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Juan García Ponce, Fernando García Ponce, Juan José Gurrola, Manuel Felguérez, desconocido y José Luis Cuevas. (Foto: Cortesía: Casa del lago)
C iudad Juárez, Chihuahua, 9 de junio, 2008. (RanchoNEWS).- Las historiadoras Celia Maldonado López y Guadalupe Lozada reviven la historia de este sitio que en 1908 fue inaugurado como sede del Club del Automóvil. Una nota de Xavier Quirarte para Milenio:
En Casa del Lago parece que el tiempo no pasa o que corre más lento, sobre todo cuando no vienen los miles de visitantes de los fines de semana. La ausencia de ruido permite dejar vagar la mente, sobre todo porque se conserva buena parte del mobiliario que vio desfilar a la sociedad porfiriana convocada por José Ives Limantour para la inauguración de la sede del Club del Automóvil el 30 de abril de 1908.
Para conmemorar el centenario del inmueble se presenta en Casa del Lago una exposición de fotografías que siguen la evolución del inmueble. También se llevará a cabo un ciclo de conferencias, que iniciará el 12 de junio con una charla sobre investigaciones arqueológicas en Chapultepec a cargo de la arqueóloga María de la Luz Moreno Cabrera. Una semana más tarde, la cronista de Tacubaya Celia Maldonado López guiará un recorrido por el área y, el 19 de junio, la maestra Guadalupe Lozada presentará una reseña histórica. Todas las actividades, de entrada gratuita, serán a las seis de la tarde.
Lozada comenta en entrevista que la idea de crear la Casa del Automóvil fue de José Ives Limantour, entonces secretario de Hacienda del régimen porfirista.
«Es una construcción espléndida, y si es pequeña es porque se pensó no en un castillo, sino en una sede para las reuniones del club. Pronto se volvió un lugar clave para la elite que necesitaba estos espacios para su disfrute».
Pero el disfrute no fue muy largo porque vino la Revolución Mexicana y el inmueble fue abandonado. Sin embargo, la historiadora recuerda que, después de la revolución, en Casa del Lago se celebró la fiesta de 15 años de la hija de Venustiano Carranza. «Uno podría pensar que los revolucionarios llegaban con ideas diferentes a las de los porfiristas, pero aprovechan muy bien algunos espacios y seguían con ese deseo de encumbramiento».
Celia Maldonado López asegura que el presidente Plutarco Elías Calles quería que la casa albergara un museo dedicado a la revolución, pero su proyecto no prosperó. «Se vino el conflicto de Álvaro Obregón y todo se vino abajo. Luego el presidente Emilio Portes Gil tuvo muchos problemas, por un lado el conflicto religioso y por otro una huelga de los universitarios. Para evitarse problemas terminó con el problema religioso y le otorgó la autonomía a la universidad».
Como resultado, la vida para Casa del Lago cambió y en 1929 se volvió sede del Instituto de Investigaciones Biológicas de la UNAM. Sin embargo, al crearse Ciudad Universitaria, a mediados de los treinta el instituto se cambió a sus nuevas instalaciones y Casa del Lago estuvo abandonada durante más de diez años. A fines de los cincuenta el entonces regente Ernesto P. Uruchurtu quería destruirla y le puso un ultimátum a la UNAM, explica Guadalupe Lozada.
La UNAM le propuso a Juan José Arreola la creación de una casa de cultura, proyecto que de inmediato fue aceptado por el escritor. La historiadora dice que las crónicas narran que el primer día que se abre la Casa del Lago «Arreola se sube a leer La suave patria en una lancha en medio del lago. Creó un equipo muy importante con una serie de personajes que después alcanzarían grandes vuelos en cultura nacional. Actualmente, Casa del Lago es una caja de resonancia de la vida y la vanguardia cultural de este país».
Maldonado López rememora que en el movimiento de 1968 el rector de la UNAM Javier Barros Sierra despachó en Casa del Lago durante la toma de Ciudad Universitaria por parte del ejército. Así que en sus cien años ha sido una casa viva, y aunque «se realizan exposiciones, también hay seminarios, concursos, conciertos, conferencias y otras actividades que la mantienen con vida».
Otra forma de difusión cultural
«Casa del Lago tiene numerosas ventajas: situada en Chapultepec, en el ámbito dominguero por excelencia de la ciudad de México, a la orilla de la mínima y máxima visión idílica que la capital admite, desde el principio de su actividad como dependencia de Difusión Cultural, atrae a los jóvenes y al sector intelectual. El primer director es Juan José Arreola, afamado por Confabulario y Varia invención, dedicado entonces a promover a los escritores nuevos y a jugar ajedrez y ping pong. Arreola y el secretario de la Casa del Lago, Miguel González Avelar, se concentran en la lectura de poesía, en el placer de decir a Ramón López Velarde, Pablo Neruda y Carlos Pellicer ante un público de entusiastas que por lo común no ha escuchado antes poesía fuera de la devastación de los declamadores. Arreola habla con todos, entabla diálogos que parecerían inverosímiles, promueve el ajedrez, invita a los escritores consagrados, lee sus propios textos. No se produce tal cosa como un proyecto sostenido, pero sí se crea la atmósfera de algo distinto, informal, divertido».
Carlos Monsiváis, tomado del libro Casa del Lago. Un siglo de historia, Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, 2001
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