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Una imagen del fotógrafo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 24 de mayo 2011. (RanchoNEWS).- La Fundación Mapfre inaugura el próximo 26 de mayo una nueva exposición compuesta por 228 fotografías –que provienen del Musée Carnavalet de París, la George Eastman House y las Colecciones de la Fundación Mapfre–del fotógrafo francés Eugène Atget (Libourne, 1857 - París, 1927), singular maestro, cuya aportación a la historia de la fotografía ha sido fundamental. Sus enigmáticas imágenes han inspirado y siguen inspirando a muchos artistas a lo largo del siglo XX. Una nota de la redacción de hoyesarte.com:
La exposición, que lleva como título Eugène Atget. El Viejo París, muestra aquella capital francesa que estaba llamada a desaparecer por la llegada de la modernidad entre 1898 y 1924: calles, fachadas, detalles de ornamentos arquitectónicos, los pequeños comercios y sus gentes... Fotografías míticas llenas de belleza y misterio. Fotógrafo anclado a la tradición y la historia que sin embargo, fue aclamado por el movimiento surrealista que en seguida reconoció la innovación en su mirada. La exposición se completa con el álbum de Man Ray, compuesto por 44 fotografías de Atget, que permiten ver su modernidad.
Maestro de maestros
Descubierto para la historia de este medio por el movimiento surrealista, E. Atget (1856-1927) constituye un referente imprescindible para la fotografía documental. Cuando varias de sus imágenes aparecieron en La Révolution surréaliste y él insistía en que sólo hacía «documentos para artistas», no podía imaginar que muchos de esos documentos trascendían el objetivo para el que los había creado y no iban a ser superados en pureza e intensidad de visión; más aún: que formarían parte de los inicios de una de las corrientes fotográficas más poderosas y que se extiende hasta nuestros días.
Algunos de los jóvenes fotógrafos residentes en París en aquella época y que se movían en el círculo surrealista, como Henri Cartier-Bresson, Brassaï, Berenice Abbott o Walker Evans, recibieron una fuerte influencia no sólo de la composición temática de Atget, sino también de su manera sistemática de abordar el tratamiento fotográfico de un lugar. Walker Evans –quien después de contemplar las fotografías de Atget que le había regalado Berenice Abott escribía: «me sentí electrizado y alarmado»–, aprendería de Atget el valor cultural de lo insignificante y también el valor específico de la fotografía como documento.
La inmensa tarea que se planteó Atget –comprender e interpretar en términos visuales la tradición viva y antigua de su ciudad– pasa a la siguiente generación a través de los discípulos de Evans, entre los que se cuentan Robert Frank, Garry Winogrand o Lee Friedlander, junto a otros muchos que irán formando un linaje que llega hasta la actualidad en fotógrafos como Bern y Hilla Becher o Fazal Sheikh.
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