.
El escritor inglés. (Foto: AP)
L ondres, 4 de septiembre. «Por supuesto no había forma de saber cuándo o en qué momento se era vigilado», así comienza la novela 1984, de George Orwell (1903-1950), en la que acuñó la frase «El Gran Hermano te vigila» para definir el control omnipresente sobre las personas y su intimidad.
Orwell nunca imaginó que durante dos décadas, entre 1929 hasta su muerte en 1950, fue vigilado por los servicios de seguridad británicos por conducto de la Sección Especial de Scotland Yard, predecesora del MI5, por presuntas intenciones de traición a la patria e ideas revolucionarias.
El expediente de Orwell, que permaneció en secreto durante casi 60 años, fue transferido al Archivo Nacional del Reino Unido, instancia que lo desclasificó e hizo públicos en cumplimiento de la Ley de Libertad de Información.
En esos documentos se establece que el autor de Rebelión en la granja, cuyo nombre real fue Eric Arthur Blair, «tenía ideas comunistas progresistas», aunque en otros documentos, firmados por el agente W. Ogilvile, se establece que «nada tenía que ver con el Partido Comunista, ni éste con él».
Los documentos revelan qué tan cerca los servicios de inteligencia espiaron a Orwell, a quien señalan también como «bohemio», pero también que, aún con sus ideas «comunistas progresistas» fue defendido contra esos argumentos por el oficial encargado de su caso.
Estos documentos ofrecen nueva luz sobre la difícil relación entre uno de los autores más influyentes del siglo XX y las instituciones británicas, a las que frecuentemente criticó por injustas e inflexibles.
Orwell tampoco supo que su relación con los elementos más sombríos del Estado británico comenzó mientras vivía en París como corresponsal para diferentes diarios ingleses, incluyendo el Daily Express, y justo después de su renuncia a la Policía Imperial India.
Lejos del comunismo ortodoxo
El archivo Orwell es además una muestra de la red de vigilancia anticomunista puesta en marcha por los británicos para monitorear la influencia soviética al citar en 1929 a un informante anónimo en la capital francesa, quien los alertó que Orwell, en ese momento desconocido para las autoridades, había ofrecido sus servicios al Worker’s Life, después llamado Daily Worker, que era el periódico oficial del Partido Comunista en Gran Bretaña.
El informante anónimo dijo que el escritor, que en ese entonces aún usaba su nombre de nacimiento y el Orwell como seudónimo literario, había sido visto en los cafés parisinos leyendo periódicos de izquierda, pero que había evitado mezclarse con los comunistas franceses para no llamar la atención de las autoridades de ese país.
Otro dato es que en 1936 atrajo la atención de los servicios de seguridad cuando llegó a Wigan para investigar sobre las condiciones de la clase trabajadora del norte del país. Las autoridades locales indicaron que Orwell había acudido a una reunión de comunistas y que le habían conseguido albergue mientras duraba su investigación.
La vigilancia continuó durante varios años, pero el oficial encargado de su caso, identificado sólo como W. Ogilvie, subrayó «Blair (Orwell) sin duda tiene fuertes simpatías por la izquierda, pero está muy lejos de ser un comunista ortodoxo».
Poco antes de su muerte en 1950, Orwell entregó a una amiga que trabajaba en la unidad de propaganda anticomunista en el Foreing Office, una lista con 35 nombres de personajes a los que consideraba «cripto-comunistas» o fellow travellers (término que identifica a quienes simpatizaban con alguna organización, aunque no pertenecían a ella): en la lista figuraban Charles Chaplin y el escritor J.B. Priestley. Al darse a conocer este listado muchos calificaron a Orwell de traidor.
REGRESAR A LA REVISTA