh, una estrella local de la televisión que persigue un donuts gigante por todo el pueblo levantando las iras de la población. «Queríamos divertirnos y entretener, supongo que por eso nos votaron», afirma Campos. Lo más sorprendente es que Fox pasó por alto Vermont cuando invitó a los diferentes Springfields a participar en el concurso. Patty Chaffee, responsable de la Cámara de Comercio local, protestó y consiguió que su pueblo entrara en el concurso. Ahora se ha convertido en la heroína local.

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Artes Plásticas / Francia: Retrospectiva del escultor y pintor Julio González

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Cabeza de Montserrat. (Foto: Archivo)

P arís, 26 de julio, 2007. (Octavi Martí/El País).-«Julio González es un hombre alucinante. Dotado de una imaginación deslumbrante..., es pintor, escultor, arquitecto, cristalero, ceramista y ebanista; forja, martillea, repuja el hierro, el cobre, el oro, el bronce y la plata, esculpe la madera, dibuja trajes y bordados y, además, es tan discreto que, desde hace 20 años, desde que llegó de su Barcelona natal, se esconde. En París uno puede frecuentarlo durante 10 años sin saber nada de sus obras. Si hoy expone es porque unos amigos obstinados le han convencido». Es lo que escribía Alexandre Mercereau, en 1922, con motivo de la primera exposición individual de González. Ahora y hasta el 8 de octubre, el Centre Georges Pompidou propone una gran muestra -alrededor de 200 obras- de este hombre modesto, maestro de Picasso y modelo para David Smith o Eduardo Chillida

Nacido en Barcelona en 1876, muerto en París en 1942, Julio González no conoció el éxito en vida, aunque algunos de los más grandes le consideraban como un formidable creador de formas. Quiso ser pintor, pero como escultor fue único, a caballo del cubismo, el surrealismo y la abstracción, sin renunciar tampoco al tratamiento realista de la figura. Junto a Brancusi es, según Margit Rowell, «el hombre que hace que la escultura del siglo XX pase de ser un arte de la representación para transformarse en un arte de la invención».

Sus prodigiosos ensamblajes de figuras y planos le deben mucho a la soldadura autógena, una técnica que entonces no conocían los artistas, pero que González había aprendido de su trabajo en la fábrica Renault. Porque González no era partidario de la bohemia, de las cornadas del hambre, sino del trabajo duro, regular y, sobre todo, pagado.

Según su hija Roberta, que ha intervenido de manera decisiva en la exposición, «los años que van de 1927 a 1930 son el final de la larga noche en que se debatía mi padre. Se levanta una aurora luminosa. Mi padre abandona la pintura para por fin satisfacer la demanda de la escultura, que será su liberadora».

Nacido en el seno de una familia de orfebres, González se instala en París en 1900. Quiere ver de cerca lo que sucede en la capital francesa y se apasiona por los hallazgos de sus amigos Picasso, Brancusi y Modigliani y, más tarde, por los de Joan Miró, Salvador Dalí, André Breton, Yves Tanguy o el uruguayo Torres-García, al que había conocido en Barcelona. Entre 1930 y 1939, realiza sus mejores esculturas. La guerra va a privarle de materiales y le obliga a volver al dibujo. Luego es la muerte la que interrumpe su progresión. En 1952, el hispanista y director del museo de arte moderno de París, Jean Cassou, logra reunir el dinero necesario para que El ángel, el insecto y la bailarina (1935) -el título lo pusieron Picasso y Cassou- pase a formar parte de las colecciones públicas. Es el mismo año en que le dedican una antológica en el Palacio Tokio, en París. Pero, tras la guerra, lo que pasa en París no tiene el eco de lo que sucede, por ejemplo, en Nueva York y es allí, en 1956, donde David Smith lo declara «maestro» en un ensayo célebre publicado en Art News y el MOMA le organiza una primera retrospectiva con 57 piezas.

En 1937, González contribuyó al pabellón español en la Exposición Universal de París. Si Picasso aportó el Guernica, Miró su Aidez l'Espagne y Calder su Fuente de Mercurio, González presentó La cabeza de Montserrat gritando, otra obra maestra, urgente y directa, en este caso expresión del dolor que vivía un pueblo que estaba siendo derrotado por el fascismo.

