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La Feria se desarrollará desde hoy hasta el 9 de mayo. (Foto: Leandro Teysseire)
C iudad Juárez, Chihuahua, 20 de abril de 2011. (RanchoNEWS).- La gran fiesta de la cultura comienza hoy a las 18 en La Rural. La 37ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, bajo el lema «una ciudad abierta al mundo de los libros» –en consonancia con la designación de la ciudad como Capital Mundial del Libro, distinción otorgada por la Unesco–, podría haber sido una edición más. Pero alguien escribió una carta, el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, y una página diferente al disparar un debate inesperado. El Premio Nobel de Literatura, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, la «estrella» en cuestión de esa carta, dará una conferencia magistral mañana a las 18. Será el puntapié inicial de una programación que tendrá también como protagonistas al francés Jean Echenoz, la mexicana Margo Glantz, los españoles Antonio Muñoz Molina y Rosa Montero, el chileno Jorge Edwards y el colombiano Héctor Abad Faciolince. Entre las novedades de esta edición se destaca la incorporación, por primera vez, de un Espacio de Lectura Digital en el stand 632 del pabellón Azul. Una nota de Silvina Friera para Página/12:
¿Cómo será el libro del futuro? Quizá el futuro llegó hace rato, aunque algunos todavía quieran esquivar ese horizonte y se aferren con uñas y dientes al formato impreso. Las respuestas habrá que buscarlas y encontrarlas en los libros electrónicos y las distintas herramientas que se exhibirán –lectores digitales, tabletas, netbooks, teléfonos–, pero además en el programa de charlas y mesas redondas, donde se debatirá sobre el fin de la era del papel, los narradores y las nuevas tecnologías, periodismo en Twitter y redes sociales. Las cartas de esta edición están marcadas. La polémica, el affaire Vargas Llosa, alimentó la diferencia. ¿Habrá más ecos o resonancias? ¿La discusión quedó clausurada o continuará por otros medios? Página/12 lanza las preguntas y recogen el guante Daniel Divinsky, Martín Kohan, Carlos Díaz, Luis Gusmán y Hernán Ronsino.
Carlos Díaz, elegido el editor del año por la Fundación El Libro, advierte que hubo dos debates. Uno vinculado al campo de las ideas, que giró en torno de la relación entre literatura y política. «González lo inició y muchos intelectuales como María Pía López, Caparrós, Oliverio Coelho y Martín Kohan participaron con opiniones valiosas», repasa el editor de Siglo XXI. «Pero Vargas Llosa no quiso debatir seriamente y se plegó a la segunda discusión, que tuvo lugar en el campo netamente político, pero el de la pequeña política –aclara–. Este debate me resultó mucho menos interesante porque no tuvo ninguna originalidad ni intentó discutir ideas. Más bien me chocó la tergiversación que se hizo de la carta de González, cuyo momento cúlmine fue una nota de opinión de Vargas Llosa que circuló por el mundo entero donde se victimizó y deslizó que en la Argentina actual no rige una plena libertad de expresión. Lamenté la mala fe y su actitud chicanera, que González reflejó bien cuando en su respuesta le pidió que no lo tratara como a un provinciano bruto con ideas arcaicas y que se pusiera a la altura de la situación».
Luis Gusmán reflexiona en torno del significado de la palabra discusión. «Hoy la psicologización de la política ha arrinconado a la política en una práctica que no debe ser agresiva, lo cual crea un falso respeto por el otro que enmascara en supuestos buenos modales una moral hipócrita que da vergüenza ajena. Basta leer el Facundo o algunos otros textos de Sarmiento para despejar este mal entendido. A la hora de polemizar, se trata de destruir argumentativamente al adversario político. En ese sentido, Sarmiento era un bárbaro llevado por la pasión. Que esa pasión encontrara las figuras retóricas adecuadas era el talento de Sarmiento». El escritor y psicoanalista evoca una anécdota que contaba Pier Paolo Pasolini en Palermo, Sicilia, cuando se celebraba un plebiscito sobre el divorcio. «Consultado por la inteligencia intelectual acerca de cuál era su posición ante el divorcio, Pasolini respondió: ‘¿Qué les importa a los campesinos el problema del divorcio? Es un problema de la pequeña burguesía’. Quizás hoy haya que buscar estas palabras en un diccionario de términos en desuso. Pero se trata de no confundir la polémica, en los términos en que la definí, con el escándalo».
«Sin la menor intención de desmerecer al talentoso director de la Biblioteca Nacional, todo el lío que se desencadenó con su primera intervención al respecto fue, literalmente, dar por el pito más de lo que el pito vale, como se dice popularmente. El imprescindible debate acerca del compromiso de los escritores y de los intelectuales en general debe darse en un contexto más amplio y no personalizado», afirma Divinsky, el patriarca de la edición en el país. «La mayoría de mis colegas –hay muchas honrosas excepciones– es bastante indiferente a este tipo de cuestiones. Diría que son impermeables a otra cosa que no tenga que ver con el costo del papel, de los insumos o del IVA sobre el libro: algo de lo que también hay que ocuparse, pero no exclusivamente», ironiza el creador de Ediciones de la Flor. «El debate quedó cerrado porque no da para más. Los que quieran escucharán a Varguitas y los que no, sintonizarán otra estación. El peruano parlanchín está tan esquemáticamente encuadrado en su ubicación en el espectro político que ni habría que tomarse el trabajo de rebatirlo. Si supiera rezar (y hubiera a quién), lo haría para que no se perturbe su intervención dándole más pretextos para desprestigiar a nuestro gobierno y a otros de la región. Ya quedó demostrado que, cuando se trata de votar, su candidato llega cómodo en cuarto lugar: así se dirime el poder en la democracia que él pregona defender».
