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Imágenes de la instalación de Anish Kapoor en el Grand Palais. (Foto: El Cultural)
C iudad Juárez, Chihuahua,11 de mayo 2011. (RanchoNEWS).- Bajo el título Leviathan, el artista indio presenta en el Grand Palais su último trabajo, pensado específicamente para el colosal espacio parisino y dedicado de forma explícita al artista chino Ai Weiwei, detenido injustificadamente hace un mes por el regimen de su país. Una nota de Javier Hontoria para El Cultural:
Los peores augurios parecen cumplirse y Ai podría haber sido torturado con crueldad para forzarle a firmar un documento que le implicaría en un delito de evasión de impuestos. El mundo del arte y la sociedad en general no alcanza a comprender el destino último de alguien cuya única ambición viene siendo hacer partícipe a la comunidad global de la verdad que asola a su país. La represión y la persecución sistemática están a la orden del día, pero también la amenaza a quienes traten de corromper toda lectura incómoda de la historia china o se atrevan incluso a mencionar la palabra «jazmín». ¿Jazmín? Sí. Cómo afirman no pocos medios afortunadamente inmunes a los tentáculos del sistema, la «revolución de los jazmines» tunecina habría provocado la prohibición de toda alusión a la flor. Por si acaso. Asnish Kapoor, que hoy inaugura en el Gran Palais parisién su gran instalación titulada Leviathan, ha querido dedicar su pieza al artista chino. Y lo cierto es que, hoy por hoy, dos semanas antes de la inauguración de la Bienal de Venecia, en la que, suponemos, se harán visibles nuevas muestras de condena, el mundo del arte no podría haber contado con lugar más propicio para mostrar al mundo una proclama.
La magnitud del Grand Palais, el edificio construido en el distrito VIII de la ciudad de París para acoger la Exposición Universal de 1900, es sensacional y supera, en belleza y dimensiones, a la Sala de las Turbinas de la Tate Modern londinense, el gran templo internacional de la intervención específica. Desde 2007, París tiene un nuevo arma para enfrentarse a la capital británica en esa competición tan popular en la contemporaneidad que es el turismo cultural a través de los gigantescos proyectos expositivos, cuya veda quedó abierta en la ciudad del Támesis con la gran araña de Louise Bourgeois en la primavera de 2000. Inaugurado con la obra de Anselm Kiefer, el Grand Palais acogió un año más tarde las esculturas de Richard Serra y en 2010 se detuvo ante uno de los clásicos patrios, Christian Boltanski.
Lo cierto es que no son muchos los artistas que pueden plantearse afrontar con garantías un reto de estas características. 13.500 metros cuadrados y una altura de 35 metros son, sencillamente, demasiados. Se necesita, además de agallas, un dominio de la forma y del espacio del que no todo artista es dueño. Pero este un terreno que Kapoor domina con naturalidad. El de Bombay es autor de una de las obras de arte público más alabadas de los Estados Unidos, su famoso Cloud en la ciudad de Chicago, y ha sido el artista elegido para realizar una de las obras que serán landmark de la ciudad de Londres con motivo de los Juegos Olímpicos que ahí se celebrarán en el verano de 2012, un trabajo de ¡¡116 metros de altura!! que se llamará Orbit.
Perderse en la dimensión inasible de una obra de arte, asistir abismado a su magnitud excelsa e inabarcable suscita reacciones que, de algún modo, pertenecen a una forma de percibir el arte que ya conocemos. De algún modo, guarda analogías con la tradición romántica en tanto que sitúa al espectador en un lugar minúsculo con respecto a la obra (los artistas románticos pretendían que el espectador fuera, como ellos mismos, consciente de la insondabilidad de la naturaleza). Kapoor ha planteado un trabajo que no se aleja mucho de su célebre Marsyas, el que constituyó la tercera entrega de la serie Unilever en el Turbine may. Se trata de una escultura que se enfrenta frontalmente al espacio que la acoge, un conjunto de esferas enormes, también realizadas en PVC, que tienen un diámetro de en torno a 30 metros. La impresión que produce en el espectador es la buscada por el artista, pues aquél sólo puede diluirse ante la destreza técnica de alguien que se encuentra todavía más cerca de la noción tradicional de artista como genio que de la del artista que plantea discursos apegados al terreno y a una realidad social más asumible. No olvidemos el contexto en el que nos encontramos, pues no podemos esperar otra cosa de un proyecto que se llama Monumenta. El espectador atraviesa las enormes esferas de color rojo oscuro y, llegado el momento, se enfrenta a una situación física que produce cierto extrañamiento pues uno no sabe si se encuentra fuera o dentro de las esculturas, tal es su magnitud.
Kapoor ha declarado que pretende que el espectador sienta esa disyuntiva entre interior y exterior y que tenga la impresión de que las formas que él propone son incluso más grandes que el propio espacio que las contiene. La suya es sin duda una ambición extraordinaria. ¿Es Leviatán, acaso, un objeto?, se pregunta el artista. Lo es en esencia, o eso nos parecería, pero sus dimensiones son tan colosales que el objeto deviene espacio y el espacio nos acoge a nosotros, y nos perdemos en el magma orgánico del que no es fácil escapar. Somos, desde luego, presa fácil para Kapoor. Ojalá el delirio de la autoridad china sucumba con idéntica rapidez.
Mayor información: Anish Kapoor
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