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Fotoperiodismo / Argentina: Muestra Anual de Fotoperiodismo

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Ritual umbanda en la Costanera. (Foto: Sandra Cartasso, de Página/12)

A rgentina 26 de julio 2007, ( Emanuel Respighi/ Página. 12)- Algunas fotografías se sobreimprimen sobre nuestra memoria, otras actualizan hechos ya en vías de ser sepultados por otras urgencias, y también están aquellas que nos obligan a volver sobre el pasado reciente con una mirada diferente, tal vez más amplia, tal vez más completa. (Catálogo de Argra)

La histórica expresión popular de que «una foto vale más que mil palabras» es, además de un lugar común dentro del periodismo, una afirmación discutible y que dispara distintas opiniones según el ojo (o la pluma) de quien la analice. Pero probablemente ese dicho, que sirve en muchas ocasiones para graficar la potencia de una imagen, no convoque a la discusión de los visitantes que desde hoy recorran el Palais de Glace. Al menos ésa es la sensación que invadirá la mente de los transeúntes durante el tiempo que se extienda su paseo por la 18a Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino, organizada por la Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina (Argra), que hoy a las 19 se inaugura con entrada libre. Allí, en ese espacio de la más alta cultura, hasta el 26 de agosto el público tendrá oportunidad de disfrutar de un banquete fotográfico compuesto por 365 fotografías captadas por casi 150 fotógrafos de todo el país.

Las imágenes exhibidas en tamaño gigante en la exposición no dejan de sorprender al espectador ocasional: algunas por su belleza, otras por su gracia, un puñado por su valor testimonial, unas cuantas por la extrañeza que provocan... Todas juntas, ordenadas en fotos individuales e historias gráficas, darían la impresión de que hablan, interpelan a quien las observa como una manifestación colectiva de impacto permanente. Dividida en distintos ejes temáticos (actualidad, deportes, naturaleza y medio ambiente, artes y espectáculos, y vida cotidiana), la muestra refleja las mejores fotos de 2006, elegidas sobre un total de dos mil por un comité editor integrado por Adriana Lestido, Daniel García, Eduardo Grossman, Gabriel Díaz, Jorge Sáenz, Pablo Lasansky, Rafael Calviño y Ricardo Alfieri.

Una nube de humo de habano desdibujando el rostro de Diego Maradona. La cruel sonrisa de Jorge Telerman surgiendo detrás de una bandera argentina durante el juicio de destitución de Aníbal Ibarra. Los rayos eléctricos de una tormenta sobre la ciudad de Buenos Aires partiendo el cielo. Las interminables arrugas de Mirtha Legrand mientras se maquilla detrás de cámara. Un conejita de Playboy desfilando por la pasarela ante la «mirada» de una docena de celulares que se elevan sobre los cuerpos para captar algo más que el instante. La brutalidad policial eternizada en una espalda marcada por una decena de impactos de bala de goma. Algunas de las tantas fotos que, más que reflejar la historia de un año, muestran el trabajo cotidiano de los reporteros gráficos argentinos.

Con motivo de la inauguración de la 18a muestra fotográfica de Argra (la primera la organizó en 1981, en un sótano, un grupo disidente de la gestión de aquel entonces de la asociación para mostrar el material fotográfico que era censurado por la dictadura militar), Página/12 reunió a una decena de fotógrafos expositores para que cuenten sus impresiones sobre la relevancia de la exposición y discutan sobre la actualidad del fotoperiodismo en el país.

Basándose en su experiencia en el encuentro anual de Argra, Pepe Mateos (Clarín) es el primero en romper el hielo de la charla, llenando de significado las sensaciones de un fotógrafo al participar de la muestra.

«Mi primera participación fue en la muestra de 1988 con dos fotos y la emoción que sentí en aquel momento fue tan grande que ni el mayor premio posible que me dieran ahora, el World Press por ejemplo, igualaría la alegría», rememora. Horacio Paone, el profesional cuya foto del desaparecido Jorge Julio López visitando la comisaría 5ª identifica la muestra, subraya la importancia que tiene la exposición para que el público se encuentre con imágenes inéditas. «Nos permite tener la posibilidad de publicar fotos que se les escapan a los medios», detalla el fotógrafo free-lance. «El fárrago del cierre diario hace que los editores no puedan detenerse a ver la calidad de las fotos y muchas veces imágenes excelentes no se publiquen. Esas fotos rechazadas por un editor se pueden ver gracias a la exposición, y en una pared a tamaño gigante».

