.
Una de las fotografías que componen la exposición. (Foto: Archivo)
M éxico, 8 de septiembre, 2007. (Tania Molina Ramírez/ La Jornada).-«Las fotografías son los mejores actos sexuales de mi vida», dijo, contundente, el fotógrafo Ricardo Vinós, quien hoy inaugura su exposición Rendición de cuerpo.
Desde hace años explora el erotismo mediante su cámara en un cuarto de Cuernavaca que se incendió.
Vinós mantuvo el espacio tal cual quedó, para usarlo como estudio: «El incendio fue como un mensaje que me mandaba a mí mismo. Decidí conservar como sagrado ese espacio y entré en una especie de escenario en el que el erotismo consiste en que arda la ceniza, me pareció muy congruente con un erotismo de viejo: hace falta que lo que ya se quemó vuelva a arder. ¿Cómo le hacemos? ¡Solamente un milagro! Y mi milagro es que llegan mujeres, todas ellas valientes», contó a La Jornada.
O sea, retrata mujeres desnudas o parcialmente cubiertas, no profesionales: «Mi vecina, una artista amiga de mi hija, algunas que han visto las fotos y les dio curiosidad…»
El resultado es inquietante. Las fotos, intencionalmente, no son limpias. Suele haber muchos elementos en ellas, elementos que contrastan con la pureza de la piel: vidrios rotos (que quedaron del incendio), sombras de las cruces que estaban colgadas en las paredes antes del fuego, muebles, telas.
La mujer casi nunca mira de frente hacia la cámara con todo el cuerpo. Es como si escondiera algo. Es más, es como si las fotografías ocultaran algo a quien las observa.
Abrirse a la mirada de la cámara
Ricardo Vinós dijo que procura no dirigir a las mujeres, intenta que ellas busquen cómo estar.
El artista ha viajado bastante y, fuera de México, en pocos lugares ha podido fotografiar desnudos. Ejemplificó la razón con España: «Era muy fácil que se encueraran. Decían, ‘en pelotas, claro, no pasa nada’… Pero, ¿para qué entonces? ¡Que pase! Me interesa que a las personas les pasen cosas, aunque no se la quiten. Si no, todo queda reducido», queda un retrato gris con el señor o la señora.
«Hacía falta abrir un misterio, un secreto, que es lo que más me atrae: se manifiesta un misterio y me permite entrar en él. Si la foto está viva es porque tiene ese misterio».
Y, más que el hecho de desnudarse, lo que le interesa es «el hecho de abrirse el cuerpo a la mirada de la cámara; tiene que tener una comunicación con el alma de la máquina».
El fotógrafo, por cierto, utiliza «cámaras muy viejas, una Leica M2 y una Roliflex de dos lentes, verdaderas reliquias».
Para Vinós, «la cámara es un cuerpo engendrador: abre un agujerito, que tiene hasta un esfínter, el diafragma, se impregna; la cámara queda embarazada con la luz, que es la forma más alta de energía. Luego uno la lleva a parir entre las tinieblas, entre vapores venenosos».
Una razón para vivir
Ricardo Vinós narró que hacer foto erótica «está en la raíz de la elección de oficio: soy de una generación (nació en 1943), de mucha opresión sexual. Una de mis creencias fundamentales es que las mujeres se desnudaban para los fotógrafos. Que siendo fotógrafo uno llegaba al cuerpo. ¡Tardé mucho en que se me cumpliera eso!»
El artista, hijo de exiliados republicanos españoles, realizó fotografía comercial durante años, en los 60.
En 1968, prosigue, «me di cuenta de que en los pasados dos años no había hecho ni una foto que me importara en lo personal. Le di la espalda a la foto y dije: no es lo mío. Tenía ambiciones de hacer cine, cualquier otra forma artística».
Durante 12 años no tomó imágenes. Fue jornalero agrícola en los campos de tabaco, fue traductor, cursó estudios de mercado.
En 1980 regresó a la foto. ¿Por qué?
Era simplemente una razón de vivir. Me había lanzado a una vida de tratar de hacer negocios. Me dejaba una sensación desagradable. Ya no se podía hacer la revolución, mi matrimonio estaba deshecho…
¿La revolución?
Milité en el Partido Comunista, de hecho sigo… es más, ¿dónde está el partido?... ¡Ay, dios mío!… –exclamó exaltado.
«Mis ideas cinematográficas o de escritura estaban atoradas. No tenía para dónde moverme», siguió.
Así que se compró una cámara, una ampliadora y salió «a cazar imágenes, a encontrar una foto que me mantuviera viva el alma. No era que estuviera contento con mi obra, era mi obra la que me sonreía. Era lo único que dependía de mí, que me necesitaba».
Ricardo Vinós comenzó vendiendo fotos en San Francisco, California, adonde se mudó entre 1984 y 1990. Luego regresó a México.
Hoy, dice de sus fotografías: «Procuro que sean auténticas y verdaderas historias de amor. Me tengo que enamorar. Tengo que hacer que el alma de mi cámara se enamore, enfrentarnos al objeto del deseo y abordarlo».
«Las fotografías son los mejores actos sexuales de mi vida. Ése es mi milagro, el hecho de conseguir que las fotos tengan ese demonio, ese ángel que anda por ahí y que en sí ya tiene una especie de secreto o misterio sexual».
Rendición de cuerpo, exposición de Ricardo Vinós, se inaugura hoy a las 12 horas en la Galería Francisco Díaz de León, en Presidente Masaryk 526, Polanco. Informes al teléfono 5093-1660.
REGRESAR A LA REVISTA