.
Aspecto de la exposición. (Foto: Jaime García / ABC)
C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de mayo de 2011. (RanchoNEWS).- Sabían que tarde o temprano (más bien temprano, porque la esperanza de vida era de cuarenta años en aquella lejana época) tendrían que pasar el trámite definitivo, la gestión postrera, cruzar la más cruel de las fronteras, la de la muerte. Y ese último viaje no lo querían hacer de vacío. No deseaban llegar ante Anubis, mediador ante el gran Osiris, sin los papeles en regla, con el temor sobre sus espaldas de no ser reconocidos y de esa manera quedar ya para siempre en el limbo, en el vacío, escribe Manuel de la Fuente en Madrid para el ABC
Por eso eran previsores, y mientras todavía se encontraban en plenitud de sus facultades físicas y mentales, incluso muchos de ellos aun siendo niños, se retrataban, pasaban hace dos mil años por un concienzudo fotomatón para hacerse una especie de carné de identidad de la época que les avalase en el otro lado, una suerte de visa, de pasaporte, para poder traspasar la última ventanilla, el póstumo sellado, lo que podríamos llamar una suerte de servicio de inmigración de ultratumba.
De aquellos retratos se han conservado alrededor de un millar, dispersos la mayoría por Europa (uno, por ejemplo se encuentra en el Museo Egipcio de Barcelona), recuerdo y retrato fidedigno de una época, el Egipto situado entre los siglo I y IV después de Cristo, un Egipto fuertemente romanizado, mezcla y crisol de culturas y razas, costumbres y nacionalidades, entre las cuales la griega era una de las preponderantes. Y griegos fueron la mayoría de los retratados y helenos también los pintores, trece de cuyas obras son recogidas en la emocionante muestra «Retratos de Fayum+Adrian Paci: sin futuro visible», que ha se ha inaugurado en el Museo Arqueológico Nacional, dentro de las exposiciones programadas en una nueva edición de PhotoEspaña, que mañana mismo extiende oficialmente sus icónicos brazos por Madrid.
Pintura de caballete
Como explica el comisario de PHotoEspaña y de la propia exposición, Gerardo Mosquera, estamos «ante un caso único en la historia del arte, ante los retratos bidimensionales más antiguos que se conocen y el único ejemplo de pintura de caballete de la Antigüedad que ha llegado hasta nosotros».
Los retratros eran colocados sobre las momias, en la zona correspondiente a la cara y la cabeza, empezaron a descubrirse a finales del siglo XIX, la mayoría proceden de la zona de Al Fayum, y con posterioridad, mediante técnicas radiográficas, se ha comprobado que eran retratos de las personas a las que recubrían. Sin margen de error.
Mayoritariamente, los cuadros se pintaron sobre madera de tilo, varios se hicieron con témpera, y en general el sistema que se usó fue el encáustico, de manera que los colores se mezclaban con cera de abeja. En algunos, incluso se percibe, casi dos mil años después, la huella de la espátula con la que se aplicaba el pigmento. El clima seco de la zona ha ayudado notablemente en su magnífica conservación hasta nuestros días.
Los retratos que ahora visitan Madrid proceden de prestigiosos museos. Como el British Museum (Londres); el Allard Pierson Museum (Amsterdam); The Egypt Centre, de la Swansea University; y el Kunsthistorisches vienés.
Simultáneamente, se proyecta un video del albanés Adrian Paci, que también se centra en el término del viaje, de la inmigración, de manera que dos manifestaciones artísiticas separadas por dos mil años de distancia quedan así hermanadas.
Los retratos reúnen todas las características de la moderna fotografía (realismo, proximidad, naturalismo), de ahí su inclusión dentro de esta edición de Photoespaña, cuyo lema es, precisamente, «Interfaces. Retrato y comunicación». De hecho, al contemplar los retratos los rostros nos resultan tan familiares y cercanos como si acabáramos de cruzarnos con esas personas por la calle.
Vivitos y casi coleando
Tal y como subrayan los responsables de la exposición: «Estas pinturas para la muerte, hechas para ser sepultadas y no para ser exhibidas, resultan increíblemente vivas, como buenos retratos fotográficos que plasman sujetos y capturan un instante vital». También hay que añadir que la mayor parte de estas «fotografías» retratan a ciudadanos de clase media urbana, como profesores, atletas, soldados, sacerdotes y mercaderes. Los pintores usaron cuatro colores, además del dorado, que son el negro, el rojo, y dos tonos de ocre.
El crítico de arte, pintor y escritor John Berger se pregunta sobre las pinturas de Al Fayum: «¿Por qué sentimos su individualidad tan próxima a la nuestra? ¿Por qué parecen más contemporáneos que el resto del arte europeo tradicional desarrollado en los dos mil años siguientes? Los retratos de Fayum nos conmueven como si hubieran sido pintados el mes pasado. ¿Por qué?». La respuesta es tenerlos cara a cara, mirarles a los ojos, reconocer en ellos al hermano, al vecino, al compañero de trabajo. Y saber, que podrían estar sentados a nuestro lado en el autobús.
Mayor información: Fayum
REGRESAR A LA REVISTA