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Homer Simpson llegó a Springfield, Vermont. (Foto: Jim Ferrell)
S pringfield, 26 de julio, 2007. (Bárbara Celis/ El País).- En el Springfield de dibujos animados donde residen los Simpson todo es posible. Allí podría vivir alguien como Eric, quien sólo sale a la calle abrazado a una cabra de nombre Bongo. También podría existir un personaje como Paul, que camina calle arriba y calle abajo apuntando con el dedo hacia el cielo durante horas sin que sus vecinos se inmuten. Y hasta podría haber un nieto de republicanos valencianos y experto paellero como Edward Huse, entregado a la creación de la Sinfonía de Springfield, una «idea enloquecida» inspirada en la Sinfonía de Portsmouth, un hito de la experimentación musical de los años setenta que consistió en hacer música utilizando gente que no sabía tocar nada.
Pero ellos no son personajes de ficción como Homer Simpson. Son vecinos reales del Springfield del Estado norteamericano de Vermont, uno de los 34 Springfields que hay repartidos por la geografía de EE UU, un pueblo de 9.300 habitantes donde el pasado sábado se celebró el preestreno de Los Simpsons. La película, que hoy llega a las pantallas españolas. Los privilegiados y peculiares habitantes de esta ciudad perdida entre montañas fueron elegidos por votación popular como anfitriones del estreno, en un concurso online en el que otros 13 Springfields de la geografía estadounidense compitieron con vídeos caseros para conseguir el título de hogar oficial de los Simpson.
Y tras ganar, demostraron con devoción su entrega total a Homer y familia: aparte de la sospechosa exhibición en la mayoría de los escaparates locales de los rostros de esta familia única, el sábado se montó la mayor fiesta callejera de la historia del pueblo, según los ancianos del lugar. Además, el restaurante Springfield Royal recibió a su clientela con un menú especial que incluía bocadillo Bart y restos de comida de Lisa; la marca de helados Ben & Jerry, de Vermont, presentó un nuevo sabor combinando cerveza y donuts, el menú favorito de Homer Simpson; la cervecería Magic Hat estrenó la nueva cerveza Springfield y en la inmobiliaria local un cartel advertía: «Si le encontramos hogar a los Simpsons, también se lo podemos encontrar a usted». Los vecinos de Springfield fueron los primeros en poder juzgar el salto a la gran pantalla de esta familia disfuncional, que durante 20 años ha acompañado desde la televisión al público estadounidense en la exploración satírica de su sociedad y su cultura. Y, según las primeras reacciones, la película es tan divertida, ácida y descastada como la serie. «Creo que es incluso más atrevida», adelantaba Julie Salvatoriello, una veinteañera que consiguió una entrada en la rifa que organizó la ciudad para que unos 800 vecinos pudieran ver la película a lo largo del día. «Hay un desnudo integral», advertía un adolescente entregado a los Simpson desde los tres años y que se tronchaba de risa al recordarlo. Y hasta ciudadanos como Leslie y Bob Messer, una pareja de jubilados que jamás habían visto a Homer y Bart en acción porque pensaban que era una «familia de idiotas», salieron del cine proclamando amor eterno hacia los personajes amarillos. «El tema central es un desastre ecológico y hasta hay una crisis matrimonial», resumían. «Todo muy actual y muy realista pero con humor».
En el Springfield de Vermont hay iglesia, bar, bolera, colegio, una calle principal y un cine, el Springfield Theatre, una sala descascarillada de más de setenta años situada en un edificio donde se alquilan habitaciones a 300 dólares al mes. Nada más lejos del glamour Hollywood.
Por eso los estudios Fox, productores del filme, le tuvieron que cambiar la pantalla, el sistema de sonido y hasta la moqueta, para que Springfield pudiera, por un día, estar a la altura de un estreno mundial. «Es una sensación muy rara salir de tus dibujos y entrar en un mundo paralelo llamado Springfield donde hay desde una central nuclear hasta un deli regentado por un paquistaní», comentaba el dibujante Matt Groening, quien desfiló por una alfombra tan amarilla como sus personajes entre los vítores de las cerca de 4.000 personas que se juntaron en la plaza del pueblo para recibirle. Acompañado de su productor -el multipremiado y poderoso Jim Brooks-, del director del filme -David Silverman- y de otros popes vinculados a la serie, pero sin la presencia de ningún famoso de revista -«Están todos enfadados por las versiones animadas que hacemos de ellos», se excusaba Groening-, el dibujante expresó su deseo de que el parecido entre los estadounidenses y los Simpson no aumente con el paso del tiempo. «Sería muy triste», dijo antes de perderse entre las butacas del Springfield Theatre.
Ser el hogar de esta familia tan friki podría parecer más una tragedia que un honor, pero que tire la primera piedra cualquier pueblo o ciudad media estadounidense que no guarde un esqueleto en el armario del tamaño de los del Springfield animado. Como dice Groening, «Springfield está en todas partes, por eso todos podemos identificarnos con sus habitantes». No hay planes de situar a los Simpson en Vermont en las próximas temporadas de la serie, la más longeva de la televisión estadounidense, "aunque haremos bromas», anuncia Groening. Pero los habitantes de un pueblo que lleva años sufriendo la crisis que provocó el cierre de las fábricas de armamento que alimentaban su economía local planean explotar turísticamente su nuevo estatus.
«No te voy a decir que aquí seamos tan disfuncionales como Homer Simpson y familia, pero mírame: yo me paseo con una cabra como si fuera un perro. ¿Es eso disfuncional? No sé, pero ¿qué más da? Estamos orgullosos de ser el hogar de los Simpson. Desgraciadamente, es lo más importante que le ha pasado a este pueblo en muchos años así que ahora le tendremos que sacar provecho», reflexionaba Eric el sábado. Le acompañaba su cabra Bongo, con su barba animal teñida de azul, «en honor al pelo de Marge Simpson. Aquí todos somos adictos a Los Simpson y hoy es un día especial».
Tráiler de la película
El vídeo de la diferencia
Vermont es un Estado excéntrico, diferente al resto de Estados Unidos. Apenas tiene 600.000 habitantes, pero probablemente haya más gente de izquierdas por metro cuadrado que en ningún otro Estado rural del país. Allí hay leyes que prohíben los carteles publicitarios para no «contaminar visualmente» el paisaje, es legal pasearse desnudo por las calles de muchas de sus ciudades, las parejas gays de hecho están reconocidas desde hace casi diez años, fumar porros no está mal visto y los Starbucks y McDonald's no abundan (aunque en Springfield haya un McDonald's). Además, hay un fuerte movimiento secesionista apoyado por gran parte de su población y su senador Bernie Sanders es el único político nacional vinculado al partido socialista.Quizás por eso, el vídeo que Springfield envió al concurso también era completamente diferente al que enviaron sus rivales. Todos optaron por hacer presentaciones cómicas ofreciendo razones que conectaban sus pueblos al de Homer Simpson pero en Vermont, bajo la codirección de un joven de 17 años llamado Alex Campos, bisnieto de santanderinos, decidieron filmar un capítulo de Los Simpson con personajes reales. El elegido como Homer fue Tim Kavanagh, una estrella local de la televisión que persigue un donuts gigante por todo el pueblo levantando las iras de la población. «Queríamos divertirnos y entretener, supongo que por eso nos votaron», afirma Campos. Lo más sorprendente es que Fox pasó por alto Vermont cuando invitó a los diferentes Springfields a participar en el concurso. Patty Chaffee, responsable de la Cámara de Comercio local, protestó y consiguió que su pueblo entrara en el concurso. Ahora se ha convertido en la heroína local.
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