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Los productores Dede Gardner y Bill Pohlad muestran la Palma de Oro por El árbol de la vida, de Terrence Malick. (Foto: Jean-Paul Pelissier)
C iudad Juárez, Chihuahua, 23 de mayo 2011. (RanchoNEWS).- Terrence Malick, el cineasta misterioso, el hombre que aparece aún menos en público que el otro gran creador fílmico invisible, el ya fallecido Stanley Kubrick, el director que sólo ha hecho cinco películas en casi cuarenta años de carrera –y ahora ha finalizado el rodaje de la sexta– ha estado en Cannes. De presencia y de obra. De obra, porque su El árbol de la vida, la película evento que todos los cinéfilos llevan esperando desde hace un lustro y que incluso se anunció como posible concursante en Cannes del año pasado, ganó anoche la Palma de Oro después de, por fin, proyectarse en público hace seis días. De presencia, porque Malick (Ottawa, Illinois, 1943) pisó la Croisette, pero controló que nadie le hiciese fotografías en el Palais y sólo quedara el rastro de una sombra, una estela de humo, de su magnética presencia. Una nota de Gregorio Belinchón para El País:
Quienes han trabajado con él, gente como Javier Bardem, Brad Pitt o los productores de su El árbol de la vida, Bill Pohland y Dede Gardner, hablan de un tipo normal. El español, un sacerdote en el último filme de Malick, una comedia romántica aún sin título, le define como «un hombre normal, incluso bastante divertido». Pitt recordaba en la rueda de prensa el pasado lunes: «Terrence capta lo que pasa cada día, filmando con luz natural. Está siempre a la caza de los felices accidentes que puedan ocurrir, como que una mariposa revolotee entre las manos de una compañera de reparto». Y que su manera de trabajar le hacía dudar si repetiría con alguien así. «Eso sí, he aprendido que debes vivir el momento en el rodaje, que no puedes planificar el futuro de forma muy concreta, siempre que estés en buenas manos». Así ve también la vida Malick.
Todas esas dudas volaron por el aire ayer con la Palma de Oro otorgada por un jurado presidido por Robert de Niro, que no pudo verbalizar nada más para justificar su decisión que «la película es tremenda». Malick ya ganó en 1979 el premio a la mejor dirección en el certamen francés con su segundo largometraje, Días del cielo. Ahora ha vuelto a Cannes con las miserias y alegrías de una familia en un pequeño pueblo de Texas hace cuatro décadas que mezcla con el nacimiento del universo y la vida, una avasalladora disertación visual sobre el alma humana que no dejó indiferente a nadie. Los productores aseguraron ayer que Malick estaba «emocionado». «Es muy tímido, no quiere perder su privacidad, y pide que se entienda su timidez. No es fácil para él enfrentarse al público».
El Gran Premio del Jurado se repartió ex aequo entre los hombres récords de Cannes. Por un lado, el turco Nuri Bilge Ceylan con Érase una vez en Anatolia (tenía ya otro Gran Premio del Jurado, un galardón de la Crítica y otro al mejor director). Por otro, los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne con El niño con bicicleta (dos palmas de oro, un premio ecuménico y otro al mejor guión). Dos propuestas muy opuestas, que recibieron esta distinción, según el jurado, porque «lo merecían». Ceylan la recibió con su habitual media sonrisa -«no me esperaba tanto honor»- y los Dardenne se definieron como «felices ya sólo por estar aquí».
Hubo un nombre danés en la gala, pero no el esperado, el del castigado Lars von Trier, sino el de Nicolas Winding Refn, que se llevó el galardón a mejor dirección con Drive, una de las propuestas más diferentes del concurso con su seco y contundente thriller protagonizado por un tipo silencioso, un conductor que trabaja de día como especialista en el cine y de noche como chofer de bandas de atracadores en huidas de robos en Los Ángeles. «Nunca una cita a ciegas ha llegado tan lejos», decía Refn, porque fue a Hollywood llamado por el actor protagonista, Ryan Gosling.
Si el mejor actor fue para Jean Dujardin, cómico francés famosísimo en su país, gracias a su delicada encarnación de una estrella del cine mudo en El artista, el galardón a la actriz más destacada lo recogió Kirsten Dunst, protagonista de Melancholia, de Lars von Trier. Al danés, declarado persona non grata en el festival tras sus declaraciones filonazis, le prohibieron acudir a la gala. Dunst tampoco charló (o no pudo) con la prensa.
Dos nombres de los otros grandes favoritos, el finés Aki Kaurismäki y el español Pedro Almodóvar, no aparecieron en el palmarés. Ni Le Havre ni La piel que habito lograron del jurado nada más que un premio técnico para José Luis Alcaine por su uso de la luz en la narración en el filme español. Uno de los miembros del jurado, Jude Law, aseguró que discutieron cada película y llegó a mencionar algunos títulos. Faltaba un nombre y Uma Thurman lo apuntó: «Y la de Pedro Almodóvar».
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