Martín Kohan prefiere hacer un comentario «levemente» retrospectivo. «La iniciativa de la carta de González fue equivocada y entiendo que hoy él piensa lo mismo; claro que González es uno de esos intelectuales que puede promover discusiones interesantes incluso cuando se equivoca. Al hacer su planteo, y también al retirarlo, supo dotar a las cosas de un sentido y de un conflicto que valió la pena discutir». El autor de Ciencias morales pronostica que no habrá mayores resonancias en la Feria, más allá de lo que ahora será una máxima susceptibilidad respecto de Vargas Llosa. «Supongo que se le dispensará el trato correcto que corresponde y conviene, y la discusión seguirá en otros ámbitos. Entre los escritores a veces la cosa parece haber quedado en un simple reparto entre estar a favor o en contra de éste o de aquél; pero en otros casos el tema permitió que se retomara la cuestión del lugar de los escritores y su relación con la política».
El escritor y sociólogo Hernán Ronsino opina que el debate estuvo «mal» planteado. «Entiendo a la vez que los debates son reflejo de un estado vivo, coyuntural, y aparecen como tienen que aparecer. El punto sería encontrar un modo para que ese debate, genuino y legítimo, el de discutir con un referente intelectual como es Vargas Llosa, no quede absorbido por la hojarasca propia de la coyuntura, por la hegemonía mediática. Y pueda darse en un terreno más sustancioso para el cruce de ideas». El autor de Glaxo precisa que cuando se habla del retorno de cierto impulso político en la sociedad argentina, no se hace referencia a que este retorno está poniendo al desnudo la fragilidad de algunas identidades políticas. «Unas identidades están en crisis y no representan a nadie, otras están tomando una forma, se están pensando a sí mismas después de la crisis del 2001. Esa fragilidad también atraviesa el campo cultural –explica–. El debate que plantea González deja al desnudo lo poco entrenado que está el terreno cultural para encarar una discusión. Las reacciones que provocó lo demuestran. Después de años de encierro, de silencio o de capillas, el retorno de la política necesita de la discusión para reafirmar esas identidades».
La democratización fue aflojando las rigideces. La Feria renovó su anquilosado vestuario: de las bandas militares –aun en democracia– y las inauguraciones con bendiciones, se fue pasando a una Feria «más abierta, más laica, más divertida, con la cereza del postre de la festiva Noche de la Ciudad, gran invento», subraya Divinsky. «Después de haber recibido apercibimientos y sanciones, hace muchos años, por haber hecho circular en el stand de De la Flor a un actor disfrazado de cometa Halley o por tener a dos autores recitando sus textos algo fuertes desde tachos de basura o, antes aún, por pintar graffiti en las paredes, el clima actual tiene más que ver con los placeres de la lectura libre». Gusmán reconoce que nunca fue un asiduo concurrente a la Feria. «Mis presencias o intervenciones se debieron en muchos casos a invitaciones a presentar libros de amigos, Puig por ejemplo; o exóticas como una mesa de debate acerca de la literatura negra sobre la obra de la escritora P. D. James, quien estaba presente. Mi última intervención fue sobre la poesía –recuerda el autor de El frasquito–. Me interesaba que un escritor pudiese hablar de poesía. Me parecía una política de la lengua. Creo que la modalidad de las mesas redondas y paneles impide a veces la posibilidad de exponer los temas de manera seria y se transforma en una suma de impresiones. Con lo cual, el género conferencia, inaugural, de cierre o en el medio, debería centrarse más en un tema que en la persona en cuestión».
Nadie duda a esta altura del partido de que la Feria es uno de los grandes eventos culturales del país. «No existe en toda América latina una feria como ésta, tan larga, tan popular, con tantos eventos, muchísimos de ellos masivos; actores, políticos, editores, escritores, intelectuales y periodistas participan todos los años y le dan forma a un espacio propicio para discutir lo que está pasando en la Argentina y el mundo», destaca Díaz. «Está claro que no se trata de un espacio para las vanguardias, pero eso no quiere decir que no tenga de todas formas un valor muy grande». Kohan confirma aquello que se despliega como supuesto «prejuicio»: hay escritores que se sienten sapos de otro pozo dentro del «espectáculo» de La Rural. «Yo no veo a la Feria como un termómetro –aclara–. A lo sumo me parece un termómetro del retroceso de la literatura y el avance de la farándula aun en el universo de los libros. La única vez que estuve cerca de Ricardo Fort fue en la Feria. Y no es que me parezca un desdoro estar cerca de Fort, pero confieso que no era el lugar donde esperaba que eso pasara».
Mayor información: Feria Internacional del Libro
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