Estimando que el 60 por ciento de las fotos exhibidas nunca fueron publicadas, Hernán Zenteno (La Nación) rescata el espacio de repercusión que en estos tiempos toma la muestra. «La exposición es muy importante –dice– porque en los diarios no hay ‘blancos’. Y lamentablemente también se ha perdido el apoyo y el espacio que antes había para realizar producciones de historias. Los diarios publican a lo sumo el 20 por ciento de las fotos». Además, como sostiene Fernando Mazobrio (La Nación), el hecho de ser fotos despojadas de las noticias diarias y presentarse en formato gigante permite que las imágenes perduren en el tiempo, inaugurando una nueva relación entre la foto y el público. «Al ser un soporte de mayor resolución y tamaño, por fuera de las cientos de noticias de un diario, permite otra percepción, otra comunicación con el público. No por nada finalmente el diario de ayer termina envolviendo huevos», analiza.

Apoyándose en un único criterio de selección, el de la fuerza de la imagen, la exposición incluso logra trascender el aspecto artístico para convertirse en un refugio de los propios fotoperiodistas. «La muestra también funciona como un lugar de denuncia», cuenta Sandra Cartasso, de Página/12. «Hoy la imagen de la muestra es una foto de Jorge Julio López, sigue estando la foto de Alfredo Yabrán tomada por José Luis Cabezas, el año pasado estaba la lista negra de Clarín sobre las personalidades que no podían ser publicadas... Es un espacio que no debemos perder y que le permite a la gente vincularse con las imágenes de una forma más íntima y, probablemente, más atractiva».

Pasen y vean.

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Noticias / México: Futbol Expo Show

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Alberto Castro Leñero nos ofrece este dibujo en tinta del futbol. (Foto: Cortesía Marcial Fernández)

M éxico, 26 de julio, 2007. (Leticia Sánchez/ Milenio).-Viven, disfrutan, gozan dentro de la cancha como cualquier apasionado del futbol; también gritan, se exasperan y sufren con la derrota. Se trata de un grupo de reconocidos artistas y escritores cuya pasión los ha llevado a dejar el escritorio, el pincel y la creación plástica para jugar y vibrar de emoción una vez que la pelota entra en la portería del equipo contrario.

El artista contemporáneo mexicano Gabriel Orozco, cuya obra no sólo se expone en los museos y galerías más importantes del mundo, sino también alcanza grandes precios en el mercado del arte, forma parte de este cuadro. «Es serio y muy individualista a la hora del juego, hace jugadas muy raras que sólo él entiende, aunque tiene una buena visión para repartir el balón”, dice el escritor Marcial Fernández, que se asume como jugador del deporte nacional y como organizador del Festival Cultural de la Exposición Show Futbol. La experiencia.

El cineasta Carlos Cuarón es parte de este equipo y en la cancha se comporta como uno de los personajes de la cinta Y tu mamá también, “es un lateral muy duro, antes era un buen portero, pero ahora ya le falla la vista. Juega de una manera neurótica y compulsiva”, refiere Fernández.

Y por si alguien tenía duda de que el juego transforma a las personas, sólo hay que ver al narrador y diplomático Alejandro Estivill, que es la antítesis de la diplomacia en el terreno de juego. La emoción que viven cada vez que tienen un partido la compartirán con el público en este encuentro que se desarrollará del jueves 26 al domingo 29 de julio en el Centro Banamex (Ave. Conscripto 311, Lomas de Sotelo, tel. 5268 2000, www.centrobanamex.com).

La mayoría de los integrantes del equipo Sahara Español, de la liga de ex alumnos del Colegio Madrid, juegan por pasión, porque en la vida diaria se desempeñan como arquitectos, doctores en filosofía y en geografía, poetas, empresarios, músicos, pintores y economistas.

«Nosotros, ahora en la vejez, a nuestros 40 y 50 años, vivimos el futbol como un deporte extremo, porque los infartos están a la vuelta del tiro de esquina, o en cualquier saque de meta o hasta en una carrera. Vivimos como podemos, ya más bien hablamos o hacemos cuadros, ofrecemos conciertos... todavía nos defendemos y lo hacemos bien, aunque recientemente perdidos con el equipo de Diego Luna y Gael García».

