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El escritor colombiano. (Foto: Archivo)
M éxico, 18 de julio, 2007. (Mónica Mateos-Vega /La Jornada).- Después de muchos años de escribir poemas y ensayos, el escritor colombiano William Ospina está enfrascado en la aventura de narrar una historia: ni más ni menos que la conquista de América.
La primera novela, de lo que será una trilogía, se titula Ursúa (Alfaguara) y se basa en una convicción, «en la necesidad de la poesía para el relato, por lo menos para uno de este tipo, porque además de los personajes visibles, existen otros protagonistas secretos: la naturaleza, las montañas, las borrascas, las serpientes, los jaguares, el mundo indígena que está tan en la frontera con el universo natural».
En entrevista con La Jornada, Ospina (Papua, Tolima, en los Andes colombianos, 1954) explica que su trilogía sigue como única motivación, «relatar las primeras expediciones europeas al Amazonas, la primera, de Orellana en 1541, que fue un viaje de descubrimiento, un accidente, no un proyecto; y la segunda, organizada por Pedro de Ursúa, 20 años después, en 1561, y que terminó en manos de Lope de Aguirre: ésta ya era una expedición de conquista. Me interesa mucho comparar lo que es el viaje de los descubridores con el de los conquistadores, esa diferencia de actitud hacia la naturaleza, hacia lo distinto».
El historiador, sin derecho a imaginar
Ospina, autor de poemarios como El país del viento (1992), agrega que fue mediante crónicas de distintos autores como le siguió la pista a Pedro de Ursúa, un muchacho vasco que con 15 años de edad se embarca hacia América en busca de fortuna y gloria.
Llega primero a Perú, donde la insurrección de Pizarro, la confusión general y un tesoro que ya se encuentra en manos de otros españoles, le hacen dudar de continuar en esas tierras. Sin embargo, estando allí, una carta de un tío le devuelve la esperanza y lo lleva a Cartagena, donde se inician sus aventuras y desventuras en el Nuevo Mundo.
«Me interesó seguir los rastros de este personaje porque se trata de alguien nacido en un mundo fronterizo, entre el País Vasco, España y Francia; él participa mucho de la tradición guerrera de esas regiones, fue descendiente de los señores de Aquitania, y aunque ese costado francés aparentemente tiene poco que ver con la conquista de América, encarna en Ursúa».
Se ha acercado usted a la historia con ojos de poeta.
Sí. La diferencia principal entre la historiografía y la novela es que el historiador no tiene derecho a imaginar, no está autorizado a especular demasiado ni a inventar circunstancias.
Aunque me interesaba contar hechos reales me parecería decepcionante que el lector diga «esto se lo inventó el autor porque lo que quería era contar lo asombrosos que fueron los hechos que ocurrieron en aquella época».
La literatura nos autoriza, no a alterar los hechos, pero sí a enriquecerlos con detalles que no son tanto invenciones sino deducciones. Uno sabe que tuvo que soplar el viento, que el caballo debió relinchar y que el personaje tuvo que tropezarse en la escalera.
Son cosas que al historiador lo tienen sin cuidado, pero que para el novelista son preciosas porque eso es lo que fija la memoria y lo que el autor recuerda como la vida.
El novelista debe estar mucho más cerca de los hechos que el historiador, quien debe guardar su distancia crítica y si se entera de que cayó un rayo, lo muestra allá a la distancia, pero el novelista tiene que correr el riesgo de estar más cerca, de quemarse, porque su propósito es vivir los hechos para compartirlos.
¿Cómo fue su tránsito de la poesía a la narrativa?
Tanto mis poemas como mis ensayos parecían tender a la narración, sobre todo la poesía de los libros más recientes, son cada vez más narrativos, monólogos dramáticos, personajes contando su vida, sus peripecias.
En un momento comprendía que no deseaba ni poetizar en sentido estricto ni versificar ni reflexionar sobre los hechos, sino vivirlos, tratar de convertir el lenguaje en un instrumento para vivirlos de la manera más intensa posible.
Hay una suerte de conflicto bastante creativo en la relación de la historia con la tradición. Una novela es simplemente una novela histórica cuando se dedica a reconstruir unos hechos, pero es más novela que historia cuando su preocupación principal es el lenguaje, y el esfuerzo por que éste recree un mundo perdido.
La novela Ursúa, de William Ospina, será presentada hoy a las 19:30 horas en la Casa Refugio Citlaltépetl (Citlaltépetl 25, entre Campeche y Amsterdam, colonia Condesa). Participan Hugo Gutiérrez Vega, Ramón Córdoba y Sealtiel Alatriste.
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