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El libro de la francesa es considerado una joya poética. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 11 de enero 2011. (RanchoNEWS).- La escritora francesa Marguerite Duras dijo que nunca escribió una sola línea que no hubiese vivido. Ahora se reedita en castellano uno de sus libros tempranos La siesta de M. Andesmas, una joya poética donde ya están sus obsesiones, las dependencias pasionales, la enajenación o el olvido. Una entrega de EFE:
Así lo valora la española Amelia Gamoneda, traductora de La siesta de M. Andesmas, que saldrá en España, editado por Demipage, a fines de enero, y en Colombia, México, Chile, Argentina y Perú en febrero.
Amelia Gamoneda conoce y ama este libro desde su adolescencia, cuando se lo regaló su padre, el poeta leonés y premio Cervantes, Antonio Gamoneda, para quien esta novela es emblemática y fascinante.
«Advertí –escribió Antonio Gamoneda– cómo el libro no imitaba la realidad ni la imaginaba, sino que la creaba: el tiempo de la escritura pasaba con lentitud y facilidad, físicamente; existían silencios reales como decía el texto, estaba en curso un acontecimiento, y éste consistía en ausencia, inmovilidad, abandono. El discurso era el curso de los hechos; la narratividad valía físicamente por la inmovilidad de M. Andesmas esperando».
Sobre la historia
Duras narra en La siesta de M. Andesmas una tarde en la vida de Monsieur Andesmas, anciano que compra una casa para su hija Valeria, que retumba en el libro por sus risas.
Pero este hombre quiere añadir una terraza para que su hija pueda observar la llanura y el de Marzo Mediterráneo. La espera del constructor de esta posible escalera, que sucede entre las cuatro de la tarde y la caída del sol, acapara toda la escena del relato lleno de silencios que hablan más que los propios acontecimientos, y por donde solo pasan un perro, una niña y la mujer del constructor, pero que contienen todo un universo humano, lleno de deseos y frustraciones.
El título del libro, que se llamó en su primera traducción al castellano Una tarde de M. Andesmas, es un juego, un anagrama y un guiño y crítica a los tres hombres que compartían la vida de Duras cuando escribió la novela, en los años 60, dos amantes y un amigo: Antelme, Des Forêts y Mascolo (Andesmas).
«Es una especie de relato cifrado y, a la vez, de experimento de escritura, impresión que confirman también las severas condiciones tanto de estilización de la trama como de complejidad de la técnica narrativa», dice la traductora, para quien verter este libro al castellano es la «ofrenda» que le quedaba por hacer a su pasión durasiana.
En cuanto a la narración, Amelia precisa que «tiene toda la sensibilidad discursiva de su temática y sus peculiaridades narrativas; pero es un libro discordante en el conjunto de su obra».
Comparte con otras narraciones coetáneas de Duras, como Las diez y media de una noche de verano o Los caballitos de Tarquinia, «la explosión de particulares estados de pasividad que a veces rozan lo patológico, pero si en las citadas novelas bulle una marcada tensión pasional, sensual y sexual, en Andesmas es un hombre al que la edad y la naturaleza de su entrega amorosa no conducen más que a deseos depurados de avatares relativos a la libido», dice la traductora en el prólogo.
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