Los jugadores, como Franco Aceves Humana, Francisco Castro Leñero, Trino, Diego García del Gállego e Iván Trueta, no son deportistas de alto rendimiento porque a la mayoría le gusta comer, beber, fumar y algunas otras cosas que los alejan del campo atlético. No obstante, hacen su mejor esfuerzo, al grado que han alternado con profesionales de la talla de Félix Fernández, ex portero del Atlante y de la selección nacional, o el Potro Gutiérrez y el mismo Francois Oman Biyik.

Actividades

• Exposición colectiva de Franco Aceves Humana, Francisco Castro Leñero, Gabriel Orozco, Fidel Pilón, Trino, Diego García del Gállego e Iván Trueta.

• Exposición individual de Jazzamoart y el futbol.

• Títulos expoventa
Guantes blancos, las redes del futbol, Félix Fernández; Un crack mexicano: Alberto Onofre, Agustín del Moral; ¿Y el futbol dónde está?, Ángel Cappa (sólo exposición); Anecdotario del futbol mexicano, Carlos Calderón Cardoso; También el último minuto. Cuentos de futbol, Marcial Fernández (antólogo) y Enseñanzas del futbol, Tomás Calvillo Unna.

• Jueves
18:30 a 18:45. Félix Fernández inaugura el festival La experiencia y ofrece una breve charla.

19:30 a 20:30. Mesa redonda: Ediciones del Futbolista con Alejandro Estivill, Gustavo Marcovich, Diego García del Gállego y Marcial Fernández.

• Viernes
18:30 a 19:20. Presentación del libro Futbol y sociedad, de Carlos Prigollini, en el Auditorio.

19:30 A 20:45. Pepe Farías en concierto, en la Plaza México 86.

• Sábado
17:00 a 18:00. Mesa redonda: Futbolistas que escriben, escritores que futbolean. Participan: Lupillo Castañeda, Pedro Serrano, Rafael Gutiérrez Aldaco y Carlos Cuarón.

18:00 a 19:00. Mesa redonda: La plástica contemporánea y el futbol, con Francisco Castro Leñero, Franco Aceves Humana, Trino y Fidel Pilón).

19:10 a 19:30. Mesa redonda Música conceptual contemporánea y futbol, intervienen Diego García del Gállego y Mauricio Rocha.

19:30 a 21:00. Concierto conceptual. Diez países emergentes y el futbol. Concierto a cargo de Manuel Rocha.

• Domingo

17:30 a 18:30. Mesa redonda ¿Qué es el futbol? con la intervención de Francisco Javier González, Bonifacio Núñez, Leo Mendoza y Diego García del Gállego.

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Obituario / Ulrich Mühe

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El actor fallecido en la película La vida de los otros. (Foto:Archivo)

W aldbeck, 25 de julio, 2007. (EFE).- El actor alemán Ulrich Mühe, protagonista de la película La vida de los otros, una de las revelaciones de la temporada pasada, ha muerto a los 54 años como consecuencia de un cáncer, según ha informado hoy su familia.

Los familiares han informado de que Mühe murió el pasado domingo en la localidad de Waldbeck, en Sajonia-Anhalt, y que ha sido enterrado hoy en la más estricta intimidad. Hace tan sólo unos días el actor había hablado por primera vez en público de su enfermedad.


Procedente de la extinta República Democrática Alemana (RDA), Mühe se forjó una carrera artística de corte clásico, con interpretaciones de papeles teatrales como el Egmont de Goethe en el Deutsche Theater de Berlín oriental, hasta la sátira cinematográfica sobre Hitler, en el Mein Führer de Helge Schneider.

Aunque entre el público alemán era uno de los actores más conocidos, su fama internacional le llegó con Das Leben der Anderen (La vida de los otros), la ópera prima de Florian Henckel von Donnersmarck que logró este año el Oscar a la mejor película en lengua extranjera, después de ganar el Premio de Cine Europeo en 2006.

La historia, ambientada en 1984, está protagonizada por Mühe como agente de la Stasi, la policía secreta de la extinta República Democrática Alemana (RDA), encargado de espiar a una pareja de artistas, en la que la esposa se convierte en informante.

El propio Mühe pudo revivir en esta película parte de su propia biografía. Al igual que el actor de la película descubre que su mujer se ha vendido a la Stasi, también a Mühe se le reveló que su primera esposa, actriz al igual que él, trabajó para esta policía secreta.

Mühe estaba casado en terceras nupcias con la también actriz Susanne Lothar y tenía cinco hijos.

Tráiler de la película «La vida de los otros»



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