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Detalle del mural Omnisiciencia, en la Casa de los Azulejos, lugar de nacimiento del coleccionista mexicano. (Foto: Archivo)
M éxico, 12 de julio, 2007. (Merry MacMasters/La Jornada).- Con la exposición Francisco Iturbe, coleccionista: el mecenazgo como práctica de libertad se busca reconstruir la trayectoria de un pionero del coleccionismo del arte moderno mexicano, en particular de obras creadas en el contexto de la Escuela Mexicana.
La exposición se inaugura hoy a las 20 horas en el Museo de Arte Moderno (MAM).
Se trata de una reflexión en torno al coleccionismo en México, que continuará con una o dos exposiciones de ese tipo al año. La próxima será en marzo de 2008, adelantó Osvaldo Sánchez, director del MAM.
Tal vez lo que más se impone de la muestra es que la mayor parte de la obra pertenece al acervo del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), que compró 191 piezas de la colección de Iturbe (1879-1957), entre 1963/64, en 650 mil pesos, aunque de acuerdo con un avalúo de la misma institución efectuado en 1959, ésta tenía un valor de un millón 300 mil pesos «a precios reducidos» y un millón 700 mil pesos «a precios conservadores del mercado de entonces», señaló María Luisa Novelo, propietaria del archivo fotográfico que perteneció a Iturbe, que incluye varias imágenes de Frida Kahlo tomadas por Guillermo Dávila, apoderado legal del coleccionista.
Ésta es la segunda ocasión que la colección de Iturbe se exhibe. La primera fue en 1959, en el Palacio de Bellas Artes, como parte de la negociación para ver si el INBA la compraba o no.
De acuerdo con Osvaldo Sánchez, cuando la colección Iturbe ingresó al INBA, no entró como «paquete», sino al acervo en general y se redistribuyó según fueron surgiendo las áreas de exhibición y los perfiles de los museos se fueron aclarando. El propio MAM todavía estaba en ciernes y cuando se fundó el Museo Nacional de Arte (Munal), en 1982, una parte del acervo de aquél se fue éste.
Para la curadora de la exposición, Ana Garduño, la obra se dispersa cuando el coleccionista «no toma la precaución de decir en qué recinto quiere que se conserven las obras y bajo qué condiciones». Cuando el doctor Alvar Carrillo Gil donó su colección en 1972 y el museo que lleva su nombre se inauguró en 1974, «ya había más experiencia».
Conocedor de la vanguardia europea
Francisco Iturbe, coleccionista comprende 137 piezas, entre pintura, escultura, dibujo y fotografía, de las que 35 pertenecen al acervo del MAM, 24 al Munal, 11 al Instituto Cultural Cabañas, dos al Museo de la Ciudad de Aguascalientes, una a la colección del INBA, mientras que 34 fotografías provienen del archivo Novelo y seis son reproducciones de murales y fotografías de época.
Pero, ¿quién fue Francisco Sergio de Iturbe e Idaroff? Para empezar, nació en la Casa de los Azulejos, propiedad de su familia, que se muda a Francia en 1882. El joven Francisco fue nombrado agregado en la legación de México en Bruselas, cargo que desempeñó de 1898 a 1902. Muerto su padre, al cumplir la mayoría de edad, Iturbe regresó a México a recibir su herencia. En 1911 diseñó y construyó la mansión Fal en Biarritz, Francia. En fin, conoció los movimientos europeos de vanguardia.
Iturbe, apunta Garduño, es sin duda el coleccionista más relevante de los años 20 del siglo XX en México porque es el primero que emprende acopios de arte de la Escuela Mexicana, «un movimiento que era rechazado por la sociedad en general y la crítica de arte tradicional». De allí que en 1925, el mecenas le encargó a José Clemente Orozco la realización del mural Omnisciencia en la Casa de los Azulejos, a la vez que le gestionó una exposición de dibujos en París.
El artista «fetiche» de Iturbe, sin embargo, era Manuel Rodríguez Lozano, a quien encargó varias obras, continuó la curadora.
La muestra incluye varias ambientaciones de cómo se veían las obras en el domilicio de Iturbe como, por ejemplo, la serie de Santa Ana muerta, que Rodríguez Lozano hizo para una habitación íntima –para entonces vivía en Isabel la Católica 30–, indica Claudia Barragán, coordinadora curatorial.
Iturbe también compró gran parte de la producción de Abraham Ángel, obra que fue fotografiada por Tina Modotti, mientras que Manuel Álvarez Bravo registró la de Rodríguez Lozano
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