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Con el resplandor en los ojos
al son del paso doble
das vuelta al redondel
sereno, despides a tu cuadrilla
contra su aliento de fuego
lucharás a rojo vivo.
El ascua en sus ojos
te llama
tu onda de rojo lo atrae
y en su noble cuello
con maestría
clavas
buenos pares de fuego.
Gotas de furia
siembran la arena
con el rojo amargo
olfateas
para acallar su bramido
con muestras de arrojo
alanceas, indagas, revuelves.
Con rojo ciego te mira
sigue tu mano encarnada.
La cadera doblada
cargas la suerte
y entrelazados, sin aliento
fijan
el sol en el firmamento.
Sobre la Torre de Oro
la luna
desnudez de plata
fulgura
se derrite
fluye.
Tu espada de fuego
incierta
tiembla
corta.
Su espuma insumisa
florece
alumbra el Guadalquivir.
Sus fieras astas
duras como el amor
suaves como el amor
mugen las tinieblas
cantan el corazón del olvido.
Tu estocada certera
te salpica de rojo ceniza.
Con mirada de lentejuela
y labios al rojo vivo, sonríes
has cortado la flor de la vida.
El cielo se cubre de negro
porque en Sevilla
las golondrinas lloran
al rojo toro de amor.
Ufano
limpias tu estoque caliente
y raspas los claveles
de tu traje carmesí
mientras a él lo arrastra
el tiro enjaezado
resonante de cascabeles.
Al son de los vítores
arqueas la espalda
con gesto bravío
pisas las amapolas en la arena
y alto, muy alto
enarbolas su oreja.
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