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La artista cree que el éxito consiste en ser fiel a uno mismo. (Foto: Samuel Sámchez)
C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de julio 2009. (RanchoNEWS).- Es curioso que una Premio Nacional de Fotografía diga que no se «identifica» cuando la llaman fotógrafa. Ouka Leele, es decir, Bárbara Allende (Madrid, 1957), explica que en realidad se ha pasado la vida queriendo contar historias y que acabó haciéndolo utilizando una sola imagen pintada a su gusto casi por azares del destino. «Meter en una imagen una escena, una historia y una pintura era una manera de narrar algo sin tener dinero». Una explicación que ayuda a entender su peculiar obra. Una entrevista de Susana Pérez de Pablos para El País:
La artista aparenta una gran sencillez. Se presenta con la cara lavada, un vestido sencillo y las típicas alpargatas de toda la vida. Sin embargo, a lo largo de la conversación va dibujando una fuerte personalidad. Escoge el restaurante. Es el preferido de su hija. «Vamos al Lolina; a María le encanta». De tal palo, tal astilla. María llegó un día a casa con un puñado de bonitas fotos de este local. A su madre también le gustó. Cada silla distinta (de escay rojo, de terciopelo verde; de madera rústica...), las paredes empapeladas con dibujos retro, las mesillas antiguas... Tiene un logrado look de los setenta y dos grandes ventanales abiertos a una calle del colorido barrio de Malasaña. Comemos sano. Elige primero el humus y acto seguido me da la receta.
Icono del movimiento cultural de la movida madrileña de finales de los setenta y los ochenta («estoy orgullosa de haber formado parte de una generación, como les pasó a Dalí o Picasso, y de la transición española»), Ouka Leele ha sabido mantenerse al pie del cañón desde entonces. ¿Cómo se consigue eso? «Hay que seguir siempre arriesgándose como si fuera la primera vez», explica. «Algunos optan por forrarse vendiendo un icono. A mí eso me parece mortuorio, aburrido, anquilosante. Si soy fiel a mí misma tengo que estar siempre como cuando empezaba». El cineasta Rafael Gordon ha estado unos años rodando una película, que acaba de terminar, sobre la vida de esta artista. Bárbara Allende considera el cine algo muy próximo. Le encanta ir a rodajes («en ellos me siento en mi salsa»). «Y muchos de mis cuadros preferidos, como Las meninas o Las hilanderas, son como películas metidas dentro de una imagen».
La idea de reinventarse todo el rato le ha llevado ahora a publicar poesía. Mientras traen las ensaladas y los zumos naturales le pregunto por esta nueva faceta. De nueva, nada, desmiente. Escribió la primera poesía a los 17 años, incluida en uno de los libros que acaban de salir. La recopilación de poemas De la embriaguez desnuda (Sial ediciones), que incluye una selección de sus fotografías, y Este libro arde entre mis manos (Huerga&Fierro editores), con dibujos suyos. «Es un único poema, aunque cada página es uno en sí mismo». Y vuelve a referirse a su obsesión por relatar: «La poesía es para mí en el fondo lo mismo que la fotografía: comprimir una historia en una sola página».
A Ouka Leele le gusta lo interactivo. Hace unos días, en la presentación de su libro de Sial en el teatro Kapital de Madrid, obligó a las 300 personas de la sala a recitar en alto una poesía. El tema no podía venir más a cuento. Trata sobre el no color, se llama Negro. «Negro de la soledad sonora, negro de la música callada, negro de la cena que recrea y enamora...»
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